Maratón (1/3) Capítulo 7 Parte 2.
Enarqué una ceja y reprimí el impulso de darle una bofetada. Lo malo era que sí estaba coqueteando conmigo, lo más malo era que le estaba siguiendo el juego, y lo peor, era que me gustaba.
-Me confundes –tartamudeé.
-¿Qué es lo que te confunde de mi?
Su rostro se tornó serio, aunque lograba ver el brillo de entretención es sus ojos.
-Siempre apareces de la nada, cómo una nube, sin que yo me dé cuenta. Siempre te empeñas en hacerme la vida imposible, y luego me coqueteas. Y después me vuelves a tratar como si fuera tu peor enemiga. ¿Tienes trastornos de personalidad o algo así?
No respondió. Sólo se limitó a mirarme con una expresión graciosa. Caminó hacia mí, y yo me aparté rápidamente. Pero él no se dirigía a donde yo estaba, sino al árbol en el cual estaba colgada mi mochila. Escaló el árbol sin dificultad y la desprendió de la rama en donde estaba colgada. Bajó con suma rapidez, y me la tiró por los aires, y antes de que pudiera reaccionar, impactó en mi pecho, haciéndome caer.
-¿Cómo hiciste eso? –le pregunté confundida. Era imposible escalar ese árbol.
-Soy parkour –lo escuché desde un lugar cercano.
En cuanto pude pararme, vi a Christopher apoyado en el árbol contiguo al de mi casita del árbol –que aún no estaba construida por cierto-, con una sonrisa burlona en la cara.
-¿Por qué siempre te ríes de mí? –le pregunté.
-Es que no hay manera de mirarte y reírse. Eres ridícula naturalmente.
Abrí los ojos como huevos fritos. Torcí la boca y me eché la mochila al hombro. Busqué con la mirada las bolsas con madera, y no pude encontrarlas. Dirigí mi vista a Christopher:
-¿Qué le hiciste a mi madera?
-La escondí –respondió-. Me molesta que estés haciendo ruido todo el día. A veces necesito dormir la siesta, y tú no me dejas. Fastidias demasiado.
Tiré la mochila al suelo y caminé hacia la casa del árbol. Le dirigí una mirada de soslayo a Christopher, y vi que se acercaba a paso lento. Corrí los siguientes metros hasta llegar a la escalera, y subí un par de escalones. Iba a llegar a la mitad, cuando unas manos me agarraron por la cintura. Al instante supe que había sido Christopher, claro, sólo él estaba por los alrededores.
Me bajó hasta el suelo y me puso frente a él. Era por lo menos veinte centímetros más alto que yo, así que tuve que alzar la vista para poder mirarle directamente. Unas ganas enormes de golpearle en el rostro me inundaron, pero me resistí. Ahora, tenía que recuperar mi madera.
-Te dije que haces ruido. No te la devolveré en un tiempo –dijo Christopher de brazos cruzados.
Miré de reojo la casita del árbol. Si era lo bastante rápida, podría subir, tomar la madera, saltar por la ventana y salir escapando. No era una idea tan mala después de todo.
-Te alcanzaría antes de que pudieses pestañear –advirtió Christopher leyéndome el pensamiento-. Soy cientos de veces más rápido que tú.
Con la mano derecha sacudió mi cabello, dejándolo completamente enmarañado. Lo aparté de un manotazo y me cepillé el pelo con las uñas. Caminé hasta el lugar donde había dejado tirada la mochila, pero Christopher fue más rápido –otra vez- y la recogió primero. Lo miré enfadada y alargué el brazo para tomarla. Entonces él estiró el brazo sobre su cabeza y la mantuvo allí. Me puse en puntillas para alcanzarla, pero él era bastante alto como para que yo no lograra igualar su estatura.
-Sé por un momento en tu vida amable, y entrégame la mochila, Christopher. Por favor.
Dudó un momento, mientras yo seguía intentando alcanzar mi mochila. Después de unos segundos, dijo:
-Con una condición.
¿Condición? ¿Qué clase de malicia me tenía preparada? Si bien no tenía ganas de seguir con su juego, debía recuperar mi mochila.
-Vale, pero sólo una –acepté-. Sin trampas.
-Dame un beso.
Arqueé las cejas. ¿Un beso? Christopher podía ser el chico con más pretendientes en el planeta, pero definitivamente, yo no era una de ellas. Me mordí el labio inferior; no podía obligarme a hacer esto. Ni él, ni nadie,
-No –dije firme-. Puede ser cualquier cosa, menos eso.
-¿Entonces no quieres tu mochila? –la sacudió en el aire. Asentí- Entonces, dame un beso. Sólo uno.
-Si yo soy «fea», según tú, ¿por qué quieres besar…?
No alcancé a terminar la frase, cuando Christopher me agarró de la punta de mi camiseta y me atrajo hacia él. Puso una mano alrededor de mi cintura y se inclinó hacia mí. Yo, instintivamente, me alejé de él, quedando mi cuerpo a merced de su fuerza: si me soltaba, caería inmediatamente al suelo.
-¿Podrías quedarte por un momento callada?
Abrí la boca para protestar, pero él me calló –cómo había pedido- con un pequeño «Shhh». Se acercó más a mí, acortando la poca distancia entre nosotros. Aún así, nuestros labios se mantenían separados. Sentí su aliento rozando mis mejillas y no pude evitar sonrojarme. La adrenalina corría por mis venas y el constante –y aburrido– latido de mi corazón ahora parecía una bomba a punto de explotar.
-No juegues conmigo, Christopher –le dije casi en un susurro-. No te conviene.
Sentí sus labios estirarse en una sonrisa.
-Yo no estoy jugando contigo, Ann. Además, ¿qué me harías? No eres capaz de matar ni a una mosca.
-Una mosca es más valiosa que tú.
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Paraíso de las Pesadillas. [Terminada]
Romance¿Un verano completamente normal puede cambiar totalmente tu vida? La respuesta: Sí. Ambos están locamente enamorados del otro. Pero no todo es color de rosa Un pasado imposible de olvidar Tal vez este amor no sea para siempre, pero si es de los v...