Capítulo XII

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Entonces comprendí a que se refería. Soy sirena, pero he pasado toda la vida como humana, eso quiere decir, que es posible que pueda salir, y Iván igual.

Mi hermana había salido del círculo sin problemas, y ahora me tocaba a mí intentarlo.

-       ¿qué pasará si no puedo? – pregunté

-       Es posible que no pasé nada y te quedes dentro, o es posible que mueras. Eres tu quien decides, ¿merece la pena que nos arriesguemos?

-       Prefiero eso, antes de encontrarme a mi padre y intente matar-me.

-       Siento lo de tu madre, en serio. – imaginé que se avecinaba un “pero” – pero tenía que hacerlo.

Sé que lo hizo por mi bien, no por qué me quisiera, o por que se acordara de mí, lo hizo porque me lo debía.

No pensé en mi madre muerta, ni en mi hermana que estaba mirándome esperando que cruzara, no pensé en Iván. Sólo pensé en mi casa y en mi padre.

-       Despierta Ann, tienes que ir a clases. -  dijo mi madre sonriendo.

-       Déjame dormir un poquito más anda. – dije medio dormida

Pero ella tiro de la manta y me arrojo un jarro de agua fría a la cabeza.

-       Mamá, ¿Por qué has hecho eso? – pregunté

-       Tu padre quiere decirte algo. – dijo seria

Fui al baño, me puse una manta e intenté entrar en calor con un chocolate caliente. Después, fui a la cocina dónde mi padre me esperaba. Mi padre era un hombre joven, rubio con ojos azules, era alto y muy guapo.

-       ¿Ocurre algo? – pregunté sentándome a su lado y dándole otro sorbo al chocolate.

-       Oh no, no es nada. – sonrío. – sólo quería decirte, que este verano iremos de vacaciones al campo. Ya falta poco.

-       No quiero irme de aquí.

-       Sé que no quieres ir, pero vas a ir.

-       ¿por qué?

-       Oye… si alguna vez pasa algo y no volvemos a vernos, quiero que sepas que te quiero. Tú eres mi vida.

-       Papá… ¿no estarás pensando en irte de casa, no?

-       No, tranquila, pero algún día, si todo sale bien, tú te irás, muy lejos, con tu hermana. Cuídala.

No sé cómo. Pero él sabía qué pasaría.

Cerré los ojos con fuerza y suspiré. Ahora o nunca. Nadé rápido para que no pudiera pensar más.

Crucé.

Y luego me siguió Iván.

-       Ann… ¿cómo has…? – preguntó Thomas.

-       En el fondo, sigo siendo humana,  ¿Sabes?

***

Habíamos llegado sanas y salvas al grupo dos. Ahora estaba en un estanque, en la superficie.

-       Ann, te di por muerta. – dijo Kim abrazándome

-       Pensé que no te volvería a ver.

Después de mucho festejar, decidí huir de todo y de todos, e ir a la superficie, a ver las estrellas. Qué tal vez, eso era lo único que coincidía con mi planeta.

-       ¿en qué piensas? – Apareció él detrás de mí.

-       En mi planeta, Iván… nunca me dijiste que eras humano.

-       No recuerdo nada, ¿lo sabes verdad? – se hizo una pausa. – Ayúdame a recuperar la memoria.

-       ¿Cómo?

-       Lo sabes, puedes devolverme la memoria.

-       No sé a qué te refieres.

-       Faltan unos minutos para que la luna se vaya. Así que date prisa.

-       ¿Eso funcionará?

-       Espero…

Él quería que usara coacción con él, y no sabía si funcionaria con un medio humano, pero lo esperaba.

-       Quiero que recuerdes. – cerré los ojos. – La primera vez que nos vimos, cuando me dijiste que era una asesina, cuando me dijiste que yo te gustaba. Cuando me dijiste que no podíamos estar juntos. Cuando me diste el collar. Quiero que recuerdes todo.

Abrí los ojos. Pasaron los minutos y la luna se fue. Él no hablaba. 

El canto de la sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora