El recuerdo dormido

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Primer Encuentro Con Ella

Corriendo, cual bala disparada, surcaba el bosque en busca de una salida, una luz que la llevase hasta algún sitio más claro, menos oscuro. Menos tenebroso. Sus miedos se habían ido afianzando a cada paso que daba y su respiración agitada hacía el viaje cada vez más pesado. Sus cabellos, lacios y sin vida, revoloteaban en el aire buscando un poco de sosiego y sus párpados se llenaban de lágrimas saladas buscando un consuelo que nunca llegaría.

Las piernas comenzaban a fallarle y sus pies se torcían inevitablemente cuando chocaban con alguna piedra más saliente que el resto. Las raíces de los árboles se le antojaban brazos endiablados que se deslizaban por la tierra intentando agarrarla a toda costa, y las ramas parecían burlarse de ella azotándola cuando las apartaba para seguir corriendo en dirección a ninguna parte.

Al final, sus propias ropas rasgadas por mil lugares diferentes, hicieron el trabajo que le bosque intentaba desde hace rato, la tiraron al suelo. Aquella falda blanca que ahora llevaba cubierta de barro y cosas que no sabría descifrar dejaba al descubierto sus preciosas piernas que, a pesar de sangrar y de tener un aspecto bastante triste debido a las numerosas heridas que en ellas residían, cualquiera habría vislumbrado como perfectas.

Sus sonoros lloros atrajeron al hombre hacia su encuentro. Ella intentaba huir en vano pues su cuerpo ya no respondía a las plegarías de su cabeza y su corazón hacía ya mucho rato que había dejado de sentir nada.

Un hombre enorme de grandes brazos llegó hasta ella agarrándola de las caderas y la elevó como si de una pluma se tratase.

La joven vio un pequeño agujero entre los árboles desde donde podía ver la luna y alguno de sus rayos. Elevó la mirada hasta ella y rezando a alguien que tal vez no pudiera escucharla pidió un suspiro.

Y así fue alguien, tal vez la propia luna, le propició un último suspiro lleno de dulzura y alivio que provocó que su corazón sintiera de nuevo un segundo antes de que su cuerpo dejase de sentir nada más.

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Preguntas sin respuesta

Natalia se despertó sudando y agitada en su cama. La joven que dormía con ella permanecía de espaldas y ajena a lo que en esos momentos ocurría en la misma habitación en la que estaba.

Se levantó poco a poco para no despertar a Elena y se dirigió al baño. Se estremeció al ver su reflejo en el espejo... estaba demacrada... sus ojos denotaban cansancio a pesar de haber estado durmiendo y el sudor de su frente se hacía árido por pálido rostro.

Se lavó la cara y se enjuagó las manos para luego posarlas frías en su nuca. Rompió a llorar ¿quién era aquella chica del sueño? ¿Por qué aquellas vestiduras tan antiguas? ¿Por qué esa angustia en su corazón?

Una hora después regresó a la cama cubierta de dudas y con miedo a volver a soñar aquello. Abrazó a Elena desde la espalda y depositó un suave beso en su hombro. Si algo como lo que le ocurría a la chica de su sueño le pasase a ese ser que ahora sostenía entre sus brazos, ella se moriría de pena....

La vida

E: ¿quieres hacer el favor de estarte quieta? Si no paras de moverte no puedo subirte la cremallera Naty!!

N: Pero si no hago nada!!!

E: No qué va!!!! Es que de pronto te ha entrado parkison... ¿es eso hermanita?

N: ¡Pero, qué parkinson ni qué leches!!!!

E: ¡Qué pares!!!

Después de mucho pelear con ella, Elena consiguió subir la cremallera del vestido de su hermana y entre risas y nervios desayunaron en la cocina de aquel apartamento.

EL BOSQUE // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora