Me volví una cascada de lágrimas, era inevitable, me sentía como una idiota. Sentía como si me estuviera quebrando en pequeños trozos, o como si me estuvieran haciendo una cirugía a corazón abierto sin anestesia, no sé si eso sea posible, pero si lo es, debe doler y mucho.
Acababa de ver al hombre que amaba con otra mujer, a él no le importo que yo estuviera ahí en la firma, solo se cogió a Ana en su oficina sin importar nada... Absolutamente nada.
No sabía que hacer, no tenía planes, solo quería llorar y llorar hasta quedar completamente seca, sin una sola lágrima, y sin un solo sentimiento. Me sentí traicionada, herida, utilizada y sobre todo destruida, no podía creer que el hombre que amaba me había engañado.
¿Será que no siente lo mismo que yo? No entiendo nada de lo que está pasando, me siento sola, vacía y muy lastimada. ¿Por qué me engañó? ¿Por que me hizo esto a mi?
Mi maldito subconsciente me iba a matar, no podía dejar de pensar en lo que acababa de ver.
¿Esto era real? ¿Por qué me pasaba esto a mi?
No podía dejar de darle vueltas a mí cabeza y preguntarme cosas, realmente era la primera vez que algo así me pasaba y no estaba preparada. Creo que uno nunca está preparado para algo así.
Siempre esperamos la traición de las personas en las cuales lo confiamos, pero resulta que para que nos puedan traicionar, deben ser muy cercanos o muy confiables, de otra manera no sería traición. Y si, aunque duela, la traición siempre viene de quien menos lo imaginas, de esa persona en la que confías ciegamente y de la nunca dudarías. Y ahí, cuando menos lo esperas, te clavan el puñal en el corazón.
¿La espalda? La espalda quedó atrás, para esos "amigos" que hablaban mal de ti con otros y aún así en frente de ti se portaban como los mejores.
En este momento yo no sentía un puñal ni en mi corazón ni en mi espalda, sentía un puñal en el alma, que se retorcía cada vez más fuerte, destruyendo por completo todo de mi.
Debía dejar de llorar, debía salir de allí, mi cliente me esperaba en la sala de juntas y no podía dejarla esperar tanto.
Me levanté del escritorio, limpié mis lágrimas y salí de ahí. Luego de atender a mi cliente decidí irme de la oficina, necesitaba salir, irme a casa y asimilar lo que estaba pasando.
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— ¡Hola hermanita! —La voz de Harry retumbó en mi cabeza.
— Hola cielo, la verdad no me siento bien y no quiero hablar de nada. — Dije aguantando el nudo que se hacía en mi garganta.
El no respondió, solo siguió a la cocina, yo me dirigí a mí habitación.
Me metí a la ducha, y por cada litro de agua que bajaba por la regadera, yo lloraba seis litros más, sentía como el agua fría corría por mi piel, dejándola fresca. Lave mi cabello, y salí del baño.
El reloj marcaba las 3:30 pm, mi cabeza comenzó a doler fuertemente, baje a la cocina por una pastilla para el dolor y me encontré con mi hermano Jacob.
Desde que mamá murió el estuvo conmigo como si fuera su hija, lo veía como un héroe, siempre estaba ahí para escucharme y consolarme, era sobre protector, no le gustaba verme llorar y cuando lo hacía siempre buscaba al responsable de mis lágrimas para cobrarle por hacer llorar a si princesa.
Jacob era mi vida, mi guardián, y yo para el, era su muñequita de cristal, su princesa intocable y adorada.
— ¿Por qué estás llorando? — Preguntó poniendo sus manos en la cintura.
— Yo no estoy llorando. —Dije bajando la cara y casi corriendo al subir las escaleras.
— Elizabeth, no me engañas
— ¡TE DIJE QUE NO ME PASA NADA! — grite cuando ya estaba arriba.
Como les dije, me conocía más que nadie y por mas que se lo negara sabía que algo me pasaba. No dudo ni un segundo en perseguirme a mí habitación, cargaba un semblante serio y preocupado.
Cerró la puerta detrás de él y se sentó en una esquina de mi cama, mientras me veía acostada con la sábana cubriendo mi cara.
— ¿Que mierdas te pasa, Eli? — Su tono era fuerte.
Tenía miedo de decirle lo que me estaba pasando, ¿Como le digo a mi hermano que James me engañó? Nunca le dije que teníamos algo formal, ni tampoco sabía que pase la noche con el.
— Elizabeth, dime por favor, ¿que te pasa? — No viniste a dormir anoche, estás llegando muy temprano a casa del trabajo, ahora estás inundada en lágrimas ¿y no te pasa nada?
— Solo tuve un mal día, eso es todo. —Dije mirándolo a los ojos
— Princesa, ¿donde está la Elizabeth de siempre? La que contaba todo, hablaba conmigo. —Dijo acariciando mi rostro.
— Hermanito, solo tuve un mal día, ya te dije. Solo quiero descansar.
Asintió, se levantó y se fue, dejándome sola en mi habitación.
No pude evitar seguir llorando, necesitaba desahogarme, sacar todo este dolor y dejarlo libre. No se que tanto pude haber llorado, solo que me dormí.
El ruido del celular me despertó, un mensaje de texto había llegado, miré la hora y eran las 8:45 pm, había dormido demasiado. Abrí el mensaje, no me sorprendió ver que era de James, era el 5to mensaje que enviaba, aparte de eso tenía unas 3 llamadas pérdidas, no entiendo como no escuché las llamadas pero si el mensaje, bueno, ya que importa.
James: Elizabeth, amor ¿dónde estás? 3:56 pm
James: ¿Por qué no me respondes las llamadas amor? 4:00. Pm
James: hermosa, por favor respóndeme. 4:05 pm
James: estoy preocupado, ¿Donde te metiste? 4:06 pm
James: amor, necesito verte. 4:11 pm
Era de esperarse, era lógico que me llamaría o escribiría al no verme en la oficina, y pues, ni modo, el no sabía lo que yo había visto. Seguramente pensaba envolverme en sus mentiras, llevarme a la casa de la playa y cogerme, así como lo hizo con Ana.
Hablando de la casa de la playa, no sería mala idea ir allá, de igual manera ese sería mi lugar de escape ¿no?
Decidí llamar un taxi, era la única manera de salir casi a las 9 de la noche de mi casa.
¿Que le diré a mi abuelo? ¿Y si Jacob me ve, a donde le diré que voy?
Pedí el taxi a mí línea de confianza "líneas express" si, ellos eran los de siempre, muy confiables.
Me di un baño, y me coloque unos jeans un poco holgados y una camisa gris, complete con unos zapatos deportivos blancos.
El taxi llegó por mi, baje las escaleras y al salir no tuve problema alguno, mis hermanos y mi abuelo estaban dormidos y no notaron que salí. Subí al auto y nos pusimos en marcha
Llevaba mis auriculares puestos mientras oía "Saturno" de Pablo Alborán, sus estrofas retumbaban en mi cabeza repitiendo una y otra vez cada una de sus notas.
En poco tiempo llegamos a la casa de la playa, me baje, agradecí y entre a la casa. Era magnífico, estar ahí era genial. Era una casa muy cálida y acogedora, por fin... Sentí paz.
Subí a la habitación, una vez que entre en la habitación principal me quedé helada, esto no podía ser cierto, no era real.
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Amor Y Leyes. Unidos Por El Destino.
RomanceEn ésta historia de amor, sufrimiento y traición, no será nada fácil creer en los sentimientos. Elizabeth regresa a México después de varios años y se encuentra con su único y verdadero gran amor de la infancia; James, el estará dispuesto a conquist...