CUANDO LA RUBIA VIO COMO SU JEFE SALÍA DE LA OFICINA DEL TIPO CON EL QUE HABÍA PASADO CHARLANDO LOS ÚLTIMOS TREINTA MINUTOS, suspiró aliviada dejando el helado té que sostenía entre sus manos en la mesita que estaba justo en medio de lo que parecía una salita, la secretaria del empresario se lo había dado en lo que ella aguardaba y la falta de miel o algún tipo de endulzante había provocado que no le diera más de dos tragos. Para su suerte Kaz había terminado de negociar y se disponía a salir de ahí haciéndole una seña para que lo siguiera, ignorando la despedida de su socio, ambos caminaron escaleras abajo a la primera planta del negocio y salieron por las puertas de una lujosa joyería del distrito financiero la cual les pagaba a los despojos para procurar que no les robaran.
Aquella tarde cuando Brekker le había pedido a su pupila que lo acompañara a hacer unos cobros, la chica se esperó que la llevaría a intimidar a personas que les debían dinero, no aquel ambiente tan civilizado; sin embargo, al pasar por aquellos callejones finos de Ketterdam, la cabeza de Mera no había podido evitar vagar hacia la situación con Dreesen, había pasado una semana de lo del robo y aún no quería negociar.