DIEZ

45 11 3
                                    

El abrazo dura más de lo que debería, pero ninguno de los dos decimos nada. Nos separamos y observo a la gente de aquella sala, busco caras conocidas, pero no hay ninguna, ¿qué esperaba?

Es una sala de reuniones, con una gran mesa y unas siete u ocho personas a su alrededor. Hay una pizarra en el fondo y decenas de notas pegadas en las paredes. Una vieja radio también yace en la sala, con la pintura desconchada y la pantalla vieja y algo resquebrajada. Desde ahí reciben todos los mensajes, de ahí es desde donde escuchan, aquí es desde donde se envía el mensaje de esperanza.

También hay pantallas que proyectan imágenes borrosas. Me acerco a ellas y reconozco a Fiko tumbado, durmiendo en lo que parece una jaula. Poso mi mano sobre la pantalla y miro al canino.

—Cuando llegué a Arcad me obligaron a dejarlo en las granjas —susurra Hyo—. Querían matarlo, por suerte hay algunos ganaderos que son amigos. Lo están cuidando bien, no te preocupes.

Su explicación me tranquiliza un poco, al menos Fiko está bien. Al menos algo dentro de todo este caos está bien. Me giro hacia Hyo y lo observo durante unos instantes demasiado largos.

No he tenido tiempo siquiera para procesar que él está aquí. Hyo ha llegado como nosotros a este sitio. No se ha rendido, no se ha quedado en las ruinas. Ha venido. Y cuando he pedido ayuda, él ha sido quien ha estado sosteniéndome. Me ha perdonado por lo que le hice, ha seguido queriéndome después de todo.

—¿Cómo llegaste? —le pregunto con suavidad.

—Aproveché que no sabían nada de mí para solicitar un transporte... Pude fingir un tiempo, hasta que llegó Misuk y me delató. Tuve que huir... Pero es una historia muy larga.

Baja la cabeza triste y suspira. Le miro y acaricio su mejilla.

—Puedes contármela —susurro.

Él mira a nuestro alrededor algo nervioso. Mira a las otras personas de la sala. Comprendo que no quiere explicármelo, al menos no ahora. Pero sé por su mirada que no está orgulloso de lo que ha tenido que hacer.

—Entiendo —contesto a una frase que él no ha formulado. Hyo me lo agradece con la mirada y carraspea.

—Allí pude averiguar un poco más de qué está detrás de todo esto...

—Pensaba que ya lo sabías —alzo una ceja ligeramente confundida

Sacude la cabeza

—A mí no me explicaban nada... Sabía del mundo que nos rodeaba, de la guerra... Ahora además recuerdo a... mis padres —dice esto último con un hilo de voz—. Pero a mí tan solo me encomendaban mi misión y... me desactivaban —me mira—, era lo que más deseaba... que me desactivaran para siempre y no tener que pensar...

Le pongo el índice en los labios.

—No hace falta que sigas recordando si no quieres.

—Está bien... Pero creo que es necesario que sepas todo lo que tiene que ver con las ciudades y... por qué tú eres tan especial. Tal vez quieras poder hablar en un sitio más tranquilo —añade en voz queda.

Miro a mi alrededor y asiento. Hyo se despide de las personas que hay en la sala y me coge de la mano. Me guía por diversos pasillos de cemento hasta que llegamos a una salita con una mesilla y dos sofás viejos. En las paredes hay dibujos y una pantalla algo resquebrajada.

—Este sitio antes era un barrio de la ciudad —explica Hyo al ver que miro alrededor—. Era algo parecido a un suburbio, aquí se concentraban la mayoría de marginados y las clases más bajas. Pero hubo una redada... Se llevaron a las familias, los metieron en centros donde les reformaron y les construyeron nuevas vidas. El Vínculo estableció su base aquí, una zona de la ciudad no controlada, una zona fantasma.

El Vínculo | Completa | HO 3 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora