EL GRAND HOTEL SAN MARCOS

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El hotel estaba próximo a su reapertura, había terminado su remodelación dos semanas después de mi cumpleaños, Don Clemente estaba muy conforme con el resultado, haría un gran evento el primer sábado de diciembre para la inauguración. Invitó a todo el pueblo, quería que fuera a lo grande, con reporteros, prensa y que todo el mundo lo conociera y supiera que el Grand Hotel San Marcos había resucitado.

Mi obra maestra había quedado perfecta, el hotel con catorce habitaciones era acogedor y bastante lujoso, había respetado la estructura original del edificio acomodando muebles y adornos antiguos que ya estaban allí, opté por decorar todo de forma minimalista usando tonos madera natural y blanco, sencillo pero elegante. Los cuadros en las paredes tenían imágenes abstractas referentes a los pueblos del lago y otros con fotografías de las calles y los pobladores locales, todo muy nacional.

En el jardín se construyeron cuatro habitaciones nuevas, eran una especie de cabañas completamente de madera con forma de carpa, eran las más románticas de todas, tenían una cama gigante enfrente de ventanales enormes que permitían ver el lago todo el tiempo, baño privado con una pequeña tina y una terraza en la entrada con luces de exterior que le acentuaban la exclusividad y el romanticismo.

Don Clemente me solicitó de último momento la decoración festiva para el gran día, quería arreglos florales altos como de boda de película, luces tenues bajo las carpas blancas que debía colocar en el jardín, un pequeño bar en la esquina de la entrada a la recepción en donde se servirían bebidas gratis para todos.

Olivia y Pepe se ofrecieron a ayudarme con todo eso. Nos juntamos el viernes por la mañana a empezar los preparativos, Adela juntó un grupo de personas que me ayudaron con la limpieza de todo, mientras nosotros armabamos los arreglos con flores, debían ser rosas, rosas blancas sin hojas que combinarían con los floreros dorados que había alquilado, teníamos que colgar unas series de luces en lo alto de las carpas para lo que Fermín, el jardinero, nos había prestado su escalera, era muy vieja ya, pero era de la altura justa para lograr nuestro objetivo.

Pepe y yo fuimos por la extensión eléctrica para revisarlas previamente a ponerlas, dejamos a Olivia quien intentaba desenredar la serie de luces y foquitos que debían ir en el techo, de un momento a otro ella decidió subirse por la escalera ella sola para colocar la primera serie de luces, oímos un grito fuerte del otro lado de la carpa y al voltear a ver vimos la escalera romperse y a Olivia en el aire caer secamente sobre el suelo golpeando su brazo que había puesto bajo su cabeza para protegerla y su cadera rebotar fuertemente del lado donde se unía la grama con el concreto.

Pepe y yo corrimos hacia ella, pero era demasiado tarde, estaba tirada en el suelo intentando hablar, miré su brazo que no parecía estar articulado más a su cuerpo, Fermín corrió a quitar los pedazos de escalera abajo de ella,

– Una ambulancia – gritó Adela

Pepe llamó inmediatamente , yo estaba muy asustada, ella trataba de sonreír dando a entender que todo estaba bien, pero no lo estaba, sujetaba su pierna con el brazo bueno en símbolo de dolor, yo quería ayudarla pero sabía que moverla podría afectarla más así que me limite a pedirle que se quedará quieta y decirle que la ayuda venia en camino.

Los paramédicos llegaron y nos pidieron alejarnos, le colocaron un collarín para inmovilizarla, la pusieron sobre una camilla que debían llevar cargada por las empinadas calles peatonales hasta la carretera en donde estaba la ambulancia, Pepe y yo íbamos detrás. Los seguimos hasta el hospital donde los médicos la tenían en sala de urgencias evaluando su estado.

Nos quedamos en la sala de espera y llamé sus padres de Olivia quienes dijeron que saldrían rápidamente para el pueblo.

– Tiene fractura de fémur y dislocación del brazo derecho, hay que intervenirla quirúrgicamente para corregir su pierna – explicó el médico de urgencias

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