Epílogo: Desobediente

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El último sorbo de leche de cereza yace en el fondo del vaso que sostiene entre sus dedos, observando con una mezcla entre el aburrimiento y la frustración el charquito rosa que mueve de un lado a otro

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El último sorbo de leche de cereza yace en el fondo del vaso que sostiene entre sus dedos, observando con una mezcla entre el aburrimiento y la frustración el charquito rosa que mueve de un lado a otro. Fluke lleva tirado en la cama observando ese charquito poco más de cinco minutos y ya siente que ha pasado una eternidad, tratando inútilmente de mantener sus pensamientos ocupados y alejar la ansiedad de su cuerpo y mente al no saber nada de Daddy desde la noche anterior, cuando le besó la frente y subió al auto para manejar muchas, muchas horas hacia el sitio donde tendría una importante junta de negocios por la tarde. Prometió escribirle cuando tuviera un momento libre pero al parecer, los accionistas habían ocupado mucho de ese tiempo y Fluke prefirió alejarse del teléfono a seguir al pendiente de él, esperando un mensaje.

Intentó de todo. Desde tomar un baño largo hasta ver una película, pero nada funcionó para mantenerlo ocupado el tiempo suficiente y, presa de la frustración, se sirvió un vaso de leche de cereza en uno de esos vasos grandotes que compraba Daddy para él cuando iban al cine.

El Por qué necesita mantenerse ocupado, va un poco más allá del solo hecho de extrañar a Ohm y estar aburrido como una ostra dentro de la casa. Fluke despertó con la libido por el cielo, uno de esos días en los que su cuerpo decide que es un buen momento para tener una erección al despertar, como si de un adolescente hormonal se tratara. Y está lejos de serlo. Hace poco cumplió 22 años y la última vez que le pasó algo parecido seguía en la secundaria. Sin embargo algo era cierto y es, que el deseo que siente no es parte de ese asunto mañanero...

Fluke tiene pocas reglas y todas las cumple al pie de la letra día sí y día también. Le gusta llenar su tablero de estrellas y recibir cariños en el pelo, cuando se sienta a los pies de Daddy a esperar su recompensa por ser un muy buen niño. No le gustan los castigos y solamente una vez tuvo uno de esos, cosa que no quiere repetir. Pero, y aquí viene el pero, si hay algo que todavía lo pone de los nervios es que Daddy ha sido muy claro con él desde el principio: No puedes tocarte cuando yo no esté.

¡Ah, que miserable se sentía! Despertó duro, húmedo y solo en la habitación de Ohm, ahí donde ambos duermen. Las sábanas olían a él y a Fluke le dieron unas ganas terribles de bajar la mano y hacerse cargo de su situación, entre la comodidad de las suaves y tibias mantas que lo cubrían. Pero se detuvo y recordó, que Ohm había dicho que quería darle todo el placer con sus propias manos... o su boca... Y entonces, Fluke ha mantenido la imagen mental de Daddy succionando la punta rosada hasta hacerlo delirar fuera de su cabecita por el tiempo suficiente para sucumbir al hecho de mirar un charco de leche rosa en un vaso.

Suspira y el cabello negro sobre su frente se alza ligeramente. Rueda sobre su espalda y, con las piernas extendidas hacia arriba, se impulsa para llegar a la orilla, misma en la que deja sobre el buró el vaso vacío para abrir el último cajón. Dentro hay una caja forrada de blanco con un listón verde menta, regalo de cumpleaños de Prem, que Fluke todavía recuerda, abrió lleno de entusiasmo para encontrar dentro algo que le pondría las mejillas tan rojas como las fresas sobre su pastel.

Daddy's little boy  ☆  OhmflukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora