En el interior

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Al resoplar por tercera vez consecutiva, cerré los ojos y me concentré en el movimiento que ejercían mis labios al dejar escapar el aire que habían exiliado mis pulmones. Noté que se pegaban y se despegaban en décimas de segundos varias veces seguidas. Y noté como se humedecían por la minúscula lluvia de gotas de saliva que salían esparcidas junto al aire. Pensé en aquel momento en cuántas habrían caído a una distancia media y cuantas habrían caído a una distancia lejana. Sí, la opción de una competición entre ellas me avasalló. A continuación, centré la atención en cómo se adhería la piel de mi labio superior en la del inferior y se la llevaba con él. Debían de sentirse desubicados cada vez que se separaban, porque sí uno se movía el otro le seguía. Luego me di cuenta de como latía mi corazón, pude sentirlo como si lo estuviera viendo bombear sangre de forma constante. Recreé la imagen y vi claramente mi sistema circulatorio esparcido por mi cuerpo. Allí estaba la sangre cargada de oxígeno luchando por llegar a cada rincón de mi ser y la cargada de dióxido desesperada por liberarse de su opresión. Un pequeño salto en el ritmo cardiaco me atracó. Inhalé de forma profunda y noté como se henchían mis pulmones al llenarlos. Hice acopio del crecimiento de mi tórax y acomodé el cuerpo para sentirme mejor. Después formé con ayuda de los músculos orbiculares de mi boca, una pequeña circunferencia imperfecta y dejé escapar el aire poco a poco.Empecé a oír voces que hacía un momento había dejado de oír. Intenté ubicarlas. Me esforcé por hacerlo. Apreté los ojos con fuerza y noté como se arrugaba la piel que los cubría formando surcos sobre ellos. Apreté más fuerte hasta que vislumbré manchas de colores revoloteando por el negror que imaginaba. Azules, amarillas, rojas, verdes, blancas... todas brillantes y vibrantes. Inquietas e intrigantes. Noté dolor de repente. Dejé de apretar para que el riego regresara a mis ojos y calmara la presión. Sentí una especie de paz al relajarlos y algo de frescor. ¿De dónde provendría?Un golpe en el brazo me sacó del estupor. Abrí los ojos y giré la cabeza al lado derecho. David estaba allí, mirándome atónito._¿Qué haces? _dijo estudiándome._Nada. _contesté incómoda._¿Por qué cierras los ojos? ¿Tienes sueño? _Se le veía molesto._¡Pues no! _contesté tajante y un poco exaltada. Me daba rabia que me escrutara de aquella manera._¿No te gusta?_ frunció un poco el entrecejo. Yo lo hice de igual manera.Dudé en contestar. La verdad era que no me gustaba. Aquella película era de lo más horrendo que había visto en la vida. Agudicé la vista en la penumbra de la sala del cine y vi como en la fila de atrás había varias personas dormidas. Me entró la risa floja. Puse una mano sobre mi boca y la otra mano sobre ella._¿De qué te ríes ahora? _Alzó la voz más de la cuenta y las personas cercanas a nuestros asientos se volvieron hacia nosotros.Volví a esforzarme para verlo mejor e intenté no reírme de nuevo, pero me fue imposible, en la comisura de la boca tenía el resto de una palomita que luchaba por no caer al vacío. Reprimí una carcajada y volví a cerrar los ojos. Quería estudiar cómo me reía.

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