Capítulo 17.

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Daniel.

Después de estar en reposo por mucho tiempo, al fin puedo regresar a la normalidad.

Tuve que justificar mis faltas en la escuela diciendo que tuve que salir de viaje porque un familiar estaba enfermo. Levana llamó varias veces para preguntar como seguía y tuve que mentirle todas esas veces que me encontraba muy bien.

Creo que las cosas entre ella y yo no han cambiado mucho, ni siquiera con los demás. Pues de acuerdo a lo que me cuenta John, todos han estado saliendo múltiples veces y cada vez van fortaleciendo más la amistad. Mariana y las otras dos, llegaron a disculparse con Lev y hubiera pagado todo lo que me resta de dinero, solo por haber visto eso.

Nunca eh llegado a ver a ese trío pedir disculpas y maldije mil veces a John por no haber grabado nada. Aunque estuviera escondido, pudo haber grabado.

Hoy regreso a clases de nuevo y como Lev se salió de clases de literatura, ya no me veo en la necesidad de estar ahí.
No quiero estar con otra persona, fingir que me cae bien y que se repita el mismo proceso que con Levana. No, no.
Son mejores las formas que entre ambos aprendemos de literatura: de acuerdo a nuestros gustos.

Dicen que la personalidad de otras personas se te queda grabadas y cuando menos lo esperas ya actúas como ellas.

De nuevo solo en mi casa y con mayor protección, después tomar una ducha que no me llevó más de 15 minutos–porque hay que cuidar el agua–entro a mi habitación y tomo el medicamento que el doctor me recetó.
Según a lo que dijo, tengo que estar yendo cada semana a revisión, pero no entiendo para que si según él ya estoy mucho mejor.

Pero en fin, todo sea por la salud.

Tomo el lienzo que deje sobre mi mesa de noche, algunas pinturas y me recuesto sobre mi cómoda cama, recargando mi espalda en una montaña de almohadas que acomode para que no cansarme tan rápido.
Hasta se siente raro decir que es cansado estar sentado.

Durante las semanas que estaba herido, tuve bastante tiempo para hacer cualquier cosa, y enserio hice de todo tipo de cosas: leí lo más que pude, aprendí a hacer galletas aunque tarde muchas horas por mi falta de movilidad, logre tocar con mi guitarra un poco mejor y entre una de tantas cosas comencé a pintar.

De hecho ya tenía varios cuadros y pinturas regados por toda mi habitación, pero esta vez, pintaría algo especial, aún le estoy dando forma, pero lo que quiero lograr es la silueta de una persona.

Las personas son lo más difícil de dibujar, se necesitan muchas figuras geométricas para lograr lo que quieres, que queden perfectas o todo se verá del asco.
Ya saben, según Leonardo da Vinci, el cuerpo humano es perfecto porque necesita de cosas matemáticas, y las matemáticas son perfectas. Pero ese es otro tema.

Pintar fue una gran distracción que no me implicaba mucho movimiento, ya que si movía solo un pie, dolía como si me apuñalaran mil veces más.

Después de todo este alboroto, mis padres cambiaron la seguridad–con mi dinero, obviamente– y me traían la comida hasta la cama. Solo que no me la daban en la boca y mover mis manos implicaba una tortura más.

Pésimo servicio. Pero no me quejaba tanto, el hecho de que me prepararan algo de comer ya era demasiada atención hacia mí.

Nunca valore tanto que mi cuerpo se moviera sin ningún dolor, hasta que experimente todo esto.

Deje el boceto a medias porque mi estómago comenzó a reclamar algo de comida.
Tendría que apurarme, el tiempo se me fue muy rápido y ya se estaba llegando la hora de ir a clases, después de tanto tiempo, me resulta algo raro, como si fuera nuevo.

Brillando bajo el agua. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora