Hyo II

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Un destello blanco cubre toda la ciudad y el estallido de la estática les obliga a taparse los oídos, saltan chispas blancas sobre los tejados de los edificios altos, las luces de los carteles titilan, algunos se mantienen, pero pocos son los que continúan funcionando. Tras la estática, la ciudad se sume en silencio. Desaparecen las voces, los gritos, los disparos. Todo se sume en un silencio únicamente interrumpido por el crepitar del fuego.

Pronto más sonidos rompen el insólito silencio: el viento que corre con fuerza y silba contra los edificios. La arena produciendo el ruido de suaves golpeteos contra el cemento y los ladrillos.

Y no solo es el ruido del entorno lo que cambia, la temperatura aumenta unos cuantos grados, la luz del sol cambia su coloración azul-blanquecina para bañarlo todo de dorado.

Todos observan atónitos lo que les rodea. Han dejado de pelear entre sí para observar con sus propios ojos el cielo azul. Los drones se han quedado aletargados, con sus leds parpadeantes buscando una señal desde la que puedan recibir órdenes.

Hyo comprende entonces que esos drones no han sido afectados por la Caja de Pandora, sino que los propios gobernantes de la ciudad han sido quienes los han enviado para matar a sus habitantes mientras ellos se mantenían seguros. Aprieta los puños y sacude la cabeza.

—¡Bastardos! —masculla para sí.

Y aunque las personas a su alrededor se mantienen confundidas, sorprendidas ante la caída del campo de fuerza, Hyo sabe que debe seguir hasta donde estaba el grupo que mandaron a la Zona Agrícola, necesita comprobar si hay heridos.

Corre sin llamar mucho la atención hasta llegar a una zona donde la temperatura es algo más baja gracias a las plantas y los árboles. Y los halla a todos formando un círculo alrededor de una chica. Se acerca. Unos cuantos le abrazan con mensajes de "lo hemos logrado", pero él se mantiene pendiente hasta que llega a la persona en el centro del círculo.

Es Áster. Está muerta.

Si fuera humano, la sensación que recorre el cuerpo de Hyo sería la de helársele la sangre. Observa el cuerpo de la niña, varias quemaduras eléctricas recorren su rostro y brazos. Un charco oscuro mancha la ropa que cubre sus costillas y un hilito del mismo color sale por su boca. Sus ojos están abiertos mostrando una mirada vacía.

—Ha empezado a convulsionar cuando el campo ha caído. Al intentar tocarla han saltado chispas y es cuando se ha desplomado —explica una chica.

—¡Era uno de ellos! ¡Mejor muerta que merodeando por ahí! —exclama uno de los hombres que ha abrazado a Hyo antes.

El androide coloca sus manos sobre la cara de la niña. Examina con cuidado el interior de su boca y escanea el resto de su cuerpo. Compara el escáner con el que le realizó en Sarbeik: sin duda son la misma persona, pero en este último escáner se muestra como gran parte del cuerpo de Áster era mecánico, sustituido tras quemaduras muy graves, incluyendo prácticamente la totalidad de su piel. Aprieta la mandíbula al comprender qué ocurre. Localiza en la base del cerebro de Áster los restos de un transmisor quemado por una sobrecarga eléctrica. Han estado utilizando a Áster como cebo. Ha sido un topo sin siquiera saberlo ella misma. Han usado a una niña inocente con ese fin, para saber qué hacía Yadei, para mantenerla controlada.

Solloza y desliza los dedos sobre los párpados de la niña para cerrarle os ojos.

—Deberíamos enterrarla —susurra la chica.

Hyo se levanta y mira a su alrededor. Examina el campo y los árboles con disposición artificial de la Zona Agrícola. No, enterrar a Áster en una ciudad no es lo que corresponde. La chica fue criada en el Exterior, ese es su lugar, es a donde pertenece, donde debe ser enterrada.

—Aquí no —susurra Hyo—, no dentro de la ciudad, este no es su lugar.

Desliza los brazos con cuidado por debajo del pequeño cuerpo de la chica y la alza entre sus brazos.

