Capítulo 8.

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Último día de clases y por fin, dos semanas para las vacaciones de verano. No es mucho pero algo es algo.

No es que no me gusten las clases, pero todos necesitamos un descanso de la rutina diaria. Es probable que no salga a disfrutar de mis vacaciones como todos los demás, pero con tal de estar aislada de la sociedad para mi es perfecto.

Decidí volver a visitar mi viejo lugar de costumbre: el pequeño parque (cargando de nuevo con mi guitarra). Aunque le resto un poco de comodidad a el parque, el hecho de que un imbécil viva justo enfrente.

Dejemos de insultarlo tanto por favor.

Si mi mentalidad fuera la misma de cuando tenía 13 años, ahora estuviera perdidamente enamorada de Daniel, pero gracias a mi "madurez" ya no era así, cambie de conceptos a lo largo de unos años difíciles en mi vida. No quiero decir que deje de creer en lo que todos llaman "amor", solo que aprendí a llevarlo todo con calma. 

En una de mis grandes lagunas mentales almacenó que el amor en sí, es un "sentimiento" pero en la forma en la que solo lo buscamos porque nos hace sentir bien, no por algo más, ni siquiera sabemos lo que realmente significa un "te amo" o esas cursilería.

Bueno si, un "te amo" se puede separar y solo nos quedamos con el "amo" que, como en todas las películas de princesas nos hacen ver que un "amo" es la máxima autoridad a la que debes servirle en lo que él desee. Así que, al decir "te amo" es estarte condenando a servirle a alguien al cien por ciento.

Entonces, el "amor" solo es una adicción por sentirnos bien, así como la mayoría somos adictos a las drogas, otros a leer o al alcohol, algunos llenan sus vacíos con las acciones de las personas que los hacen sentir bien.

Desafortunadamente es como cualquier droga, el efecto dura poco pero la adicción puede durar para siempre, aunque ya no cause el mismo efecto con el paso de los años.

Me encontraba físicamente sentada sobre un columpio con el metal ligeramente frío, pero mentalmente estaba entre las estrellas. Que digo las estrellas, andaba en júpiter.

Ja, pinches frases compuestas estas creando, sigue así. 

Pero bueno, siempre llega algo que te jala de vuelta a la realidad. O alguien.

— Hola preciosa ¿Estas bien?

Y aquí vamos de nuevo con el imbécil de las hoodies. 

— No estoy de humor Daniel — Conteste sin ganas.

— Bien, dime que tienes — tomó asiento a un lado de mí y esperó pacientemente mi respuesta.

No podía contarle todo a una persona que tenía poco conociendo, entonces, quise aplicar el famoso pretexto:

— Termine de leer un libro y su final fue trágico y-yo... — mientras más intentaba aguantar mis lágrimas y suprimir mis sentimientos menos podía — el personaje principal murió, después de t-todo murió y n-no — mi voz comenzó a quebrarse, no pude seguir hablando y Daniel lo entendió.

Dejo que llorara un rato, se acercó lentamente hacia mí como si fuera un perro que pudiera morderlo y al final me abrazó.
No me aparte porque por primera vez, necesitaba un abrazo tan sincero como el de él. Talvez iba a pensar que era absurdo mi motivo de tristeza, pero fue el mejor pretexto que pude decir. Beli no estaba y la mayoría de las personas solo son hipócritas en el momento de querer saber qué te pasa para después utilizarlo en tu contra. Ese es el gran motivo por el cual no me gusta relacionarme más con amistades.

Más y más lágrimas descendían hacia mis dos mejillas, no podía controlarlas y dejé que salieran. Estaba empapando la hoodie de Daniel pero por ese momento tampoco me importó, recargue mi frente en su huesudo hombro y recargue ambas manos en su pecho. Mientras tanto el, con su mano derecha acariciaba suavemente mi espalda y con la otra sostenía la cadena de mi columpio para evitar que callera. Reposo su mejilla sobre mi cabeza y nos mantuvimos en esa posición hasta que mi llanto comenzó a desaparecer.

Brillando bajo el agua. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora