Capítulo 4.

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Capítulo 4.

Una cuadra antes de llegar a casa, me percaté de que mi semblante no era el mejor. Pasé al baño de un restaurante de comida rápida, me lavé la cara y luego practiqué varias veces una sonrisa convincente. Cuando creí estar lista, volví a mi camino de vuelta a casa. Seguramente, Cat me pediría una descripción completa de mi supuesta cita. Tenía que inventar una historia.
Antes de que pudiera introducir la llave en la cerradura, Cat me abrió. Su entusiasmo era evidente. Me tomó de la muñeca e hizo que entrara de un tirón. Cerró la puerta detrás de ella y me arrastró hasta nuestra habitación. Me sentó en mi cama, y ella hizo lo mismo en la suya. Entrelazó sus manos debajo de sus muslos y dijo:
-¿Y bien? ¿Cómo te fue? ¿Cómo es él? ¿Qué hicieron? ¿Te llevo a comer? ¿O fueron al cine?
Antes de que pudiera continuar, le tapé la boca con la palma de mi mano. 
-Eh, Cat, calma. Muchas preguntas me confunden –reí-. Bueno, te contaré todo. Pero no quiero que seas chismosa, ¿de acuerdo?
Ella asintió rápidamente y alejé mi mano de su boca. Le conté toda la historia que había inventado camino a casa, y al parecer, se lo creyó todo, porque no pronunció ninguna objeción. De hecho, parecía más maravillada mientras avanzaba. Al terminar, dijo:
-¿Y son novios?
-Aún no, pero estoy segura de que pronto lo seremos. –Le regalé una sonrisa picarona.
Odiaba mentirle a Cat, en especial porque entre nosotras no habían secretos, pero supongo que tarde o temprano se enteraría de la verdad, quisiera, o no. Escuché el sonido de la puerta al abrirse y supe que nuestras madres habían llegado. Puse las palmas de las manos en el colchón e hice presión, impulsándome hacia arriba para pararme. Le dirigí una mirada inquisitiva a Cat que decía: «¿Vienes o no?».
-Dormiré un rato, creo que tanto escucharte me cansó.
Bufé y salí de la habitación, no sin antes de darle una mirada de odio. Últimamente mi instinto asesino se había intensificado. 
Nos sentamos todos en la sala de estar a mirar la televisión. Mis preferencias cinematográficas no se dirigían exactamente a las noticias, o más bien a las tragedias, así que saqué una revista del mueble y me puse a leer sin mucho interés. 
Después de un rato, mi vista se cansó y decidí que ir a la cama era la mejor opción. Fui al baño e hice mi rutina normal: bañarme, ponerme pijama (que consistía en unos pantalones holgados de hombre y una camiseta de tirantes), hacer mis necesidades –que también incluía inyectarme una jeringa de insulina- y lavarme los dientes. Últimamente había estado pensando seriamente en ponerme una bomba de insulina, para poder tener un poco más de libertad.
Me fui a la cama; Cat seguía durmiendo. Sacudí la cabeza: ¿cómo podía dormir tanto, y sin parar ni un segundo? Me amarré el pelo en un moño bajo, y me tapé hasta el cuello; a pesar de que hacía calor, siempre me gustaba dormir con suficientes tapas encima, por si acaso. 
Me desperté con el incesante canto de los pájaros. Miré por entremedio de las cortinas y supuse que serian las ocho, ya que el sol provenía del este. No había ni una sola nube en el cielo. «Un día perfecto para ir a bañarse a la playa», diría cualquier veraneante, pero yo tenía cosas más importantes que hacer en vez de conseguir un bronceado perfecto.
Fui a ducharme, y luego tomé desayuno sin ninguna compañía. Elegí un conjunto cómodo, ya que hoy me esperaba un día realmente largo. Saqué un cuaderno del escritorio y rompí la punta de una hoja, luego con un bolígrafo azul, escribí:
«Mamá, hoy saldré temprano. Volveré a la hora de cenar. No te preocupes, estaré bien.
Te quiere, tu hija.» 
