Mihai

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(18) Mihai

Ángela García. (Jürdi Carstn)

Rumania, timisora.

10 horas antes de la hora 0.

Tapo bien mi cara al momento de pasa por la parte frontal de los apartamentos. Apresuro el paso hasta llegar a la parte trasera. Me deshago de la gorra y lentes oscuros. Mi cabello, ahora castaño, cae hasta mis hombros.

Tuve que cortarlo. Retire mis lentes de contacto y ahora me veo como una Carstn. Como la que siempre fui.

Entro al destartalado apartamento y me empiezo a deshacer de mi ropa. Lanzo el mono por un lado junto con mi sudadera y paso por mi cabeza un camisón.

Preparo la cena lo mas rápido posible antes de que llegue. Filete ahumado, papas, ensalada. Lo sirvo todo en el momento en que escucho la puerta ser abierta. Los pasos se escuchan por el reducido apartamento dejando las cosas en su lugar hasta que llega hasta la pequeña mesa del comedor.

Me llega hasta los hombros, tiene el cabello amarillo y los ojos grises.

-Hola, pequeño.- saludo algo dificultoso de hablarle en rumano. Me da una sonrisilla graciosa y me responde.

Se sienta frente a mí y empieza a degustar de su plato.

No es mi hijo, pero empecé a tomármelo como uno desde que llegue a Rumania. Estaba en la frontera, llorando porque la mujer que le dio la vida lo había dejado con un pedazo de tela como refugio y fue a conseguirse su vida por otro lado.

Al principio había pasado de él. Un niño más de los miles que estaban en la calle, pero el corazón se me encogió porque sabía lo que era sentir el abandono de tu familia.

Yo deje a la mía, pero el vacío era el mismo.

Necesitaba a mi madre, de mi padre no extrañe nada, incluso llegue a creer que festejaría su muerte y a mi hermano...

Joss es muy rencoroso y sabía que hacerme pasar por muerta y después aparecer como si nada me iba a costar caro.

No escapaba de él, sabía que no iba a buscarme, él esperaría a que yo apareciera.

Lo extrañaba, y mucho.

No me fui de casa solo porque quise. Quería demostrarles a todo que no por ser mujer no podía hacer nada más que quedarme en casa. Tal vez las cosas habían cambiado, pero como su hermanita, él quería tenerme allí sin hacer nada. Sin voto. Mi madre comprendió su sobreprotección hacia mí y no puso quejas.

La extrañaba.

Quería saber cómo estaba, saber cómo iba su enfermedad.

Sabía que no tenía una cura y solo sentía día a día como yo estaba aquí y no allá con ella disfrutando.

El que si me estaba buscando por cielo, mar y tierra, era Vladimir.

Liarme con él solo por protección no fue la mejor idea, por así decirlo. Ahora teniendo una fortuna incontable, aun con todo eso, tengo que vivir en un apartamento de mala muerte para no levantar sospechas. Era europea, pero en definitiva yo no tenía nada que hacer en timisora, con un niño que no es mío.

Van a quitármelo a penas se den cuentas que no tiene papeles.

Termino de cenar y preparo de una vez las frutas que se llevara mañana al colegio. Lo ayudo con su tarea que se me hace más difícil a mí que a él y lo acompaño a la cama.

Le cuento una historia, en inglés, que entiende la perfección.

Se queda dormido luego de un rato y lo arropo con la colcha.

Quiero que tenga una mejor vida, se merece todos los malditos privilegios del mundo y no puedo dárselos.

Vladimir tiene soldados en todo el mundo.

Acordarme de él me recuerda a lilith y lo mal que estuvo meterme en su relación, lo mal que estuvo empujar a Vladimir a encerrarla, aunque ese hecho ya estaba tomado, lo mal que estuvo haberla agredido aquel día.

No sé qué es de ella ahora. Por lo que escuche en la fábrica estaba con Joss. Juntos.

Pero, en realidad, no quería pensar mucho en eso.

Paso la mano por la pequeña cicatriz que tengo en mi pierna. La cicatriz que me quedo del disparo.

Al día siguiente me levanto y acompaño al pequeño hasta la escuela. Lo dejo rápido y corro de camino a casa nuevamente, pero algo, o más bien alguien, se me atraviesa. Por las pintas que se carga y la lona negra que tiene en su mano sé que no son buenas noticias.

Saco mi arma y me defiendo, pero las oportunidades se me agotan cuando veo que salen más por todas partes.

Caigo al suelo cuando me dan con la culata del arma en la parte posterior de la cabeza. Siento el líquido viscoso y oloroso debajo de mi mientras me arrastran a no sé dónde y lo único que puedo escuchar son los lloriqueos del pequeño.

Mihai...

El fuerte olor a oxido me despierta. El sonido de las cañerías rotas, el agua goteando por todas partes me llega.

Mi cabeza guinda hacia adelante. Estoy sobre una superficie dura y rocosa. Mi cabeza duele, los ojos me pesan como dos rocas sobre ellos.

Mihai...

Tengo que levantarme.

Escucho pasos por todas partes.

Siento la bilis en mi garganta. Las manos me pican, todo me duele, pero no puedo moverme. ¿Qué me pasa?

Mihai...

Solo lo recuerdo a él. Estaba llevándolo a la escuela y... abro los ojos de golpe al recordar lo que paso. Tengo el cabello empeguntado por la sangre seca. Siento la garganta como una lija. Me remuevo un poco y el sonido de una cadena siendo arrastrada me sobresalta.

Parpadeo varias veces en busca de la poca claridad que se filtra por la rendija de lo que parece ser la puerta.

Siguen escuchándose pasos.

Logro mover mi mano y tanteo mi pierna en busca del grillete que me tiene anclada a la pared.

Mierda.

Escucho un gruñido cerca y mi cuerpo entra en tensión. Aprieto los labios por unos segundos evitando que un jadeo atemorizado se me escape. No sé qué es, pero me helo la sangre.

Vuelvo a mover la cadena un poco y suelto un grito reprimido al escuchar el fuerte ladrido. Halan de la cadena y me arrastro como puedo en dirección contraria. Intento desesperadamente tomarme de algo, sin embargo, el sonido de mis uñas quebrándose contra el piso es lo único que resulta. Escucho pasos acercándose más rápido y la puerta se abre de par en par. La cadena deja de ser tirada. La luz entra por completo aquí y parpadeo varias veces acostumbrándome a esta. Subo la cabeza encontrándome con...

Mierda

-Esta vez no habrán resurrecciones.

Asmodeo, principe de la lujuria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora