Maratón. (3/3) Capítulo 7. (Parte 1)

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Maratón. (3/3)
Capítulo 7. (Parte 1)

Cuando iba a la altura del kiosco, me di cuenta de que no llevaba mi mochila. Maldije para mis adentros. Me había puesto tan furiosa con Christopher que ni siquiera me había acordado que traía cosas. Y entre esas cosas estaba mi dinero.
Girando sobre mis talones, caminé nuevamente hacia el bosque, pensando en que probablemente tendría otro desagradable encuentro con Christopher. Aunque esa idea no era de mi agrado, me interesaba volver a verlo. Me interesaba, y bastante.
Al llegar al lugar de la casita del árbol, me percaté de que ni la mochila ni la madera estaban donde las había dejado. Caminé por los alrededores buscando ambas cosas. Sin éxito, me senté resignada a los pies de un abeto.
-Estúpido Christopher –dije lo bastante fuerte como para que él lo pudiese oír-, eres un estúpido príncipe narcisista que esconde mochilas.
Imaginé su rostro en ese momento: tratando de contener una carcajada. Todo lo que dijera, iba a producir una risa de parte de él, daba lo mismo lo insultante que fuera.
Una hoja de papel arrugada en una bola impactó sobre mi cabeza. Solté un gritito, ya que me había sobresaltado. Recogí el papel del suelo y lo desarrugué. En él ponía:
«¿Príncipe narcisista? Eso parece más un halago que un insulto.»
Estuve a punto de romper el papel, pero el mensaje que había más abajo me llamo la atención:
«¿Quieres tu mochila? Mira hacia arriba. Con cariño, Christopher.»
Obedecí, y miré hacia el azul cielo como decía el papel. Y ahí vi mi mochila, colgada desde una rama a unos seis metros de altura. Yo, con suerte alcanzaba el uno y sesenta. Volví a arrugar el papel y lo tiré, deseando que cayera lejos, pero sólo logró chocar con un árbol próximo.
Genial, ahora tenía que bajar mi mochila de alguna manera. Lo peor era que no sabía cómo.
Puse ambas manos en mi cintura y miré a mí alrededor. Una rama caída de un árbol que no parecía tan pesada llamó atención. Caminé hacia ella y la recogí. Medía unos tres metros y aún tenía algunas hojas colgando. Volví a paso apresurado hacia el árbol donde estaba colgada mi mochila, puse la rama en posición vertical y traté de descolgarla, pero no la pude alcanzar.
Dejé la rama a un lado y traté de idear otra cosa. Escalar el árbol parecía una idea tentadora, así que caminé alrededor de él buscando alguna rama baja con que afirmarse. Pero no había nada. Sólo estúpidas ramas altas. ¿Cómo lo había hecho Christopher para colgar mi mochila?
Estuve otra media hora tratando de rescatar mi mochila. Sin resultado, me apoyé contra un árbol frente al de la casa de Christopher. Ya que mi última misión había fallado, estaba planeando cómo matarlo… Podría ser una muerte lenta y dolorosa, cómo quemar la casa con él dentro, o una instantánea, cómo ahogarlo con una almohada mientras duerma. Los pensamientos asesinos me hacían reír sola cómo una boba.
-¿Qué piensas? 
Sobresaltada, miré hacia donde provenía la voz. Christopher estaba apoyado en el árbol que estaba frente al mío. Su expresión era de diversión; claro, debe haber sido un espectáculo para él verme riéndome sola.
-En cómo matarte –admití-. ¿Prefieres una muerte lenta o una rápida? No me gustaría que murieses sin que apruebes la manera.
Él sonrió entretenido y puso una mano en su barbilla, pensativo. Cuando creí que se había decidido, abrió la boca y la cerró enseguida, arrepintiéndose. Hizo eso unas dos veces más, hasta que finalmente dijo:
-Una muerte placentera.
Le miré confundida. ¿Qué pretendía?
-No entiendo de lo que hablas –dije.- Te di dos opciones, y ninguna es una de esas.
-Dijiste que no querías que muriese sin que me gustase la manera. Bueno, yo quiero una muerte placentera.
Volvió a sonreír. Entrecerré los ojos, tratando de quemarlo con la mente. Ya que no pensaba ser la perdedora, le seguí el juego.
-¿Y de qué manera se hace esa «muerte placentera», que tú dices? –le pregunté
-Uhm… Podrías besarme hasta asfixiarme 
Rodé los ojos. Lo estaba haciendo de nuevo. 
-Para –le ordené-, por favor.
-¿Que pare qué? No estoy haciendo nada –se acercó un paso.
-Eso… -apunté su rostro-, estás coqueteando conmigo. Odio que lo hagas.
Se acercó dos pasos más. Estaba peligrosamente cerca, otra vez. Sentí que mi respiración se entrecortaba y la sangre subía hasta llegar a mi rostro. Claramente, estaba sonrojada.
-No estoy coqueteando contigo, Ann. Yo no hago eso con chicas feas.

Paraíso de las Pesadillas. [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora