OC, eliminando la primera letra; "T"

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Saltaba incontables veces al día; por la casa, evitando las juntas de las baldosas, por la calle, esquivando cualquier raya que ofreciera el suelo. Día tras día, semana tras semana y mes tras mes. Sus sábanas eran lisas, completamente lisas, nada de hilos que se visualizaran. Su ropa exactamente igual, no portaba ninguna clase de dibujo que pudiera trazar una línea en ningún sentido. El dormitorio era un sinfín de vacíos. Solo lo ocupaba una cama redonda, con una cortina circular que ocultaba las líneas marcadas de la ventana, un escritorio ovalado y un puf con forma de cilindro. La vajilla que usaba, era blanca impoluta, sin ningún tipo de falla que pudiera mermar la delicada porcelana de un solo color. Los cubiertos lo mismo, sin relieve que se pudiese palpar. Odiaba los cuadernos del colegio, los usaba blancos, como la nieve, estrictamente encargados para él. Los lapiceros eran de una marca distinta a la de los compañeros, nunca los intercambiaba. Eran lisos de color azul marino y de una madera que al afilarlos no quedaba marca en ella. La goma de borrar de toda la vida no podía usarla, estaba firmada con unas letras entrelazadas entre sí que le ocasionaban tanto estrés que salía despavorido como cual ave zancuda brincando. Las líneas del aula eran tan apretadas que solo metía la punta del pie en cada limitación para no pisarlas. Jamás un solo compañero consiguió atravesarla como él. Un molde de hierro daba forma al bocadillo que almorzaba, eran redondos, metidos en un túper de igual figura. No podía llevar bebidas envasadas, su formato ya lo advertía. Llevaba el pelo despeinado, no porque quisiera, si no porque odiaba las rayas que había dibujado su madre sobre su cabeza año tras año. El calzado suponía un verdadero problema. Casi ningún zapato por no decir ninguno, carecía de alguna línea que no se apreciara, sino era la suela era la tela, sino era la tela era la suela. Y no hablemos de los cordones... tema tabú. Eso sí, los bolsillos los llevaba siempre cargados de monedas, esas sí le gustaban, de cualquier tamaño, no tenía predilección. Cada vez que debía pagar una cuantía elevada, colocaba los montones de monedas sobre el mostrador para crear perfectos cilindros con un distinto valor. Sonreía cuando los veía, formaba una fila ondulada donde las monedas apiladas zigzagueaban.Odiaba ir a terapia, allí todo estaba establecido con líneas. Detestaba que le hicieran enfrentarse a ellas. Sabía de sobra que en cuanto se alejara de la consulta, todo volvería a la normalidad. A la suya. A una normalidad sin rayas, sin líneas ni trazas. Repleta de círculos y óvalos. Figuras que en realidad estaban delimitadas por líneas, trazas y rayas. Pero unas que obviaba porque quería hacerlo, porque su cerebro no lo reconocía como tal. Esa parte del cerebro que intentaban resetear. Esa que condiciona tu vida, sea con rayas, miedos, fobias, manías o fatigas.Osca, como se hacía llamar, había eliminado la erre final de su nombre. ¿Adivináis por qué?

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