—¿Y ahora qué? —pregunta un niño tirándole del pantalón.

Hyo sabe que el niño se refiere a qué es lo que deben hacer ahora que el campo de fuerza ha caído, su sistema se ha desmoronado, sus vidas jamás volverán a ser las mismas. Deberán aprender a vivir en un mundo nuevo. Hyo frunce el ceño.

—Es hora de mostrarles que no le tenéis miedo al mundo Exterior.

* * *

Hyo camina con el cadáver de la niña en brazos hasta llevarla adonde se hallan los demás, junto a los restos del edificio derrumbado. Busca a Yadei con la mirada, pero no la encuentra. Busca a Leki y el resultado es el mismo. Deja el cuerpo de Áster en el suelo y les explica lo ocurrido a los demás, todos se muestran igual de enervados ante el uso tan inhumano que le dieron a la niña. Le informan del dron que secuestró a Yadei y que no han sabido nada de ella desde entonces.

—No es posible —le tiembla la voz.

Corre hacia las ruinas chillando el nombre de Yadei con la voz rota. La busca entre ellas como un desesperado, pero solo consigue encontrar más y más cemento resquebrajado con esquirlas de metal y cristal. Niega con la cabeza, Yadei no puede estar allí. Yadei tiene que estar viva. Lo necesita.

No puede imaginarse una vida sin ella, no puede seguir adelante sin Yadei. No cabe esa posibilidad en su mente. La ama demasiado como para imaginar un mundo sin ella.

En estos momentos desearía tener a Fiko a su lado para que le ayudara a localizarla. Sigue buscando sin hacer caso de los comentarios de nadie, simplemente adentrándose en las runas. Pero no hay rastro de ella.

Se derrumba dejándose caer sobre las rodillas y llora desconsolado. Agarra un trozo de cemento y lo pulveriza centre sus dedos. ¿De qué le sirve seguir adelante si no va a tener a esa chica sonriente y optimista a su lado? Sí, es cierto, ambos se hicieron mucho daño con mentiras que creyeron en su momento como piadosas, pero ya estaba arreglado. Volvían a ser ellos dos, unidos bajo un mismo objetivo, uno mucho mayor que ellos. Pero eso no le importa ahora. Lo único que le importa es que ahora ya no la tiene. Ahora ya no existe un ellos, un nosotros. ¿Quién le mostrará ahora qué es ser humano? ¿Quién le enseñará a comprender sus emociones? ¿Con quién compartirá sus miedos?

Son demasiadas preguntas que le abruman, sencillamente no es capaz de procesarlo. Yadei no puede haberse marchado. No, no puede estar muerta. No es posible. No. Es. Posible...

Una mano sobre su hombro le saca de sus cavilaciones. Vuelve su rostro desencajado hacia el anciano que le mira con bondad.

—Hijo mío —aprieta un poco su hombro—, la pérdida de Yadei es terrible... Pero no puedes derrumbarte ahora. Debes alzarte y ser el hombre que ella habría querido.

—Ni siquiera soy humano —replica en un sollozo.

El anciano eleva una leve sonrisa triste.

—Ni lo serás, pero podrás convertirte en un hombre más humano que cualquiera de los que te rodean. Ella vio ese potencial en ti, y con tan solo verte llorar su pérdida sé que lo que ella vio en ti es real.

—No... No puedo, no puedo seguir adelante sin ella.

El anciano alza las cejas con la pena reflejada en sus ojos.

—Lo sé hijo, lo sé. Sé cómo te sientes, ahora mismo te han arrebatado una parte de tu corazón.

—Todo... —interrumpe con un hilo de voz.

—Aunque parezca que te lo han arrebatado todo, una parte de ella sigue contigo. Los recuerdos nunca se marcharán, y mientras sigas recordándola, ella nunca se habrá ido del todo —suspira—. Sé que ahora mismo estas palabras las sientes como huecas, pero no es así. Cuando el duelo pase, comprenderás a qué me refiero.

Hyo se abraza al anciano y solloza con fuerza.

No quiero dejarla marchar.

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