✨ Capítulo Cuarenta Y Uno.

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Capítulo Cuarenta y uno.

La sensación de mariposas y éxtasis puro no menguaba

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La sensación de mariposas y éxtasis puro no menguaba. Aferrados al otro, en un ligero —casi tímido— compás de besos, ninguno estaba dispuesto a separarse, no ahora. Ese era el momento en que ambos se habían dado cuenta de que sus sentimientos por el otro eran más fuertes de lo esperado, casi imposible de ignorar lo que sentían ahora que lo sabían, todo era tan claro que incluso ahora que compartían un beso que lo decía todo, se sentía como si fuera un sueño del cual podrían despertar en cualquier momento.

Draco se alejó por unos escasos centímetros, respirando a un ritmo fuera de lo normal, con las mejillas rojas y los ojos entrecerrados, casi hipnotizado por lo recién acontecido. Harry se dedicó a recuperar el aire que le había faltado, admirando el rostro del rubio, sin dejar de acariciar sus mejillas sonrojadas con ternura, bajó la mirada algo avergonzado al repasar el beso en su memoria, no podía ser más feliz de lo que lo era ahora, dejó caer su cabeza sobre el hombro que tenía frente a él, evitando que su radiante sonrisa fuera vista por ojos ajenos.

—Draco.

El rubio emitió un pequeño sonido en señal de que lo escuchaba, envolvió sus brazos alrededor de la nuca del moreno, brindando caricias leves, enredando sus dedos entre los cabellos desordenados, casi parecía que no se habían separado ni un solo centímetro. En modo automático, y sin sentirse para nada incómodo, Draco se dejaba llevar por la situación.

O al menos así fue hasta que vio algo que lo obligó a saltar del susto, algo que en específico voló por sobre sus cabezas.

Como tenía sus brazos enlazados en el cuello del moreno, ocasionó que con el tirón que había dado, Harry se desestabilizara, se enredaron con sus propias extremidades y ambos cayeran de imprevisto al suelo. Tuvieron la mala suerte de caer justo a un lado del gran sillón de la sala de estar, no sobre él, a un lado en específico de él.

Emitieron quejidos de dolor.

Harry al sentir el pequeño vértigo, de manera instintiva había protegido la cabeza de Draco en la caída, para evitar que se lastimara. Tratando de no aplastar al rubio con su peso —ya que Draco se había dejado llevar por la caída hacia atrás— tuvo que hacer un esfuerzo para evitar ceder a caer, resistiendo con su mano derecha y sus dos piernas a cada lado del torso del rubio, pues eran su único soporte en el suelo que evitaban su caída directa sobre el cuerpo contrario.

Draco, acorralado, sonrojado y apenado por su reaccionar, se cubrió el rostro con sus manos, ahogando un quejido en el proceso. Estaba de más mencionar que estaba rojo hasta las orejas, tener a Harry sobre él, en una posición lo suficientemente comprometedora como esa, era una de las razones, la otra era lo ridículo que se sentía por haberse asustado por algo tan banal.

—Ridículos pavos —espetó al apartar las manos de su rostro.

Harry confundido por sus palabras, levantó la mirada, y enseguida entendió a que se refería. Los pavos del lugar acostumbraban pasear por toda la mansión y el inmenso jardín, acostumbraban subirse a los árboles y dejarse caer de ellos con una gracia envidiable, como si el aire los elevara para lucir su majestuoso plumaje. Pero como no eran unos pavos normales y tenían una gran mansión a su disposición, aparte de los árboles les gustaba subir por las grandes escaleras del lugar, subirse a las más altas ventanas y dejarse caer del barandal directo al precipicio.

El Divorcio De Los MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora