AHÍ ESTABA, el inminente desenlace que había esperado la noche completa, no por ello se sentía más tranquila, mientras experimentaba como le ataban las manos con fuerza al tiempo que la obligaban a ponerse de rodillas sobre el suelo de madera, la chica medía sus posibilidades analizando a todos los presentes en el espacio. Nadie había dicho ni una sola palabra desde que Dreesen se apareció en el umbral, el hombre estaba parado al lado de su escritorio donde tenía posado el bastón con terminaciones de cuervos, con una pipa tallada en la mano, la cuál intentaba encender desde hacía al menos dos minutos.
A su alrededor, los hombres se apiñaban, la mayoría, mantenía vigilado al chico que apoyaban contra el piso, de rodillas con la mirada clavada en suelo, al menos unos nueve estaban o sosteniéndolo para que no moviera ni un centímetro de su cuerpo, o cuidando cada acción que ejecutaba, hasta la manera en la que su respiración subía y bajaba su cuerpo, los otros tres agarraban a la rubia, como si fueran conscientes de que aquel chiquillo de ojos celestes con facilidad desplomaría a al menos seis de ellos y usaría a los otros tres como mondadientes, era claro que la fuerza de opresión estaba más dedicada a Brekker, dato que supuso, su tío había advertido al mercader, porque ella lo había suministrado, después de todo ¿Quién mejor que la cantante para saber que nadie podía retener al bastardo del Barril?