QUINCE

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La ciudad se desdibuja ante mí y me doy cuenta de que realmente no conozco estas calles, todos los edificios son nuevos para mí. Toda la información que hasta hace unas horas estaba tan clara en mi cabeza parece haber quedado atrás. Me descubro corriendo por unos barrios llenos de gente que camina monótona, edificios cubiertos de humedad y óxido, vendedores ambulantes, grafitis y anuncios luminosos. El aire es más denso aquí, los recicladores de aire que se hallan cada pocos edificios parecen viejos, no filtran bien la polución y hacen mucho ruido... O tal vez sea la gente quien hace todo ese ruido.

Pocos son los que reparan en mí, y la mayoría tan solo fijan unos segundos su mirada en una chica confundida. Quiero preguntarles, pedirles que me digan dónde estamos, qué ciudad es esta, pero sé que no conseguiría nada, tan solo miradas extrañas. No se sale ni se entra de ninguna ciudad desde que se nace, preguntar no tendría sentido.

Después de varios minutos que se me hacen eternos, paro de correr. Cojo aire y me quedo observando un puesto donde venden aparatos electrónicos reacondicionados. Con echarles un vistazo rápido ya soy capaz de ver que realmente son modelos viejos probablemente originarios de la basura. Aun así, mis ojos van de un dispositivo a otro, mientras el vendedor se queda mirándome con una clara sonrisa de orgullo.

Es entonces cuando una mano me rodea el brazo. Mi primera reacción es zafarme y golpear sin querer a la persona, que se queja de forma sonora. Me quedo mirando en pose de defensa a una chica de cabello brillante como el bronce. Tiene la piel canela cubierta por pecas y ropa ajustada dibuja su esbelta figura. Se sujeta la mejilla donde empieza a formarse una mancha rojiza por mi golpe. En sus orejas luce varios pendientes y piercings, pero los que me llaman la atención son unos círculos con dos láminas de metal hacia dentro, mirando hacia lados opuestos.

—¡Perdona! —me disculpo, y también miro a la pequeña multitud que observa curiosa la situación.

La chica hace un gesto restándole importancia.

—No, las disculpas son mías, he aparecido de repente —suelta una leve carcajada, tiene una voz aflautada, probablemente sea de mi edad. Me mira detenidamente, fijándose sobre todo en mis ojos y mi cicatriz. Continúa hablando en un susurro—: Eres la chica del vídeo, ¿verdad?

Tardo unos instantes en saber a qué vídeo se refiere, pero entonces recuerdo la lada rota y mi mensaje de condena.

—Creo que sí —mastico las palabras.

—¿Crees?

—Soy yo, pero no recuerdo nada de eso —mentira, realmente sí lo recuerdo, sé que esas palabras son mías, que son genuinas y tengo la sensación de saber que la razón por las que las dije era una preocupación real.

—Caminemos —me hace un gesto con la mano para que le acompañe y yo la sigo—. Han pasado dos meses desde entonces.

Me quedo completamente petrificada. ¿Dos meses? ¿Cómo es eso posible? Aunque no recuerde haber pronunciado esas palabras, sé que eran reales, que la humanidad iba a ser exterminada en menos de tres días.

—Después que ese mensaje se transmitiera por todas y cada una de las pantallas... estalló un caos terrible. Ya había gente que conocía el Vínculo, y muchos hicieron caso del mensaje. Muchos os creyeron y se rebelaron contra el gobierno, hubieron reyertas por las calles y la situación empezó a ser muy tensa —se calla unos segundos para respirar y quedarse en frente de un puesto de comida. Agarra una cajita con dulces de arroz y paga con su huella. Empieza a comerse los pastelitos melosos lentamente. Habla con la boca llena—. Entonces el gobierno empezó a decir que el mensaje era falso, que era una mentira del Vínculo, de los Marginados, que la humanidad estaba segura, etc, etc.

El Vínculo | Completa | HO 3 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora