De vuelta a la realidad, con el mal sabor de boca producido por dormir toda la noche con ella abierta, me levanto y me siento en el borde de la cama, los músculos orbiculares de mis cuencas permanecen en tensión intentando hacer que mis ojos puedan abrirse del todo, mi visión no es muy buena, tanteo con el pie en el suelo en busca de mis zapatillas, ¡Mierda, se han vuelto a meter debajo del canapé! Resoplo y me agacho colocándome de rodillas en el frío suelo, meto mi mano debajo de la cama, ¡Nada, no aparecen!, tengo que tumbarme un poco más para poder alcanzarlas. Cuando las consigo recuperar, tiro de ellas golpeándome un nudillo con la dichosa pata. Veo las estrellas, a mis ojos ya no les hace falta acostumbrarse a la luz, se han abierto de golpe.
Después de intentar apaciguar los efectos nocturnos en mi rostro, bajo a la cocina para prepararme un cola cao, abro la nevera en busca de mi leche, ¿No hay? ¡Vaya, no soy persona sin mi cola cao!
Las ventanas de mis fosas nasales se ponen en guardia, mis ojos vuelven a cerrarse a pesar de mi esfuerzo porque no lo hagan, ¡Achís! Lo que me faltaba... Termino de estornudar unas diez veces seguidas y me sueno los mocos, mi fábrica se ha vuelto productiva en tan solo cinco minutos, congestionada cargo mi bolso de pañuelos de papel y salgo por la puerta. Tengo el tiempo justo de llegar al trabajo, ¡Qué comienzo de semana!
Voy caminando rápido, es mi paseo matutino, prefiero ir andando para hacer algo de ejercicio, solo de pensar que tengo que pasar las siguientes nueve horas sentada frente a un ordenador, me enerva la sangre. En este preciso momento y repitiéndolo todos los lunes, es cuando deseo no ser informática, quiero cambiar de trabajo y soñar que me dedico a algo que me gusta.
Por fin, mi día laboral ha llegado a término, volveré caminando para poder comprar algo de leche, no quiero que el martes se convierta en lunes.
Me cuesta caminar más que esta mañana, las consecuencias de estar sentada tanto tiempo han dejado mella en mi cintura, no voy erguida, una pequeña inclinación me impide ponerme recta.
¡Odio ir a la compra! Ojalá hubiera alguna forma de llenar la nevera chascando los dedos, y no te digo nada de hacer la cena, ¡Ahhhhhhhh! Que agotamiento mental. ¡Quiero un cocinero en mi vida! Bueno... un cocinero, un recadero, un fontanero, un carpintero, un buen amante... Por soñar que no quede.
Momento relax, me tumbo en la cama, cierro los ojos y repaso mentalmente mi día completo. Nada agradable, giro mi cabeza hacia la mesilla y encuentro mi cuaderno de pensamientos, abro una hoja al azar, nada que ver con la realidad, cuando escribo soy capaz de obviar lo malo y resaltar lo bueno. Es lo maravilloso de soñar.
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