_¿Dijiste algo? _preguntó envalentonada.
_No, hace mucho tiempo que no digo nada. _contestó taciturno y sin levantar la cabeza
_Me pareció oír algo por lo bajo. _insistió molesta.
_Tranquila, cuando tengo algo que decir, lo digo y listo. _volvió a terciar con el tono más ronco.
_Perdonar... me he perdido... creo. _interrumpió, Ana, distraída.
_No, no. Está todo bien. _aclaró, Gabriel, dulcificando la voz.
Un extraño silencio serenó el bullicio de la oficina, ese que siempre prendía el ambiente. Gabriel, el director, entró en su pequeño despacho y cerró la puerta con sutileza. No era el típico jefe que dejaba constancia de ello. A los veinte minutos escasos, volvió a salir para mezclarse con su gente, como solía decir coloquialmente. Allí se sentía mucho mejor que en aquel cubículo gris, lleno de notas y proyectos agobiantes pinchados en los más de veinte corchos que cubrían la pared.
_¿Puedo sentarme aquí?
_Por supuesto, eres el jefe. _contestó, Abril.
_¡Puede sentarse aquí! _dijo, Ana, emocionada. Le encantaba prestarle su amplia mesa de dibujo. A veces pasaban largas horas compartiendo espacio y cafés a la crema.
_Eh...
_No te molestes, Ana. Aquí tiene espacio de sobra. Tú tienes mucho trabajo hoy. _cortó de forma rápida la posible contestación de Gabriel.
_Sí, hoy tienes mucho trabajo, necesitas la mesa para ti. Me quedaré en la de Abril.
Pasaron algunos minutos en los que Ana, siguió dibujando, Abril, se aplicó más para no distraerse con facilidad y Gabriel, ordenó proyectos por fechas.
_¿Alguien quiere un café? _preguntó, Ana.
_Sí, por favor. Yo, uno con crema y Abril, un chocolate con leche. _aclaró mientras seguía inmerso en la pantalla del ordenador.
Ana, levantó una ceja y miró a su compañera a la vez que se alejaba de la mesa de dibujo para ir a la máquina de cafés. Abril, sucumbió al rubor y pintó la piel de sus carrillos un par de tonos más rosados.
_Abril, ¿Puedes ayudarme un momento con esto? _preguntó, Gabriel.
_Un minuto por favor. _contestó sin apartarse de la pantalla que atendía.
_Espero que el minuto no sea como los de siempre.
_¡Solo es un minuto!
_Ya, ya. Es que conozco tus minutos.
_¡Ya estoy aquí! ¡Con crema para el jefe y chocolate para la primavera! ¡Marchando!
Abril, no pudo contener la risa, adoraba que su compañera de trabajo la llamara así. Y también que fuera tan inocente.
_Déjamelo aquí, Ana. Muchas gracias.
_Un placer. _contestó alegre.
_Bueno, vamos a terminar esto que tengo muchas cosas que hacer. _dijo Abril de sopetón.
_Tú siempre tan ocupada.
_Si no me hiciesen hacer horas extras... no estaría tan ocupada.
Ana, levantó un poco la cabeza de la mesa donde se explayaba y continúo haciendo que dibujaba mientras prestaba atención a la conversación tanto verbal como gestual que se tenían ambos.
_Gabriel. ¿Necesitas algo más?
_Sí, te necesito a ti. _aclaró casi en un susurro acercándose de forma peligrosa a ella.
_No empieces. Lo nuestro no puede ser. _contestó también en un murmullo.
La mano de Gabriel sujetó la muñeca de Abril. Antes de luchar para zafarse de ella sin ser vista, echó un vistazo en rededor para comprobar que ninguno de los veintitrés compañeros de la oficina la estaban viendo. Acalorada, se soltó de un tirón y sin darse cuenta lanzó una caja de clips que tenía sobre la mesa. El ruido de los pequeños metales al caer, levantó casi todas las cabezas de los ordenadores que miraban. Con una sonrisa de medio lado y un pequeño gesto levantando los hombros, se disculpó. Al agacharse para cogerlos, se percató de que Gabriel ya estaba de cuclillas a su lado ayudándola.
_No hace falta que me ayudes. ¡Eres el director, por dios! _dijo bajito y algo molesta.
_No me importa, primavera.
Ana, no pudo evitar sonreír por lo bajo, al igual que Abril que acariciaba la mano de Gabriel cada vez que le ofrecía un clip.
