Capitulo 22.

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Capitulo 22.

—¡Mamá! ¡No! ¡No puedes no permitirme ir a esa cita! 

Cat estaba de brazos cruzados y el rostro rojo de la rabia. En frente de ella, su mamá estaba en la mima posición, con el semblante furioso. 

A Cat se le había olvidado un pequeño detalle: preguntarle a su madre si podía salir con un universitario a un club nocturno de mala fama. Y yo, por mi parte, también me había olvidado preguntarle a mi madre. ¡Pero qué inteligentes éramos las dos!

Por eso, cuando Cat había salido de la habitación, con un vestido de fiesta cortísimo y los labios pintados de rojo intenso, su madre la había detenido y le había preguntado:

—¿Y tú? ¿A dónde vas tan arreglada?

Entonces, mi prima armó un gran escándalo haciendo que ambas terminaran enfadadas. Mi madre, por suerte, estaba acompañando a la abuela al oftalmólogo para cambiar sus viejos y grandes lentes por unos nuevos, y no había tenido que presenciar la gran pelea, y así impedir que estuviera castigada de por vida.

La tía Melanie giró la cabeza en mi dirección —en el sillón, lo más apartada posible—, aún furiosa, y me examinó de pies a cabeza. Yo también traía puesto un vestido floreado —aunque no tan corto como el de Cat—, y el cabello peinado en pronunciados rizos —que no eran precisamente naturales— y el rostro algo maquillado. De pronto, las piezas parecieron encajar de pronto para ella, y su rostro se tornó sorprendido, pero luego volvió a estar enojado, y más que la otra vez.

—¿Y tú, Ann, sabías de esto? ¿También ibas a ir a esa tal cita con Cat? —preguntó casi chillando.

Miré a Cat, sin saber qué decir, y la descubrí articulando los labios, claramente diciendo: «Sálvate». Volví rápidamente la mirada a la tía, y dije:

—Ehh... No. Yo iba a ir a cenar hoy con Christopher —sentí que me ruborizaba ante la mención de su nombre frente a alguien que era ajeno a nuestra relación—. De hecho, llegará dentro de poco.

La madre de Cat entrecerró los ojos, poco convencida ante el hecho inverosímil de que yo no tuviera nada que ver con la velada de su hija, pero luego volvió la mirada de nuevo a Cat.

—Bien. Cathleen —la llamó por su nombre completo, que la tía sabía que su hija odiaba—, a tu habitación. Avísale a tu noviecito ese de que no podrás ir porque tu madre no te ha dejado. ¡Ahora! —la tía Melanie apuntó con el brazo hacia el pasillo que se extendía tras de mí y Cat se retiró silenciosamente, no sin antes dedicarme una mirada de tristeza para luego desaparecer.

La tía Melanie me dedicó una última mirada colérica y luego se retiró también hacia la cocina.

En cuanto desapareció, solté el aire que había estado conteniendo durante los últimos segundos.

¡Pobre Cat! Ella quería tanto salir con el tal Peter. No podía creer que su mamá se hubiera comportado de tal forma. ¡Si Cat ya tenía dieciséis años! Podía hacer todo lo que se le diera la gana. O bueno, casi todo.

Por otra parte, ¿qué haría yo ahora? No había mentido cuando dije que Christopher llegaría en poco tiempo, ya que un par de minutos antes de la disputa entre Cat y su madre —que no duró menos de diez minutos— él me había llamado avisándome de que iba saliendo de su casa. No podía cancelar ya la cita. Y tampoco quería ir a ese club. Pero tampoco quería dejar plantado a Christopher, y eso me sumió en una nueva pugna en mi interior sobre qué debía hacer.

Pero, de pronto, el timbre de la casa sonó, y supe de inmediato quién era.

Cerré los ojos y recé para que no se enojara, y luego me paré para ir a abrirle la puerta. Escuché a la tía Melanie quejarse desde la cocina, pero no le di mucha importancia. Caminé hacia la entrada y, antes de abrirle la puerta, me coloqué el cabello sobre los hombros y me alisé el vestido por última vez. Quería estar presentable.

Paraíso de las Pesadillas. [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora