Shabná IV

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Cenizas, desolación. Una ciudad abandonada se alza ante ellos. Los edificios han sido consumidos por el tiempo, las vigas sobresalen oxidadas entre el cemento resquebrajado y se convierten en peligrosos salientes puntiagudos. La maleza ha tomado el control sobre las calles, escurriéndose entre las grietas de lo que años atrás fue una carretera, alimentándose de los restos de un mundo que alguna vez perteneció a los humanos.

El silencio se ve únicamente corrompido por el silbido del aire cruzando entre los edificios y las respiraciones entrecortadas y nerviosas del grupo que se oculta en el interior de un edificio al borde del colapso. Shabná lo encabeza, asomada con cuidado a través de la obertura que se cierne al exterior.

Los últimos dos meses han sido horribles, apenas ha podido descansar estos últimos días, y el agotamiento se hace ver bajo sus ojos. Sabe que no todos han corrido la misma suerte que ellos, y en parte le tranquiliza, pero no lo suficiente para poder dormir en condiciones.

Todo empezó después de aquel mensaje de Yadei... Su querida niña, su pequeña. Se veía tan distinta en la pantalla, su voz tan decidida y mirada firme. La gente la creyó, la gente creyó a Yadei Mash, a una joven que antes jamás habían visto. Y eso fue lo que les llevó a la perdición. Por cada paso que daban, el gobierno demostraba estar tres pasos más adelantados. Les hicieron creer que el mensaje era falso, que el Vínculo no existía... Que estaban seguros. Hubo una revolución, sí, el pueblo se alzó, pero no con la fuerza suficiente. Y al final... cuando el contador llegó a cero, la lucha empezó. Unos pocos cientos de androides acabaron con miles y cientos de miles de personas. Sabe, por la información que les llegó desde otras bases del Vínculo, que no todas las máquinas respondieron a la Caja de Pandora. Pero sí las suficientes para producir un genocidio... uno igual al que se produjo en la cuarta de Gamma, la ciudad donde ellos estaban.

La gente no estaba preparada para luchar, no eran capaces de defenderse contra esas letales máquinas creadas para matar. Y en el Vínculo tampoco eran guerreros. Aun sí, sacaron fuerzas de la debilidad y ayudaron a todos los que pudieron a huir. Se hicieron con los callejones, se ocultaron entre las cenizas, sabotearon las defensas de la ciudad y ayudaron a todos los que pudieron a abandonar la ciudad, a adentrarse en el Exterior. Pero ni siquiera Caronte pudo protegerles de las armas que Replika utilizaba. Era un convoy de seis vehículos, y ahora solo quedan dos. Cuarenta personas son las que han sobrevivido de la cuarta de Gamma. Cuarenta de más de un millón. Shabná espera que sean más, que el resto hayan huido por otros medios.

Y ahora, lo único que les queda es esconderse en las ruinas que llevan siglos muertas. No tienen víveres suficientes para quedarse mucho más tiempo allí, sabe que dentro de poco tendrán que marcharse, buscar algo con lo que alimentarse. Pero salir de su escondite significaría exponerse al peligro.

Hay que ir al sur, eso le dijo Daran antes de ir en busca de alimento hace dos días. Si en tres días no volvemos marchaos. Marchó con otras cuatro personas y aún no han vuelto.

—Yo me encargo de la guardia de esta noche si quieres —le susurra Tameo, Shabná se lo agradece con la mirada y se adentra en el edificio.

Observa el grupo de personas. Hay dos niños pequeños y una mujer embarazada. Una mujer a la que le quedan pocos días para dar a luz. El resto de personas van desde los dieciocho hasta los setenta, además de una mujer que ronda los noventa. Ex policía, la anciana está en perfecta forma física y las arrugas que se acumulan alrededor de sus ojos no son propias para su edad. Ha demostrado ser una gran luchadora, a pesar de los años que porta a su espalda. La hermana de Ogue también se cuenta entre el grupo, nerviosa, histérica en ocasiones, lleva sin dormir varios días y está haciendo mella en sus emociones. Todos tienen un aspecto deplorable, sus ropas están sucias, rotas en muchas ocasiones. Algunos presentan heridas a medio curar, golpes que hacen mella en su agilidad. Los que sufrieron daños más graves no han sobrevivido. Shabná ha visto morir a muchas más personas de las que jamás habría imaginado que sería capaz de ver, pero las lágrimas ya se han secado y el llanto se queda oculto tras la desolación. Ya no puede llorarles, ya la pena es tan grande que ni siquiera puede procesarla.

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