No me sorprendió que Olivia me invitara a un día de Spa en San Valentín, ella no festejaba la fecha, decía que era un pretexto para fomentar el consumismo y la venta loca de flores y chocolates o el pretexto perfecto para poder tener sexo sin compromiso con cualquiera y culpar a cupido.
– ¿Harás algo con Alex hoy? – mencionó tomando la copa de champan que nos daba la señorita del Spa, ambas teníamos una mascarilla que empezaba a endurecerse en nuestro rostro, dos rodajas de pepino en cada ojo que me quitaba constantemente y el pelo sujetado con una toalla de manera tan fuerte que sentía que tenía la cabeza en forma de bala.
– No creo, no me ha mencionado nada, creo que no lo celebran en Inglaterra, ¿o si? – la masajista sobaba mis pies con tanta fuerza que sentía mis dedos desprenderse de mis pies
– Yo que sé, ni siquiera sé por qué lo celebran acá
– Amargada, ya te tocará enamorarte de algún romántico empedernido que te lleve serenata en la madrugada con rosas rojas y te haga tragarte tus palabras
– Algún día quizás mientras tanto hoy beberé hasta el cansancio, es una suerte que sea tu dia libre
– Si pero no sé qué hacer, quizás llegue como cliente al bar por la noche
– Está bien, Javier llegará también, no tiene con quien celebrarlo, decidimos emborracharnos a lo loco, Pepe se nos unirá al terminar el turno por si Alex no quiere celebrar
– Creo que te estás llevando bien con Javier – bebí de mi copa, ese vino espumoso resultado relajante mezclado con los olores que desprendían los difusores de vapor
– Sí, es muy guapo, me agrada pero ya sabes, cero compromiso, veremos qué sale, sólo queremos pasarla bien en el horrendo día de San Valentín ¡salud!
Salimos del Spa, sentía todo mi cuerpo relajado, no creí que fuera una buena idea cuando Olivia lo propuso, no me gustaban los masajes pero el estrés acumulado por treinta años debía ser liberado y había funcionado. La masajista fue muy amable, desde el principio había preguntado el nivel de intensidad que gustaba del masaje a lo que fui clara en decirle que al primer dolor que sintiera me iría del lugar aunque tuviera que hacerlo desnuda, pero no fue necesario. Nos habíamos duchado y habíamos tenido un descuento en cepillado y planchado de cabello que decidimos aprovechar.
Alex no me había llamado ni contestado en todo el día, lo sentí raro después de los mensajes que recibió la otra noche, después de esa llamada en donde noté lo alterado que se puso, no quise preguntar, no quería ser paranoica pero quizás esta Sofía no era tan su "hermanita" como él decía.
Quería ir a casa pero Olivia insistió que fuera con ella, quería que le ayudara a elegir unos cuadros que había visto en un mercado de pulgas, buscaba que fueran el estilo Aesthetic y necesitaba mi opinión para poder remodelar su apartamento, era raro en ella pero después de todo el tiempo que llevaba viviendo en ese viejo apartamento no le caía nada mal un buen diseño y remodelación, así que la acompañé, el mercado quedaba a la orilla de la playa en el extremo del Bar de Muelle, los vendedores eran locales con artesanías, otros de cosas usadas y el clásico vendedor de antigüedades, elegimos unos cuadros con todos marrones y verdes que confinarían muy bien con el único sillón de madera que tenía en la sala de estar. Al salir de allí y Olivia insistió en pasar al Café el Cuervo por un capuchino, había frecuentado el lugar varias veces después de mi encuentro con Alex allí, siempre elegía el mismo libro el cual había dado la tarea de adelantar uno o dos capítulos cada vez que llegaba, mi mente estaba concentrada tratando de imaginar lo guapo que debió haber sido Edmond Dantés con la descripción que Dumas redactaba cuando mi celular sonó con un mensaje, era Maria
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INTERMITENTE
RomanceZoé necesitaba un cambio en su vida, Alex sólo quería conocer el mundo. Ambos coinciden en un pueblo remoto a las orillas de un lago. Su historia de amor empieza con intermitencias...