Éticamente hablando, te quiero— “Solemos pagar con una persona la deuda que nos quedó con otra”.
Evangeline Daxton.
La casa —mejor dicho—, la mansión de la señora Silver es demasiado gigante y hermosa, y los jardines están decorados con sobrios globos blancos y jarrones con flores. Bajamos del auto y el chofer se aleja para estacionarlo. Caminamos en silencio, el señor Silver por seriedad y yo por el nerviosismo. Cuando toca la puerta, nos recibe un mayordomo, que con reverencias, nos hace pasar hasta un inmaculado salón de baile lleno de mesas con cristalería y demás. Las personas hablan tranquilamente distribuidos por todo el sitio, y un cuarteto toca en vivo algún pasaje de Bach.
Detengo el temblor de mis manos, y las dejo tranquilamente a mis lados, como si no sintiera ganas de correr, y relajo mi respiración para parecer fresca y elegante; recuerdo las lecciones de la señora Grayson, y como ella me enseñó, levanto el mentón y camino sin hacer sonar mis zapatos, con delicadeza. Si no hubiera estudiado gastronomía, seguramente hubiera sido una exitosa actriz, lo aseguro.
Una señora mayor, que he aprendido a reconocer estas últimas semanas, se acerca hacia nosotros con una mueca de seriedad en su rostro, no la soporto. Lleva un impresionante vestido negro, con un collar de diamantes carísimo, a juego con sus aretes, y va peinada con un recogido elegante y cómodo. Es una mujer hermosa, a pesar de los años que tiene encima, y muy intimidante, al igual que su hijo.
—Feliz cumpleaños, Elliot —dice su madre con sequedad, dándole una palmada en el hombro—. Ten tu regalo.
Le da una caja muy pequeña, y mi jefe se la guarda en el bolsillo del pantalón. Con frialdad, responde—: Gracias madre, es un detalle.
—No es nada —luego me mira a mí—. ¿Y ésta quien es? —espeta con un tono venenoso— ¿Otra aprovechada volando alrededor de tí como una mosca?
Mantengo la seriedad de mi rostro y sonrío gélida—: Mi nombre es Evangeline Daxton, señora Silver. Soy la niñera de la señorita Elise, es un gusto.
—No lamas el suelo por donde camino, fulana —responde con acidez—. No deberías estar aquí.
Su comentario es como una bomba en mi estomago, lo revuelve hasta formar un nudo, pero lo ignoro, dispuesta a demostrarle que no soy ninguna salvaje.
—No soy una fulana, señora Silver. Le agradecería que por favor me tenga un poco de respeto. A usted yo no le he hecho nada como para que me insulte de esta forma, no me gustaría decirle algo desagradable y arruinarle la noche —digo cortante, manteniendo mi mentón en alto.
—¡Gretel, cariño! ¿A quien molestas esta vez? —dice un señor alto muy parecido a mi jefe, que se acerca a nosotros.
Inmediatamente me tenso, este hombre me da una sensación rara, y doy un par de pasos hacia atrás. Elliot Silver lo nota, pero está demasiado ocupado en no hacer molestar a su madre, por lo que no me presta atención. Elise salta a saludar al señor, abrazándolo con mucho amor.
—¡Abuelito Keith! —exclama— ¡te extrañé mucho!
Como estamos apartados de la gente, no se han dado cuenta de la llegada del festejado; mientras menos atención, mejor. El señor la abraza y luego posa sus perturbadores ojos en mí, y tiemblo un poco.
—¿Qué tenemos aquí? —pregunta mientras se acerca a mí— ¡Que preciosa jovencita! ¿Es tú novia, Elliot? —le pregunta a su hijo.
—No, no lo es —responde cortante—. Es la niñera de Elise, nada más.
—Ay, que mal —murmura y luego sigue observándome—. ¿Como te llamas, muchacha?
—Evangeline —mi voz tiembla por el miedo, y no es un miedo al igual que el que sentía por su hijo, éste lo siento justificado y no sé porqué—, Evangeline Daxton.
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La Chica de la ventana hacia las estrellas
RomanceCuando menos te lo esperas, llegan sorpresas a tu vida. Elliot Silver, un joven empresario, es la personificación de todo lo que Evangeline Daxton no quiere en su vida, pero que sin saberlo, necesita. Sus vidas se enlazan gracias a una estrella, y u...