Capítulo 16

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Hoy era 31 de diciembre, y aunque las navidades son mis fiestas favoritas, no podía dejar de pensar en lo que pasó hace  una semana con Alessandro. Cuando me desperté él ya no estaba en la cama conmigo, había usurpado mi cocina y se encontraba en mi escritorio comiéndose unas galletas de chocolate. La vergüenza me comió viva enseguida, ¿comó se me había ocurrido dejar que durmiera conmigo, o mejor, yo con él? . Y aunque la sensación de dormir del tirón era algo que ya no recordaba y agradecía enormemente haber vuelto a experimentar, eso no quitaba lo mal que me sentía en ese momento, despeinada y mal vestida. Nadie está guapo recién despierto, y estaba claro que Alessandro había pasado por el baño antes de sentarse a desayunar.
Se fué de mi casa una hora y media después de aquello, le había dejado ducharse, había mirado sus heridas y habíamos hablado de cosas sin sentido, que no nos aportaban nada salvo distracción de el hecho de que hubiéramos dormido juntos. Le conté todo a mis amigas a la media hora de que se fuera, era lo que había tardado en medio asimilar lo que acaba de pasar, por supuesto que tuve que omitir conversaciones. Quería mucho a mis amigas, pero tampoco había necesidad de que pensarán que estaba loca, simplemente sabían que no podía dormir o que dormía muy poco, no más.

Sigo poniéndome colorada nada más recordar  aquella noche, y al parecer es en lo único que a mí cerebro le gusta pensar últimamente. Sacudí la cabeza y mire a mi alrededor, me encontraba en el sofá viendo una de estas pelis malísima sobre el amor en navidad que solían poner en los canales de televisión por estas fechas, mi casa parecía un muermo comparado con las casas de las protagonistas, no solíamos decorar nada la casa, no había necesidad, ya que no esperábamos visita. Desde que mi padre murió en aquel accidente junto a mis abuelos y a mí tío, osea desde que tengo uso de razón, nosotras pasábamos la nochebuena en mi casa, solas las tres, por lo menos los años que nos tocarían cenar con nuestra familia paterna, pero siempre pasábamos nochevieja con la familia de mi madre. Puede sonar triste si lo escuchas la primera vez, pero cuando llevas ya tantos años lo entiendes, supongo que mi madre quiere que tengamos presente a esa parte de nosotras durante las fechas, cumplir con la tradición, no olvidarles, al celebrar nochevieja con los que sí estaban vivos, era nuestra manera de decir: " oye, no os olvidamos pero seguimos adelante ".

No hubo mucho que hacer, hasta que llegó la hora de arreglarnos e ir a casa de mis abuelos. A eso me disponía cuando mi madre llegó al salón después de colgar al teléfono.

-Se que es horrible pero tenemos que hacer algo antes de ir a casa de los abuelos.

-Mamá es Navidad, se supone que en estas fechas no se trabaja- Mi hermana entró con una toalla puesta en el pelo.

-Sí, y eso que te lo esta diciendo una obsesionada con el trabajo- Siempre es buen momento para meterse con una hermana, repito, siempre.

-Ya lo se, ya lo se, pero me acaban de llamar interesados en alquilar la casa de los abuelos, hay que ir y arreglar todo.

-¿Y no podemos hacerlo el año que viene? -¿Enserio Sara? ¿qué trabajas ahora en el club de la comedia? Mi madre le río el chiste a mi hermana, pobrecita debe de ser horrible aceptar que tu hija es idiota.

-Tardaremos poco, lo prometo.

Al final acabamos cediendo, nos pillada de camino a la cena con mi familia y solo teníamos que coger un par de cajas de los anteriores inquilinos. No me gustaba nada aquella casa, mi hermana se ponía melancólica con recuerdos que sabía que no tenía, mi hermana tenía seis años cuando murieron, yo no me acuerdo de nada de los ocho para abajo. Mi madre se armaba de valor nada más subir las escaleras para no derramar ni una lágrima, sabía que mi madre quería mucho a mi padre, y me daba bastante lastima pensar en aquello. Yo siempre era la primera en subir, me daba igual, cada vez que pisaba aquella casa no pasaba del recibidor, siempre iba para arreglar algo de los inquilinos, llevarles algo o de recoger cartas que seguían llegando a esa dirección, para mi no era una casa llena de recuerdos felices, era un trabajo. Me recordaba lo injusta que era la vida al haberse llevado a mi padre y a su familia, mi padre solo quería presentar a sus padres y a su hermano mayor a su nueva hija, con apenas unos días de vida. Y cuando menos se lo esperaron, pum, un camión los estaba aplastando. Se que fue horrible, y que muchas veces me he sentido culpable, y aunque no lo llegue a conocer bien, echaba de menos a mi padre. Odiaba la oportunidad que se me había arrebatado de ser una familia normal, completa, y aquella casa era un mal recuerdo constante. No podía pasar más de dos minutos allí sin pensar en que habrían hecho mis abuelos antes bajar y de subirse a ese coche.

-Victoria, ¿puedes subir al desván a ver si se han dejado algo? - Mi madre estaba quitando el polvo de los últimos muebles y mi hermana bajaba cajas al coche.

-Voy.

El desván era una pequeña habitación en la parte de arriba de la casa. Mi madre lo había vaciado la primera vez que alquilamos la casa, solo para meter las cosas en un trastero, solía estar vacío, pero nunca estaba de más echar un vistazo. Subí las tres escaleras que separaban el resto de la casa con la habitación . A simple vista parecía vacía, pero decidí entrar por completo en la sala. Me sorprendí bastante cuando vi una caja de cartón bastante polvorienta detrás de una de las columnas del fondo de la habitación. Tenía demasiado polvo para ser de los últimos inquilinos. Quería agacharme y abrirla, pero los gritos de mi madre avisando de que llegabamos tarde me obligaron a recogerla del suelo y meterla en el coche directamente. Mi madre me miro un poco extrañada, al parecer ella tampoco esperaba encontrarse con algo allí arriba.Terminamos de organizar todo a los dos minutos, y me monte en el coche con la promesa de ver el contenido de esa caja en cuanto tuviera un momento.

En los brazos de Morfeo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora