Reunión Con El Cuarto Príncipe.

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Por suerte, conseguir una cita no fue difícil. Pensé que al odiar a Romina, y después de haber tenido una pelea, el príncipe se negaría a verme. Aunque, pensándolo bien, éso sería raro.

Según los recuerdos de Romina, Otto es un prometido bastante obediente, en especial después de varios incidentes y amenazas de su Prometida. Él prefiere evitar que se repitan esos incidentes, y cumplir con todo lo que diga. Aunque algunos recuerdos son extraños, en especial en los que Otto intercambia palabras con otra persona. ¿Cómo describirlos? ¿Como cuando una televisión recibe mala señal, se ve todo borroso y el audio se escucha extraño?... Sí, creo que es la mejor forma de explicarlo.

— Mi Señorita, hemos llegado.

La puerta del carruaje es abierta por un joven de cabello blanco. Era el secuas, digo, guardia personal de Romina, Gastón.

En la novela, Gastón tuvo un papel importante. Seguía ciegamente a su maestra, y si llegaba a tener una duda, sólo bastaban con unas lágrimas de cocodrilo y una frase como: "Entiendo si no quieres, pero... Esa persona... Me... ¡No puedo decirlo! ¡Lo siento!" Así los sentidos protectores y justicieros del caballero se activaban, y cumplía sus órdenes.

—'Si supieras a cuanta gente inocente has acabado con tus propias manos. No, será mejor no decir nada. Terminaría destrozado. Justo como ocurrió en la novela.ʼ

Sin duda, Romina es el tipo de persona que Sara odia.

Ambos fuimos bien recibidos por los guardias y la servidumbre, no es de extrañar. Incluso si no fuera la Prometida de uno de los príncipes, le seguirían dando el mismo trato. La reputación de Romina es bastante buena.

Conocida como una joven dulce, de buen corazón y carácter. Alguien que siempre piensa en los demás, tratando a todos por igual. ¡Una persona tan pura! ¡Tonterías! La única razón por la cual "trata a todos por igual", es porque en los ojos de Romina, todos son basura.

Sé que técnicamente debería estar feliz de no ser alguien de baja reputación, pero, no puedo evitar sentirme mal.

Mis pensamientos son interrumpidos por unos pasos, como si alguien estuviera corriendo. Una puerta se abre, y ahí está, mi prometido, el cuarto príncipe, Otto.

— Bienvenida Lady Romina. Perdone mi tardanza.

— Por favor, alteza, no se incline ante mí. Yo fui quien pidió reunirse con usted en tan poco tiempo.

Después de una reverencia, miro al joven frente a mi. Es más alto que yo, pero no llega a la altura de mi hermano o de Gastón. Su piel es ligeramente más bronceada que los demás miembros de la familia real. Otra cosa que lo diferencia de su familia, son sus ojos; su padre y sus hermanos son como esmeraldas, en cambio, los suyos son marrones. Es obvio que los genes de la tercera concubina resaltaron más en él que los del mismo rey.

Gentilmente, me ofrece su brazo para escoltar me, yo acepto. Probablemente sea la última vez que lo haga, por alguna razón, ese pensamiento hizo que mi ánimo bajara un poco.

§§§

Después de tomar un poco de té, y comer un par de bocadillos, decidí que era hora de hablar.

— Su alteza. Rompamos nuestro compromiso.

...

De acuerdo. ¿Por qué parece que el mundo dejó de girar?

Abro los ojos y miro a mi alrededor. Los criados están completamente inmobiles, me miran de forma extraña. Incluso Gastón, que está parado en una esquina, tiene una expresión que en sueños le hubiera dedicado a Romina; como si estuviera preguntando si estoy loca. Mientras que Otto...

— Lady Romina. ¿Está segura de lo que dice? — dijo después de un incómodo silencio.

— Sí alteza. Yo... Ya no estoy enamorada de usted. — mi garganta se empieza a sentir seca, pero sigo hablando. — Por lo tanto, no veo ningún motivo para seguir juntos.

...

Nuevamente, un silencio incómodo. Y ahora, tengo ganas de volver el tiempo tan sólo unos segundos. ¿“Ya no estoy enamorada de usted” ? ¿Por qué dije éso? ¿Cómo puedo romper un compromiso con una excusa así de patética? Aquí, es muy extraño que un compromiso no sea por razones políticas, ¡el amor no tiene nada que ver! ¡Me siento tan estúpida ahora!

— ¿Está segura de lo que está diciendo? — cuestionó el príncipe. Supongo que es tarde para retractarse, así que respondo un: “Sí”. Él sólo suspira y le pide a uno de los criados que mande a llamar al canciller, si es que no está ocupado, y que traiga los documentos. — Si las cosas son así, no hay nada que yo pueda hacer.

El canciller no tardó en llegar. Los bocadillos y el té fueron removidos de la mesa, siendo sustituidos por un frasco de tinta con dos plumas y unos documentos.

— Alteza. Déjeme recordarle que no puede pedir algo así como así. Su compromiso sólo se puede romper sólo si la señorita está de acuerdo. Es una de las cláusulas.

— No tiene que preocuparse, Canciller. Yo solicité la ruptura.

— ¿Qué? Pero, señorita...

— Firmo aquí. ¿Verdad?

— Sí pero...

Ya no dejé que hablara. Después de leer el documento y su copia, tomé la pluma y puse mi firma en ambos. Se lo pasé a Otto, y este hizo lo mismo.

— Todos aquí, son testigos. La Señorita Ingrid fue la que pidió la ruptura. ¿No es así, canciller? — el canciller se veía algo pálido. No sólo él. Creo que todos los presentes estaban más afectados por la ruptura que el príncipe y yo. — Señorita Ingrid, le deseo la felicidad y que encuentre a un hombre que pueda hacerla realmente feliz — El príncipe se levantó de su asiento, y me tendió la mano.

— Gracias su alteza. Yo le deseo lo mismo. — también me levanto y estrecho su mano. — Sí me disculpa, tengo que retirarme.

— La escoltaré a su carruaje.

— No se preocupe Alteza. No es necesario. Muchas gracias por todo.

Salgo junto a Gastón de la habitación. Es extraño, siento tanto una sensación de libertad, pero mi corazón pesa un poco. ¿Son los sentimientos de Romina? Supongo.

Además. Creo que no esperaba que fuera muy fácil. Por lo que no puedo evitar preguntarme: ¿Y ahora qué?

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Continuará.

Típica Reencarnación a una VillanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora