Últimos pensamientos

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Sara

La mujer dejaba salir leves quejidos. En realidad quería gritar a los cuatro vientos el dolor que corría por todo su cuerpo, pero no podía. Quería reír de frustración, quería ser salvada, quería pararse y maldecir al mundo entero, a ese acosador, a la vida misma. No podía. No le quedaba de otra, más que quedarse tirada en medio de la calle, mientras el mundo entero seguía avanzando.

— ¡Alguien llame a una ambulancia!— Fue lo último que alcanzó a escuchar, antes de que su visión se volviera borrosa.

Y silencio. Nunca en su vida había estado en una situación así. Incluso en los lugares más solitarios uno puede escuchar el viento, de algún animal, o de algo a los lejos. Por primera vez no escuchaba absolutamente nada. En medio de todo eso, no pudo evitar pensar en todo lo que vivió: Una típica historia de una huérfana que trató de mejorar sus condiciones de vida a pesar de las adversidades. Si ella fuera la protagonista de algún cuento, de seguro hubiera tenido mucho éxito en la vida, incluso formado una familia; ese no era el caso por desgracia.

Vivió una vida normal. Lo más emocionante que vivió fue cuando a sus veintitantos años decidió buscar a su familia biológica; algo de lo que siempre se arrepintió. 

Sobre sus relaciones, no tenía más que compañeros de trabajo o conocidos. Hubo un tiempo donde buscó desesperadamente el amor, pero ninguna de sus relaciones terminó bien. Así que decidió dejar de buscar, y la vida de soltera no le iba mal. 

Tal vez, lo que más lamentaba, es que nadie lloraría por su muerte. ¿Su acosador lo haría? Lo dudaba, esperaba que ese tipo no tratara de seguirla en la muerte. ¿Sus compañeros de trabajo? Podrían quedar impactados por la noticia, pero al no ser cercana con ninguno de ellos, no tardarían en superarla. Puede que termine siendo una noticia pequeña en los medios, puede que no. Extraño. Nunca lo había pensado. La sensación de ser olvidada, sin siquiera dejar una huella, era algo aterradora. Y ahora, por más que se lamentara, ya nada podía hacerse.

—' Si tan sólo no hubiera salido hoy. Si tan sólo no hubiera huido de aquel hombre, o si hubiera corrido a otra dirección, tal vez... tal vez, habría hecho algo' .

Y así, después de ser atropellada por un camión al intentar huir de un acosador; la mujer de 40 años, conocida como Sara, dejó este mundo. 

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Romina

La mano que sostenía el cuchillo no dejaba de temblar. Su hermoso vestido, sus zapatos, sus manos, su cara. Todo estaba empapado de sangre.

Lejos de sentirse asqueada, estaba feliz. No era cualquier sangre. Era la sangre de su amado, el amor de su vida. El príncipe Otto.

Miró a su amado en el suelo, todavía respiraba, pero sabía que no duraría más tiempo. Se acercó a él, se tenía que asegurar que ella sería lo último que vería, que su mente sólo existiera ella y nadie más que ella.

Notó que Otto, torpemente, trataba de escapar de sus brazos. Que pena que no tuviera fuerzas suficientes para lograrlo. Romina lo obligó a mirarlo. Tomando con fuerza su cara, pegó sus labios con los suyos. Probablemente ese sería su último beso. Los labios del joven príncipe estaban perdiendo su calor, su aliento cada vez era más lento. Pero a Romina no le importó, sólo quería que dejara escapar su último aliento entrara a sus pulmones, de repente sintió un sabor conocido y metálico.

Un beso sabor a sangre.

No pudo evitar sentirse exitada. Si Otto no estuviera al borde de la muerte, podría hacer más cosas con él. Claro, tampoco tenía problema de hacerlo con su cadáver, pero la idea de tenerlo bajo ella mientras estuviera consiente le atraía más. Debió pensar mejor éso antes de apuñalarlo una y otra vez. No modo.

— ¡¡HABRAN LA PUERTA!!

Por lo visto, los encontraron. Nunca le gustó que interfirieran en su tiempo con su prometido. Probablemente fue la zorra de Brisa. Siempre le fue fácil manipular a las personas, manipuló a su familia para que hicieran todo lo que quisieran. Manipuló a la familia real. Manipuló a la Corte y a la población. Todos la veían como la mujer perfecta. La que debía ser la futura Reina. Nadie entendía el por qué el príncipe Otto temblaba y ponía una expresión de terror y temblaba cuando su Prometida se encontraba cerca. Quién diría que era porque conocía la naturaleza de esa mujer mejor que nadie. Quién diría que Otto mantenía distancia con la sociedad y sus dos queridos hermanos, no porque los odiara, sino para protegerlos. Quién diría que Otto era sólo una víctima de la obsesión de la "Rosa de la Sociedad".

La única persona que le creyó, fue la señorita Brisa. Hija de un Barón. Ella siempre se le hizo sospechosa la relación de ambos. ¡De seguro sólo quería quitarle a Otto! ¿O por qué se quedaría a pesar de todas las amenazas? ¡La maldita zorra! Cuando empezó a obtener pruebas de sus crímenes, Romina no dudó, y secuestró al príncipe. Vivieron tranquilos por unos meses, incluso si Otto se resistió al principio, no tardó en perder su voluntad de luchar, y se volvió su adorable muñeco.

Pero alguien tenía que intervenir, como siempre.

—¡¡ROMINA INGRID!! ¡¡ABRA LA PUERTA EN NOMBRE DEL PRÍNCIPE VLADIK!!

Incluso el príncipe heredero estaba aquí.

La puerta empezó a ser golpeada con más fuerza, no tardarían en derribar la, y al hacerlo, le quitarían a Otto. ¡NO! ¡NO SE LOS IBA A PERMITIR!

— ¡Mi amado! ¡Mi tesoro! ¡No dejaré que te separen de mí! ¡Si no podemos estar juntos en el plano físico, lo estaremos en el espiritual!

Romina no lo dudó, se empezó a apuñalarlo repetidamente. Sabía que una no bastaría. Una. Dos. Tres. Seis. Diez. Ahora su sangre se convino con la de Otto, era una escena tan hermosa. Al ya no tener fuerzas, se aferró al ya cadáver de su amado. Ya cuando el príncipe heredero y sus hombres entraran, ya sería demasiado tarde.

'Otto. Por fin. Me siento en paz. Por fin soy feliz.'

Y así. Dejándose llevar por su insana obsesión. La adorada hija del Duque Ingrid, de veinte años, conocida como Romina, dejó este mundo.

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Continuará.

Típica Reencarnación a una VillanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora