Las Penas De Gastón

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El joven apenas podía comer, apenas podía dormir, apenas podía entrenar, apenas podía hacer cualquier cosa. Su maestra, su única razón de ser, de vivir, había tenido un accidente. ¡¿Cómo había sido posible?! ¡¿Qué era lo que había pasado?! No le quisieron dar detalles al respecto. Tampoco le habían permitido verla, o siquiera acercarse al dormitorio de la señorita. Lo único que lo podía calmar, era la noticia que ella ya había abierto los ojos, y que su familia está a su lado.

— 'Acaso ... ¿Fue mi culpa?' Él no estuvo ahí para protegerla, había fallado; todos estos años de duro entrenamiento, y había fallado. — '¿Y si acabo con mi vida? ¿Será la única forma de expiar mis pecados? Sólo soy un ser asqueroso, después de todo.' El pobre escolta se sentía deprimido.

No recuerda mucho de su infancia, tampoco quiere pensar en ella. Pero las marcas de aquel látigo que se estrellaba contra su espalda jamás será capaz de olvidarlas. Él no era el hijo de algún noble, o un simple plebeyo, era un huérfano, hijo de unos simples esclavos. La mayor parte de todos esos horribles recuerdos han sido bloqueados, encerrados en una esquina de su mente; algunas veces salen para atormentar lo en pesadillas, que por suerte, logran acabar cuando vuelve a la realidad. Ni siquiera está seguro cómo lo logra. Algunas veces tiene miedo de no volver a despertar, que el verdadero sueño sea este. Que haya perdido por completo la cabeza y que su vida como caballero y escolta sea una simple mentira, una ilusión causada por él mismo para poder sobrellevar todo ese sufrimiento.

'No. Esto es la realidad. Recuerda. La señorita te salvó.'

Cierto. Su querida señorita. En los momentos más oscuros, apareció aquella luz que iluminó su camino. Dándole esperanza, su primera amiga. Una niña que se cubría la cara para jugar con él, o darle algo de comida, curar sus heridas; aunque, siempre se negaba a darle su nombre. Tiempo después, fue llevado al Ducado, y ahí descubrió el nombre de la niña: Romina Ingrid. Ya no estaba vestida con arapos, ya se dejaba ver la cara; en lugar de bajar la cabeza, se paraba derecha y con gracia; ahora ella no sólo le daba comida, sino techo, un apellido, un propósito. Pensó que así estaría feliz. Hasta que lo conoció, a su enemigo jurado:

El Cuarto Príncipe.

Un niño patético y aburrido, que ni merecía el título de príncipe. ¡¡Ese irrespetuoso, irresponsable, narizón y cejon!! ¡¿CÓMO ES QUE DE TODOS LOS HOMBRES EXISTENTES, LA SEÑORITA LE ENTREGÓ SU CORAZÓN A ESA PATÉTICA EXCUSA DE PRÍNCIPE?! Ni siquiera era un chico guapo, era de los más feos que había visto en su vida. Pero... Si su señorita era feliz, ¿quién era él para intervenir en la felicidad de persona que más quiere en el mundo. Pensó que estaría feliz con sólo verla sonreír. Pero no. El Cuarto Príncipe no le correspondía, ¡lo que provocó que se frustrara más! ¡¿CÓMO ERA POSIBLE?! ¡¡ÉSE IDIOTA TENÍA EL CORAZÓN DE UNA DE LAS JÓVENES MÁS HERMOSAS DE TODO EL REINO!! Y para el colmo, no hizo ningún esfuerzo para evitar que rompieran con él, ¿no se daba cuenta que la Señorita quería que la detuviera? ¿No se daba cuenta que era una prueba para ver si la amaba? ¡¿NO SE DABA CUENTA DE LO AFORTUNADO QUÉ ERA?! ¡¡LO QUE DARÍA ÉL POR ESTAR EN SU LUGAR!!

'No puedes. Eres un simple esclavo, ella es una noble. Jamás pasará... Jamás.'

Cierto. Una de las posibles razones por las que no lo dejaban estar a su lado en un momento tan importante. ¡Mientras que ese bueno para nada prometido...! Ex prometido suyo, no viene a visitarla, ni tampoco le manda una carta, o algún regalo; mínimo que le mandara una carta. En cambió, esta mañana vio saludar a la hija del Barón Cánace, la conversación sólo duró unos segundos, segundos que bastaron para hacerlo enojar. Ese maldito, ¿quién se creía, hablando con otras personas, cuando su prome... Ex Prometida estaba sufriendo?

La pobre señorita, sufriendo la indiferencia de su amado. No podía imaginar cuánto dolor almacenaba tan frágil corazón. Tan pura, tan buena, tan perfecta. ¿De verdad podía existir alguien en este mundo que no la amara?

¿Qué es lo que él podría hacer? ¿Cómo alguien como él podría traer los sentimientos de su señorita a la justicia? Él sólo era su caballero escolta... ¡ÉSO! ¡Podía funcionar!

— ¡Prepárate, Príncipe Otto! ¡Mañana sentirás la furia de mil soles!

§§§

Mientras tanto, en el castillo, el cuarto príncipe sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal. ¿Qué había sido eso? ¿Entraron más asesinos en su habitación? No, no siente ninguna presencia. Por si las dudas, revisa en cada mueble y esquina. No hay nada. Seguro que no está de más ponerle llave al balcón. Pero a pesar de éso, se sigue sintiendo intranquilo.

— Algo anda mal. – no sabía por qué, pero tenía un mal presentimiento.

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Continuará.

Típica Reencarnación a una VillanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora