Demasiado para cualquier mortal, incluso para mi.

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(11) Demasiado para cualquier mortal, incluso para mi.

-¿Cómo abriste la puerta?- le cuestiono a la chiquilla.

-Desde adentro puedo desbloquearla.

-Aitana, es peligroso que estés aquí, alguien podría verte. – le dice Joss, preocupado.

-Dejen ya la paranoia. Ella está bien, y no hay ningún guardia cerca. Todos los orangutanes están afueran.

Camino hasta la puerta corrediza de la cocina y me cercioro de que esté cerrada.

-Igual no me fio. – miro hacia ambos lados.

-Justo vamos a la sala de cine, pueden venir si quiere.- dice Adeleine con un charol de galletas en la mano, un bol de cotufas, mantequilla de maní y galletas oreo.

Aitana lleva un tarro de helado más grande que su cabeza y dos cucharillas soperas.

-Per- me interrumpe.

-Buenas noches, mami.

Sale de la cocina dando brinquitos. Me siento en uno de los taburetes y me masajeo las cines, la pesadilla que tuve aún sigue rondando por mi cabeza. Veo a Joss moverse por la cocina y servir en dos boles helado de vainilla con sirope de fresa.

-Son las...- paso mi vista hacia el reloj de la pared y me vuelvo a él-, son las dos de la mañana, Joss.

-Tu solo disfruta de estos tranquilos momentos.

-La última vez que lo hice yo...- su boca se estampa con la mía, sus cálidos labios se buscan espacio entre los míos.

-Lilith- conecta sus ojos con los míos-, disfruta el momento.

-Ay, mafioso psicópata-pongo un dedo sobre su pecho y lo empujo suavemente hacia atrás.

-Mañana no nos vamos a poder levantar.- le digo.

-Podemos activarnos a penas salga el sol.- la comisura derecha de su labio se eleva en una sonrisa maligna.

-Claro

...

Tal como lo había dicho, no fue suficiente con la pesadilla, sino que nos quedamos viendo toda la noche películas de Disney. Empezando mor moana y terminando viendo frozen.

Tuvimos que recoger cada silla y destrancar las puertas antes que el personal se levantara.

Joss puso su cara de culo y frialdad apenas bajamos las escaleras mientras esperábamos el desayuno con Adeleine que no despegaba la mirada de su plato.

-Buenos días.- saluda Verónica al entrar.

-Admiro tu fuerza de estar volando de Berlín a Miami a cada nada. – le digo mientras muerdo una tostada francesa.

El alemán a mi lado se termina su café amargo y asiente en forma de saludo hacia la castaña.

-Gajes del oficio.- se encoje de hombros sentándose al lado de Adeleine.

-¿Cómo sigues?- le pregunta.

-Los medicamentos hacen lo suyo, pero todos sabemos que esto es degenerativo.- no se inmuta ante lo dicho y toma su zumo.

Me tomo mi medicación y tomo la pequeña caja que me dio Joss esta mañana. Saco un reloj blanco con diminutas piedritas de oro.

Lo sincronizo con mi móvil, uno nuevo ya que el otro lo descompuse cuando me dijeron que Aitana no estaba en Polonia.

Inmediatamente toda mi información sobre mi salud se transfiere al reloj y este marca mi pulso, estable.

-Bueno, vine porque vengo con un informe.- la voz de vero llama mi atención-. Los espero en el despacho.

Asmodeo, principe de la lujuria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora