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Solo mía 

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Solo mía 

Sigo besando su cuello, dejando algunas marcas, demostrando que es solamente mía, mi mujer, mi futura esposa.

— ¿Qué?

— Gatita, creo que no estas sorda para tener que estar repitiéndote las cosas. –respondo separándome de ella.

—Pero, no podemos casarnos.

— ¿Por qué no? Si es por el anillo, mañana mismo tendrás el más lujoso que existe.

—Ni siquiera me lo has preguntado.

—Julieta, creí que habías entendido que eres mía. — digo para tomar su rostro y acercarme a sus labios. Beso sus labios mientras mis manos acarician su espalda. Ella gime cuando muerdo su labio inferior.

La tomo de las caderas y la acomodo en mis piernas, ella se sienta a horcajadas sobre mí, sigo besándola mientras que con mis manos acaricio sus piernas por encima de sus pantaloncillos.

Nos separamos por falta de aire, pero bajo mis besos a su delicado cuello. Ella se estremece bajo mis toques.

— ¿Quieres que te folle aquí? –cuestiono mordiéndole el lóbulo de la oreja.

—No, tenemos que hablar. –trata de separarse.

—Eso lo podemos hacer después, gatita.

—Pero es importante.

—No más importante que tú y yo desnudos en mi cama.

Ella sabe que por más que insista igual la follaré. Me levanto del sillón, con ella en brazos. Julieta esconde su cara en la curva de mi cuello, generando que con sus toques me excite más de lo que ya estoy. Sé que está intentando provocarme y lo está consiguiendo, con una mano libre azoto su trasero haciendo que ella de un ligero brinco haciendo que nuestras entrepiernas hagan fricción.

—Voy a follarte tan duro, que no podrás ni moverte, gatita. – le susurro mientras camino por el pasillo.

—Carlo

No respondo y camino más rápido, llegamos a la habitación, como puedo abro y cierro la puerta, poniendo el pestillo para que nadie nos moleste.

La dejo sobre la cama, mientras lentamente le voy quitando la ropa, cuando por fin la tengo desnuda debajo de mi cuerpo, comienzo a besarla. Toco cada parte de su cuerpo, me deleito con su sabor, la follo en una y mil posiciones. Aunque pasamos toda la tarde follando, no llego a saciarme por completo. Quiero más de ella.

—Tenemos que hablar. –susurra

—Creí que ya lo habíamos hecho. –respondo mientras acaricio su espalda desnuda.

—Hemos follado toda la tarde. Y déjame decirte que follar no es hablar.

—Define hablar, porque por mi parte, toda la tarde he hablado claro y tendido con tu cuerpo, debajo mío, mientras te follaba y tu gemías de placer. 

LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora