Hyo

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—Eh chaval, no sé cómo tienes tiempo de hacer tantas cosas en un día —se ríe el anciano.

Hyo sonríe y se encoge de hombros, siempre ha sido polifacético. Lo atribuye todo también a su madre, que le enseñó a ser organizado. Cuando piensa en ella se entristece, la recuerda postrada en esa cama de hospital, luchando por sus últimos minutos de vida, intentando salir adelante por un hijo que se quedaría demasiado solo después de su muerte...

Suspira, la soledad siempre ha sido un constante en su vida. La soledad y el vacío, la eterna sensación de que nada le llena, de que hay un hambre voraz e insaciable muy dentro de su ser, pero el problema es que no sabe de qué alimentar ese vacío.

Yadei. Sí, ella ilumina un poco esa oscuridad, pero no del todo. Y eso le desasosiega, porque la quiere más que a nada en el mundo, pero aun así sigue sintiendo que falta algo. Tal vez solo les dé demasiadas vueltas a las cosas, tal vez solo tenga que disfrutar del momento y dejar de pensar tanto.

Suspira y sigue soldando con cuidado los cables, colgado del arnés que le asegura que no tendrá una fatal caída hacia el vacío. Bueno, quien dice vacío dice el pavimento por donde pasean los transeúntes varios metros más abajo.

Lleva varios días trabajando en una pantalla de un gran edificio. Parece que quien la instaló no se preocupó por asegurar demasiado los cables, tal vez pensara que sería algo temporal. El anciano le mira desde una de las ventanas del edificio. Ha tenido una agradable charla con ese señor de mirada compasiva, es uno de los que trabaja en la empresa, un oficinista mal pagado, como él mismo ha dicho.

Termina de soldar los últimos cables y entra a través de la ventana. Ahora solo falta subir a la azotea y desmontar el equipo. Otra de las cosas que también le demuestra que el edificio fue construido sin mucho esmero es que los últimos tramos de la escalera están descuidados, tanto que una parte incluso está partida y doblada produciendo un borde de metal peligroso. Se repite una y otra vez esto último y sube con cuidado. Pero justo antes de llegar, el anciano le llama, le lanza algo desde abajo y Hyo se tambalea para recogerlo, resbalando y clavándose parte del hierro en el lateral del muslo.

No profiere ningún chillido ni ningún grito de dolor, pero una sensación horrible se apodera de su pierna. Se aparta del hierro en cuanto puede y se lleva las manos a la herida, esperando que empiece a salir sangre. Pero lo que ocurre le desconcierta: en su piel se dibujan líneas oscuras, los bordes de la herida se empiezan a sellar y no hay ni el mínimo rastro de sangre.

—¿Pero qué?

Se remanga la camisa y, cerrando los ojos, pasa su antebrazo por el filo de metal. Otra herida se abre en su piel, pero ésta también se llena de líneas oscuras y empieza a sellarse con una rapidez sobrehumana.

Se levanta mirándose las manos, completamente perplejo y empieza a correr haciendo caso omiso de la voz del anciano que se preocupa por él. Corre bajando por las escaleras, mucho más rápido de lo que jamás habría pensado que podría, sin cansarse siquiera y sin tropezarse ni una sola vez. Sale a la calle y se queda mirando a los transeúntes que fijan extrañados su mirada en él. Se queda mirando fijamente a una niña y abre la boca sin decir nada cuando empiezan a aparecer datos en su visión, ve la edad de la niña, su temperatura, e incluso puede leer la herida que tiene en su rodilla, probablemente producida por caerse sobre arena.

No es hasta que la madre aparta a la niña que Hyo no reacciona. Con la respiración agitada vuelve a mirar sus manos y empieza a recibir datos de su propio cuerpo... De sus sistemas, sus órganos sintéticos, inhumanos, mecánicos...

Es un androide.

Y ese pensamiento le desconcierta tanto que no se da cuenta que está cruzando por el mismo lugar que ha de pasar el tranvía y de que éste está pitando para que se aparte. Hyo lo ve llegar y es incapaz de reaccionar. Siente el impacto del vehículo que lo impulsa al mismo tiempo que produce un frenazo y lo tira al suelo, pero no siente dolor.

El Vínculo | Completa | HO 3 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora