Cherry Flavoured [Español]

🍒 6. Imperio Stephan

LAURIE STHEPAN

Conozco a Milo Hadaway Sha más que él a sí mismo.

Vídeo juegos hasta muy tarde, anime de thriller psicológico, rock alternativo y esa admiración incondicional hacia los Lakers, especialmente cuando se filtró aquella fotografía al desnudo de uno de sus integrantes.

Odia bañarse los domingos, en realidad, odia bañarse en general.

No usa reloj nunca, por eso asiste tarde a cualquier evento que se le presente, puede llegar a escuchar mil veces Welcome to the jungle y aún así no le es suficiente. Es de los mejores de la clase sin siquiera intentarlo, el prototipo de estudiante brillante que todo profesor anhela tener.

Tiene dos amigos; prefiere la soledad y sus audífonos. Su color favorito es el rojo, no entra a clase de español, porque su padre tiene sangre latina.

Dice dos palabras y cinco insultos.

Aunque sé estás cosas y otras un tanto oscuras, esto no me hace acosadora, no debería ser juzgada por descubrir el lugar seguro de mi crush y pasar mil veces por allí, solo para verlo. Solo estoy en esa etapa que toda adolescente promedio ha experimentado; ese sabor agridulce de ser invisible ante los ojos del único chico por el cual sientes todo.

Le he dedicado cartas, las cuales no lee, regalos que bota, sonrisas que apaga con su indiferencia y canciones que aumentan mi obsesión por él.

Para todos soy relevante, pero ellos solo ven mi cuerpo, no les interesa conocerme realmente, admito que estoy acostumbrada a la atención y me jode no tener la suya; me obsesiona.

Soy capaz de todo por una mirada no-amistosa de Milo Hadaway, por eso dicen que la vida es mas tranquila cuando no te sientes atraído por nadie.

Me paseo por los pasillos del instituto haciendo sonar mis extraordinarias plataformas de tercio pelo de la nueva colección de mi diseñadora favorita, en tanto mis secuaces, cuyos nombres olvidé por completo me siguen el paso torpemente. Todos se me quedan viendo, y no es para tanto, soy esa chica que ante los ojos es imposible de no admirar, tengo ese magnetismo que los vuelve locos.

Pero está vez no me miran de esa manera, más bien murmuran cosas sobre mí y sonríen, algo está mal en definitiva, por tanto arrugo la cien.

—Patricia —mascullo entre dientes.

—E-Eh, ¿sí, señorita Stephan? —ella ignora el nombre que le acabo de inventar.

—¿Qué ocurre con todo el mundo hoy? ¿por qué me miran de esa manera?

Ella abre sus grandes ojos y repara su alrededor, confundida.

—¿De cuál modo, señorita?

—¡No seas estúpida y averigua que está ocurriendo! —le golpeo la cabeza con mi bolso caro.

—C-claro... —se lamenta por lo bajo.

—Al parecer esto es lo que sucede —el otro secuaz tiende ante mi un pequeño cartel, el cual estaba pegado en mi casillero.

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—Qué estupidez, ¿quién ha sido capaz de esto? —elevo una ceja.