Las realidades ocultas //Parte 1

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El hospital y sus compañeros

Natalia pasaba la mayor parte del tiempo en el hospital o terminando de arreglar todo lo que concernía a su piso. Las paredes, ya repletas de recuerdos suyos colgados por todas partes, hacían las veces de protección ante un mundo que debía empezar a vivir en breve. Su amiga Marta la animaba a empezar a salir del cascarón, o del armario como suele decirse, y enfrentarse a ese mundo que tanto pavor le ofrecía. Sin embargo, las ideas de Natalia distaban mucho de la opinión de Marta. Ella pensaba que lo que tenía que venir vendría... fuese en un pub de ambiente o paseando por las calles madrileñas.

En el hospital todo parecía ir estupendamente. A pesar de que su familia la llamaba a menudo intentando convencerla para que volviese a Pamplona y trabajase en alguno de los hospitales privados de la ciudad, ella permanecía rígida en su posición y muy contenta de haberla tomado.

N: No es molestia, es mi trabajo

Mujer: Muchas gracias de todos modos doctora

N: De nada

La mujer desapareció con su hijo pasillo arriba mientras Natalia se dirigía a recepción para hablar con Teresita

N: ¿Hay algún niño más esperando?

T: Nada hija.... y menos mal... porque menuda guardia llevas!!!!

N: ¿Qué hora es Teresa?

T: cerca de las cuatro de la mañana. Ya te quedan tres horitas sólo...

N: buff.... me voy a tumbar un rato. Si viene alguien estoy en la sala de médicos.

T: Claro, ve....

Natalia se dirigió a paso ligero al lugar donde había avisado que estaría, pero justo antes de entrar vio a Alba hablando animadamente con Raúl.

Aquella enfermera le inspiraba ternura y un instinto de protección que jamás pensó haber tenido con otra persona que no fuese Elena. La risa y las manitas de Alba la hacían añorar algo que jamás había tenido... un cariño diferente al que conocía hasta entonces.

Terminó de abrir la puerta y se tumbó en el sofá todo lo larga que era. Sus ojillos se iban cerrando poco a poco y su cuerpo se destensaba relajándose para caer en los más profundos sueños

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¿Cuánto tiempo llevaba en ese habitáculo? Ni siquiera lo sabía. Permanecer a oscuras le estaba quitando la poca estabilidad que le quedaba y el tiempo pasaba ajeno a lo que en aquel sótano ocurría.

Se acariciaba su propio cuerpo buscando heridas cicatrizadas y dolores que aún no sabía de donde provenían. Helada, se abrazó a su cuerpo intentando cobijarse del frío.

Unos pasos fuertes se escuchaban a través de las paredes. Cada vez que oía algo parecido se estremecía irremediablemente, pero aún era peor cuando escuchaba el chirriar de la puerta. Eso significaba que alguien iba a entrar allí y que, como siempre, sería ese hombre de aliento apestoso.

Gracias a Dios, esta vez decidió pasar de largo y ella agradeció al cielo y a un ser superior en el que empezaba a no creer o a detestar dependiendo del momento, el hecho de seguir tranquila, aunque sólo fuesen un par de horas.

Estiró el brazo buscando la jarra de agua que siempre le dejaba en el suelo al lado de la portezuela con tan mala suerte que al empujarla la tiró haciéndola añicos contra el suelo.

Lloró. Maldito lugar... maldita luz o ausencia de ella que no le deja ver dónde poner sus manos.

El sonido de los cristales atrajo de nuevo los pasos hacia aquel lugar. La puerta empezó a abrirse con su típico sonido y el cuerpo de la joven empezó a gritar buscando consuelo.

EL BOSQUE // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora