Andaba descalza, sus pies mugrientos tenían tanto cayo que no sentía como las piedras atravesaban su piel. Sus uñas eran irreconocibles, formaban una capa plana agrietada que no se distinguía de la extremidad. Lucía unos cabellos encrespados y cardados, como si de unas rastas la hubieran dotado. Andaba a veces encorvada e incluso a cuatro patas. Se rascaba como las bestias, con las zancas traseras. Vestía de trapos casados, pero por puro placer, porque el armario del cuarto de al lado estaba cargado de lujosos harapos. Obsesionada por vivir en la intemperie, había conseguido un poco de ella. Largos años de tratamiento habían dado resultado.Amaba la naturaleza y era el único hábitat en el que respiraba. Desde pequeña, había sufrido extraños cuadros que la llevaban a enfermar. Un renombrado psiquiatra había recetado la solución a su mal.La familia adinerada había puesto el grito en el cielo, su pequeña era una salvaje. Lucharon incansables batallas contra su propia realidad. Angustiados por los acontecimientos, decidieron hacerla feliz, si el único lugar donde se hallaba era la naturaleza, y en ella no podía sobrevivir, la naturaleza iría a ella.Aquel cristal la separaba del peligro, vivía dentro como si campara fuera. Las paredes se cubrían de hiedras y piedras, las esquinas estaban repletas de hormigas, la tierra yacía esparcida y la hierva crecía entre ella. Tenía suelo de cuento. Como el de los castillos roídos y caídos. Le gustaba sembrar plantas aromáticas. La cama era una manta de ellas, allí se acostaba para olerlas de cerca. Tenía un televisor, uno que no había encendido en la vida, pero que adoraba por el reflejo que aportaba. Las cortinas eran lianas donde se colgaba para ir de un lado al otro. Menos mal que fueron telas caras. Las sillas eran macetas de musgo, verdaderos tesoros biológicos. Y las mesas, cobijos donde ocultarse. No vivía sola, entre sus acompañantes estaban los caracoles, las lagartijas, las arañas, las mantis, las mariposas...Era formidable estudiarla, danzaba como las mantis, saltaba como las lagartijas, se escondía como los caracoles y volaba como las mariposas.De tez morena, cabello rubio, ojos esmeralda y cuerpo fino. Una belleza sin igual que se ocultaba tras el disfraz.Todo aquello se encontraba en un enclave mágico. Dentro de un caserío enorme que se distinguía por sobrio y elegante. Lleno de poder y clasismo. Con una familia de alto postín que había aprendido que no todo se podía conseguir. Era como tener una pequeña mentira pudriendo una enorme verdad.La menor de la familia, rezaba para los demás, como un alma desamparada danzando de lugar a lugar. Preferían inventar que contar.Los años pasaron largos y pesados. La familia seguía en lo alto, mientras la pequeña oscilaba en lo vano.Al cabo de un tiempo murió. El pequeño bosque pereció. Con la ausencia de su alma todo aquello desapareció.Sigue habiendo un castigo para los incrédulos, escuchan danzar y aullar cada noche a una mujer. Dicen que es ella, que clama vivir en paz.
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