Tomé una mochila bastante grande y eché todo lo necesario dentro: algunos potes con insulina, una jeringa, cosas con azúcar. También aventé dentro un martillo y clavos; no podía creer que fuera segunda vez en menos de una semana que necesitara ambas cosas. Eché otra cosas de utilidad, y dinero, Era imposible de que estuviera bien mentalmente. Revisé que mi móvil tuviera suficiente batería y me eché la mochila a la espalda. Esto no haría muy bien para mi columna vertebral.
Salí de la casa con sigilo, y me encaminé al bosque. A medio camino me saqué la sudadera y me la amarré a la cintura. En un kiosco cercano al bosque, compré una botella de agua mineral. La sed no se demoraría en llegar. Cuando me di media vuelta para seguir con mi camino, una voz demasiado familiar dijo:
-Deme lo mismo que a ella.
Giró sobre mis talones deseando por dentro que lo que había recién escuchado era una simple alucinación, pero no, había sido real.
Cat estaba comprando en donde yo recién había estado. Cerré los ojos maldiciendo por dentro, tratando de que desapareciera de allí de repente. Pero claro, eso no sucedería. La voz de Cat me interrumpió repentinamente de mis deseos de desaparecer:
-¿Así que te das un paseo sin mí, eh? ¿Vas a alguna cita secreta con tu nuevo novio? –Enarcó una ceja y, aunque no era evidente, pude ver la sombra de una sonrisa en sus labios.
Miré al cielo y solté una palabrota. Cuando dije que tarde o temprano se enteraría de la verdad, no tuve en cuenta de que sería tan temprano. 
-No, nada de eso, Cat.
-¿Entonces…? –Inquirió confundida. La miré con notable tristeza; ella pareció comprenderlo y dijo:- Así que todo eso era mentira –frunció los labios y me dedicó una mirada de decepción-. Oh, claro, lo comprendo. Yo también confío en ti.
Se dio media vuelta y se alejó a paso lento. Antes de que pudiera doblar en la esquina, corrí hacia ella. En cuanto la alancé, tomé su muñeca y ella giró para que pudiese mirarme.
-Te lo puedo explicar...
Ella suspiró y relajó los músculos. Pareció que quería quedarse a oír la historia que había hecho que su mejor amiga le hubiera mentido de esa manera. 
-Y bien, dime. –Dijo Cat; estaba enojada, y no hacía ningún esfuerzo para disimularlo.
Nos sentamos en la banca de un parque y le conté toda la historia. Desde el día que terminé con Zac, cuando descubrí la casita, cómo la arreglé, y la manera que había conocido –e inmediatamente odiado- al chico sin nombre. Todo en menos de diez minutos. 
-¿Y por eso me habías mentido? –asentí- Uhm… ¿Es por ese chico, cierto? Te gusta, y no querías que te lo quitara. 
-¡¿Qué?! Qué bobada, Cat. Es detestable. ¿Te mencioné que es un príncipe narcisista? –Rió- De todas maneras, nunca me gustaría una persona así.
-Mentirosa –hubo unos segundos de silencio-. Bueno, dijiste que esto no se quedaría así. Entonces, ¿qué esperas? Si para ti es tan importante, deberías empezar a poner en marcha tu plan ya. ¿Qué tienes en mente?
-Pienso en construir mi propia casa del árbol, y una mucha mejor que la de él.
Cat estalló en una carcajada. Permanecí seria, confusa por la reacción de Cat ante mi plan. ¿Acaso creía que no sería capaz? Si eso era, estaba muy equivocada.
-¿De qué te ríes? –espeté.
-¿Enserio piensas hacer una casita del árbol sólo para impresionar a un chico? Diablos, sí que te gusta. 
-¡Que no me gusta! –Grité; estaba demasiado furiosa cómo para controlar mi tono de voz- Ahora, ¿me piensas ayudar o no?
-Pues claro. Si es para ayudar a mi prima a conquistar a un chico, no hay razones para decir que no.
Bufé. Cat iba a fastidiar todo el santo día, pero por lo menos tenía a alguien que me ayudara. El marcador marcaba un punto para mí, y cero para el príncipe narcisista.

Paraíso de las Pesadillas. [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora