TRES

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No pasa mucho rato cuando me doy cuenta de que mi aspecto no encaja para nada con este entorno. Todas las personas que veo visten de forma estrafalaria, con peinados multicolor, tatuajes de henna, lentillas brillantes. Me recuerdan a los pocos dibujos que se guardaron de la época antes de la guerra, en los que los humanos anteriores representaban el futuro.

Las primeras en acercarse a mí son dos mujeres. Son tan idénticas que parecen clones. Rubias, con el cabello recogido en una coleta demasiado apretada, camisa de un tono rojo chillón, torera de cuero y tacones trasparentes. Para mi sorpresa no llevan ni una pizca de maquillaje.

—Tú vienes con el chico, ¿no? —pregunta una.

—Málika dijo que llegaría dentro de poco. Y esta es nueva. Lleva la misma ropa.

Yo entrecierro los ojos, claramente molesta porque hablen de mí como si yo no estuviera.

—¿Quiénes sois? ¿Quién es Málika?

Por fin, una de las chicas se gira hacia mí. Masca un chicle con desgano. Se señala la cabeza.

—Málika es la chica del cabello rapado. La auxiliar del centro.

—Nosotras se supone que teníamos que recibirte —continúa la otra—. Eso si eres la chica, claro.

Su hermana (porque concluyo que serán gemelas) me señala las trenzas.

—No creo que sea una agente del gobierno. Esas trenzas llevan mucho tiempo hechas. En un momento no se consiguen. Tiene que ser ella.

Aprieto los puños ligeramente, porque siguen hablando de mí como si yo no fuera más que un pelele.

—Claro que soy yo. Yadei —replico enfadada—. Y el otro chico es Yaroc, ¿está aquí? —añado con un hilo de voz.

Ambas asienten y suspiro. Me explican que llegó hace unos días, Málika le estuvo buscando por la ciudad, al parecer se escondió en las zonas de procesado de residuos y desde allí intentó averiguar información. Por poco le pillan. Las gemelas me guían por la plaza, torcemos por varios pasillos y bajamos escaleras. Aquí ya no suena música, ristras de leds blancos iluminan las paredes y pequeñas estancias se abren camino entre la roca. Llegamos hasta una habitación grande, plagada de ordenadores y cables, con una camilla metálica en el centro y muchas pantallas que muestran datos que no alcanzo a comprender. Las gemelas se despiden de mí aquí y me quedo sola en el habitáculo. Me adentro un poco más y descubro a Yaroc sentado en un banco, con los brazos en las rodillas y mirando al suelo.

Tarda un rato en percatarse de mi presencia. Alza la mirada y abre mucho los ojos. Yo extiendo los brazos y dibujo una sonrisa torcida en mi rostro. Yaroc se levanta y renquea hasta mí, aún sorprendido.

—¡Yadei! —suelta una risa nerviosa seguida por una mueca.

—Siento como si hubiera pasado una eternidad.

—¿Así que tú eres Yadei? Te imaginaba diferente —una voz ronca me sobresalta. Me giro al instante hacia su dueño.

Es un hombre menudo, con el cabello canoso mal peinado y barba mal recortada. Tiene la mirada de un genio. Me examina con meticulosidad.

—Ah, Yadei, este es Número. Es un, uhm... hecker —sonrío al ver que no sabe pronunciar bien la palabra—. Te quitará el paralizador de tus nanobots. Puedes fiarte de él.

Observo al hombrecillo, algo insegura. Su forma de mirar alrededor me recuerda a cuando mamá está diseñando algún traje. Le doy vueltas al asunto, aún no me fío de Yaroc del todo, y mucho menos de Número, no sé quién es, ni qué hace, ni qué es este sitio.

El Vínculo | Completa | HO 3 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora