Capítulo XIX

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— Pues me alaga tener que ser yo quien te la de. Hoy estrenarás tu nueva y propia oficina.

No lo podía creer, por fin algo bueno en medio de tanta mierda.

— ¿No me estás engañando? — hice carita de bebé

— No te miento, es muy real. Ven yo te llevaré. — Dijo sonriendo

Me ayudó a recoger mis cosas y nos dirigimos a mi nueva oficina.

Era hermosa, tenía una vista maravillosa hacia la ciudad, sus ventanales de cristal desde el techo hasta el suelo, un acabado de baldosas negras y blancas dando un efecto igual al de un tablero de ajedrez, las lámparas incrustadas al techo daban una magnífica iluminación a toda la oficina, un sofá de color gris acompañado por una mesa de centro de vidrio templado. Mi escritorio era de madera, pintado de negro con esquinas plateadas... Era fenomenal, estaban encantada con mi nueva oficina y muy agradecida con el personal.

— ¿Te gusta? — Pude oír la voz de Marcela.

Todos mis amigos estaban ahí, parados detrás de mi, tan emocionados como yo.

— ¡Me encanta! — Dije entrando de una vez

Conmigo entraron Marcela y Zamira, el resto del grupo regreso a su lugar de trabajo.

— Amiga, está divina tu oficina. — Dijo Zamira muy emocionada.

Me sentía cómoda en ella, sentía que estaba completa y me adaptaría muy rápido a este nuevo lugar.

Ellas me ayudaron a colocar las cosas en su lugar, a darle mi toque personal a la oficina. Nos sentamos por un momento a platicar mientras descansa amos un poco.

Zamira nos contó que había estado la noche anterior con Gustavo, el se ofreció a llevarla a casa y pasaron a cenar antes. El era su amor de siempre, pero ella no era correspondida, Zamira era como una niña, tierna y muy inocente, ella creía que si se podía tener la vida de un cuento de hadas.

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La mirada de Marcela se quedó fija a nuestras espaldas, volteé para ver qué pasaba y me paralice. James estaba parado en la puerta de mi oficina mirado como si nada y entró.

— Buenos días. —Dijo en un tono bajo y sin ánimo.

— Yo creo que mejor nos vamos. — Marcela afirmó tomando a Zamira de una mano y arrastrándola hacia afuera.

Quedamos solos y lo primero que hizo fue felicitarme por mi oficina.

Yo no podía decirle nada, no me salían las palabras, estaba completamente muda.

— Elizabeth por favor, tenemos que hablar. — Su tono de voz era tembloroso y sus ojos estaban un poco llorosos.

— Tú y yo no tenemos nada de que hablar. — mi voz se quebró

— Perdoname por lo que te dije, por lo que te hice y por lo que quebré en ti.

— Ojalá fuera así tan fácil, doctor Collins, ojalá y todo se arreglara con esa palabra "perdón"

— ¿Que puedo hacer para que me perdones? — Se acercó para llegar a mi.

— No te me acerques James, por favor no lo hagas. — Quería que entendiera que no lo quería cerca.

— ¿Que pasará con nosotros? — estaba llorando y mostraba dolor en su mirada.

— Ya no hay un nosotros, tú lo acabaste, lo destruiste y ya no trates de repararlo, porque no servirá de nada.

Realmente ya no quería seguir con el, lo amaba como a nada en la vida, pero me había traicionado sin importarle nada, y eso me demostró que podría volverlo a hacer cuando quisiera y yo no estaba dispuesta a aguantar tanto.

— Me hubiese encantado que las cosas hieran terminado de otra manera. — me acerque para tomar su cara en mis manos.

— Elizabeth, por favor.

— James, tú cometiste un error, tomaste una decisión y no me importa lo mucho que te amo, créeme que me amo más a mí, y no estoy dispuesta a soportar fallas de nadie y mucho menos si me hacen sentir poca cosa. —Te amo James, te amo tanto. Pero lo siento mucho, ya no hay vuelta atrás.

Aquí hombre de fría mirada estaba vuelto un mar de lágrimas, era la primera vez que lo veía así, llorando como un niño pequeño.

No les niego que esto me destrozó a mí también, pero no soy de esas mujeres que perdonan traiciones, no soy de esas mujeres que olvidan todo de un día para otro, ni tampoco soy de esas mujeres que no tienen amor propio. Si algo me lastima, por más importante que sea, me despido de ello porque no pienso salir lástima dos veces.

— Por favor, te pido que salgas de mi oficina, necesito trabajar. — Me aleje de el para darle espacio.

Me miró fijamente, secó sus lágrimas, acomodo su corbata y respiró profundo, dio media vuelta y se fue caminando como si nada por los pasillos de la firma.

Sentí que por dentro dijo que me arrepentiría, era como una especie de "Me las vas a pagar" pero yo no tenía nada que pagar, aquí quien falló fue el, no yo.

No sería fácil salir de esto, pero lo mismo pensé cuando tenía 11 años y mi madre murió... Aún sigo con vida, así que no moriría por esto.

Tuve un largo día de trabajo, no pude salir a almorzar, y eran las 8:45 de la noche y tampoco había cenado. Mi día estuvo muy agotador, quería ir a casa, darme un baño y dormir tres días seguidos, mis pies temblaban, y mi cabeza comenzó a doler. Todos se estaban yendo, y pues yo también lo haría.

Salí de la oficina y vi que todos estaban hablando con Helen,  todos se veían muy cansados y aún así nick no se quedó callado ni un segundo.

— ¿Que les parece si vamos a cenar todos juntos? — Dijo Mellano.

Recordé que dejé las llaves del auto de James en la oficina, debía ir por ellas y entregarlas antes de que todos se fueran.

Regrese a mí oficina por las llaves, no las encontraba, y no recordaba donde las había dejado. Revise por todas partes sin encontrar nada, volví a salir de ahí y camine hacia donde estaban todos para revisar en mi bolso, y si, Allí estaban las putas llaves, las cuelgo en uno de mis dedos y escucho a Helen decir que el doctor Collins aún está trabajando y que el cerrará el ascensor.

Me dirijo a la oficina de James lo más rápido posible para no perder tiempo e irme junto con mis compañeros.

Toco la puerta de su oficina y entro.

— Vengo a entregarte tus llaves, tú coche está abajo parqueado.
— digo colocando las llaves en la mesa y volteandome para salir.

— Espera, no te vayas.

No se por qué demonios me detuve, haciendo caso a lo que el me decía.

Me volteé para mirarlo de frente. ¡Dios mío! Tenía una vista maravillosa de el, estaba parado en frente de mi con su mirada helada, penetrandome con ella, llegando a cada rincón de mi.

— El blanco te queda muy bien. — dijo mientras acomodaba el cuello de mi camisa.

Que pasaba conmigo, ¿por qué no salí de allí de inmediato?, ¿por que hice caso a lo que me pidió? y ¿POR QUÉ dejé que me tocara de nuevo?

Nuestras miradas se encontraron una vez más, y parecía que era la primera vez que lo hacían, tomo mi cara en sus manos y sin dudarlo me besó.












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