✨ Capítulo Veintiocho.

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Capítulo Veintiocho.

Draco salió de su habitación a plena madrugada, o al menos supuso que era alrededor de las cuatro o cinco de la mañana

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Draco salió de su habitación a plena madrugada, o al menos supuso que era alrededor de las cuatro o cinco de la mañana. La Mansión Malfoy estaba en un ambiente oscuro, sus padres tenían la costumbre de cerrar las cortinas de todas las ventanas, pues a la mañana siguiente los elfos se encargarían de abrir y levantar las elegantes telas que poseían. Era una acción que a Draco le gustaba personalmente, no era de los que disfrutaba despertar con luz en su rostro, lo ponía de mal humor. Sin mencionar que todos estos años viviendo en las mazmorras de Hogwarts —donde cabe aclarar no entraba mucha luz solar—, había aportado a su costumbre de dormir en plena oscuridad.

Asegurándose de no tropezar —ya que no veía lo que tenía por delante—, Draco se tomó su tiempo para bajar las interminables escaleras, no quería rodar por ellas. Con la mano en su varita, lo único que impedía que chocará con las paredes era el pequeño y tenue lumos que iluminaba su caminata.

Se reclamaba a sí mismo su buena acción del día, fácilmente podía haber llamado a un elfo para que este atendiera su pequeña exigencia. Pero habían llegado a un acuerdo con su tío Regulus; no podían molestar a los elfos antes de que salga el sol, a menos que fuera una gran emergencia. Y lastimosamente, Draco había aceptado y había convencido a sus padres para seguir con esa rutina.

Sólo hace unos momentos había tenido un pequeño antojo, y sabía que no se detendría hasta saciar aquello, lo que no le dio más opción que bajar en busca de una manzana verde.

Cauteloso y sigiloso, se aseguraba de no cometer ruido alguno.

Se sujetó firmemente de la barandilla de la escalera, cuando llegó a su fin, intentó iluminar más allá del pasillo.

El inconfundible aleteo de un ave alertó sus sentidos. Draco se sobresaltó ante el repentino ruido no provocado.

—Malditas aves —protestó molesto—. Si me entero que andan por aquí las convertiré en mi cena.

No sería la primera vez que los pavos albinos se paseaban por la Mansión, siempre caminando con elegancia, creyéndose los dueños de todo lo que sus plumas tocaban.

—Aves ridículas —les dijo apenas los vio.

Aún con la oscuridad presente en el lugar, no fue difícil notar a las extravagantes aves en medio de la sala, su plumaje blanco era capaz de opacar a la noche. Los pavos mantuvieron la mirada en el chico rubio que había ingresado a sus dominios. Draco podía asegurar que de ser posible esos pavos habían heredado la arrogancia que solo sus padres expresaban.

El sonido de otro aleteo, uno más delicado, llamó su atención. Una lechuza que había ingresado a la Mansión, dejó un sobre y tan rápido como llegó, se fue sin esperar una respuesta.

El Divorcio De Los MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora