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Viktor no estaba pensando con claridad. No cuando  Gustabo le sujetaba la mano en aquel consultorio. Donde le confirmaron lo que él ya daba por hecho.

Ahí ya no había nada.

Se removió en la camilla, escuchando el pésame del doctor. Sintiéndose vacío y culpable. No lloró allí. Ni si quiera en el camino a casa. Escuchó los susurros como ese rubio que tenía como pareja hablaba con los dos menores.

Escuchó a Vania llorar y como García lo consolaba. El menor de los Volkov se culpaba por lo que había sucedido. Si él no se hubiera escapado... Sin embargo, su padre le quitó importancia, admitiendo que él también tenía parte de culpa.

Una culpa que le carcomía cuando escuchaba al que pensaba que era el amor de su vida llorar por las noches. Este trataba de ser silencioso, pero García había vivido demasiado tiempo en la calle como para reconocer esos pequeños ruidos.

Viktor estaba pasando por el luto de su hijo no nacido. Uno que deseaba haber tenido. A veces lo veía acariciarse el vientre mientras pensaba, cuando creía estar a solas.

- Vania, Zoran. - Llamó un día a los menores, estos se habían quedado en casa haciendo deberes de la escuela. - Quiero que os quedéis con Viktor, tengo que salir. - Dijo cuando los menores lo miraron. Estos asintieron.

La verdad es que Zoran se había desarrollado bastante bien en aquel ambiente, aunque Viktor estuviera en un estado depresivo tener la compañía de Vania le ayudaba.

Zoran miraba a Vania como si fuera un héroe. Un héroe al que de moría de ganas por besar pero este no se daba cuenta. Muchas veces mientras hacían los deberes se había quedado observándolo, sonrojándose tras darse cuenta de lo que estaba pasando. El pequeño serbio estaba enamorado de ese mitad ruso y español. Lo sabía pero... ¿Y si Vania le tenía asco? Que su padre lo fuera no significaba que fuera a salir con alguien de la misma condición.

El menor de los Volkov miraba la puerta con la que su padre se había encerrado en su cuarto, sin darse cuenta del otro chico mirándolo. El serbio suspiró, volviendo a su tarea.

Gustabo por su parte volvió a la sede del FBI donde Horacio se encontraba. - Creo que lo voy a hacer. - Le susurró nada más sentarse enfrente del que reconocía como su hermano. - No puedo verlo llorar más... No sé cómo se tomará este paso que voy a dar.

- Bueno, Gus. Él no fue el único que perdió un hijo, tú también tienes derecho a sentirte mal o buscar soluciones. - Dijo golpeando la mesa con un lápiz, con cuidado y su propio compás.

- Horacio, fue mi culpa. Yo debiera haber ido con Vania y sin embargo, estuve con vosotros, él se estreso demasiado y... Pasó.

Este lo miró unos segundos. Finalmente asintiendo y suspiró. - No es el único que ha perdido algo... - Horacio se notaba cansado e irritado. Sin embargo, eso molestó a García, esa insensibilidad.

- H, a veces eres un mierdas. Estas hablando de mi hijo no nacido, creo que mi pareja tiene el derecho de sentirse triste por ello. No sólo tú puedes sentirte triste. - Ya, lo dijo. - Si tú no te hubieras metido como perra en celo en la cama de mi tío todo estaría bien. Yo podría tener una niña de pelo rubio y ojos grises, pero no es así. No... Es así... - Terminó susurrando, en parte aliviado por compartir sus pensamientos como su doctor le había informado durante sus terapias. Sin decir una palabra más se marchó de allí, yendo a por comida japonesa, de la favorita de su pareja. Pensaba sincerarse con él. Decirle todo. Coger la culpa que tenía en sus hombros y cargarla él. Viktor no era el culpable, era él.

Por su parte, Pérez se quedo hasta pasada la tarde en la sede del FBI. No queriendo hacer frente a lo que tenía en casa. Al llegar, nadie lo recibió en la puerta, ni si quiera su perra o el cerdo que tenía como mascota. Dejó sus cosas en el sofá, lo cual solo era la chaqueta y miró hacia la habitación. Habitación que solía compartir con el mayor.

Fue con lentitud, entrando en ella y observando todo al rededor, tratando de no ver al hombre que estaba en cama por su culpa. Jack había recibido una bala que lo dejaba parapléjico. No podía mover sus piernas y prefería quedarse en la cama mirando al techo. - Jack. - Lo llamó despacio, llamando su atención. - ¿Por qué no utilizas la silla de ruedas? - Se sentó en la cama, junto a su pareja. Este solo le hizo un gesto con la mano, abatido, cansado. - Sabes que será peor que te quedes aquí, Jack... - Le susurró y acarició el pelo negro de ese hombre. Viendo que este no respondía. Si bien la herida de bala no había curado, Conway prefería estar en casa. Besó la frente del mayor y sintió una leve caricia en su mano.

- Deberías buscar a alguien que tenga piernas útiles... - Horacio negó con la cabeza aún con sus labios contra la frente del otro. - No te sirvo ni para muñeca hinchable, ¿Por qué demonios sigues conmigo?

Horacio solo se separó un poco, mirándolo a los ojos. - Porque es a ti a quien amo, viejo gruñón. Por mucho que intentes alejarme, siempre voy a estar a tu lado. - Le cubrió los labios con un dedo en señal de silencio. - Llevamos años juntos, creo que merezco, al menos tras este tiroteo, un poco de... Confianza, Conway.

El mayor rió, entre dientes, movió con cuidado la mano de este de su boca. - Que raro, muñeca, aún no tienes mi apellido. - El menor se rió en respuesta y golpeó el pecho de su pareja con cuidado.

- Deja de bromear, Jack. No puedo tener tu apellido si no... Nos casamos... - En ese preciso instante se dio cuenta de lo que el mayor le proponía. - ¿Estás seguro? - Su voz sonó entrecortada. Con duda. Este asintió, avergonzado, esperando el rechazo del menor sin embargo solo lo vio llorar. - ¿En serio quieres estar conmigo aunque sea el culpable de que Gustabo haya perdido a uno de sus hijos?

- En realidad, sería culpa mía. Te mandé a los brazos de otro y... Gustabo ya me odiaba. - Sin embargo, eso no hizo que la culpa que sentía el menor se dispara lo más mínimo. Sin embargo, aceptó. Aceptó sabiendo cuan jodido estaba por ese hombre, como el rubio diría.

Mientras tanto Gustabo llegaba a la casa del ruso, donde vivía desde hacía un tiempo. Los chicos seguían haciendo sus tareas, revolviendo el pelo de su hijo y de su amigo le dejó algo de comida. Era su forma de pedir que no les molestará.

García tuvo una respiración profunda antes de entrar al cuarto donde estaba el ruso. Se le rompió un poco el corazón cuando lo vio, este estaba tumbado en la cama con una pequeña muñeca de tela sobre su pecho mientras pasaba los dedos por el pelo de lana de esta. Este miraba por la ventana, en silencio, solo movió los ojos ligeramente cuando vio el movimiento de la puerta.

El menor se acercó a la cama, besando su mejilla con suavidad y dejando la comida sobre la cama. - Sé que solo hemos tenido malas noticias, pero tal vez algo de sushi te alegre el día. - Sacó los embalajes de la bolsa, dejándolos frente al ruso. Este suspiró, Gustabo trataba de ser más comprensible.
Tuvieron una cena tranquila, sentándose el rubio en la cama, contra el cabecero de esta y con el ruso sobre su pecho. El ruso no hablaba y el español solo le daba comida lentamente. - Vik... - Lo llamó Gustabo, con suavidad, temiendo lo que vendría a continuación. - Sabes que yo no creo en el matrimonio pero siempre he querido un niño chino... - El mayor lo miró sin entender. - ¿Quieres adoptar un niño chino conmigo? Digo, no ahora, por... Ya sabes... - Hizo un gesto que hizo que el ruso elevará una de sus cejas. - La cosa... Yo sé que tú quieres tener pito y yo quiero un niño chino, entre tú y yo, un chino es imposible.

- García. - le cortó mirándolo a los ojos. El silencio los envolvió, el rubio estaba nervioso, nervioso por ese silencio. Podía ser considera insensible, solo hacía unos días que había pasado esa pequeña pérdida. - No. No aún. - Se acarició el vientre. - Dame un tiempo. Necesito...

- Hey... - Ahora fue su turno de callarlo, con un tono suave finalizó. - Cuando estés listo, de momento ya tenemos dos capullos en casa. Tal vez en el futuro... - Susurró con esperanza.

- Tal vez... - Volvió a mirar por la ventana mientras jugaba con la muñeca. Reflexionando acerca de los deseos de su pareja.

¿Tenías que ser tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora