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Pasaron así días. Enviándose mensajes a altas horas de la noche, siempre había algún mensaje al que responder. A su vez, la relación con Vania mejoró un poco.
Este ya no preguntaba cosas sobre su padre, era como si se hubiera calmado con ello y el día de su juicio se acercaba.

El mayor temía perderlo y era por ello que había dejado de lado sus obligaciones, quedándose en casa con su hijo cuando solo faltaban un par de días para el juicio de este.

Vania lo sabía. Sabía que su padre temía perderlo en ese juicio, y él tan si quiera sabía que decir. Era culpable. Él había robado información para dársela a Beca, se arrepentía a medias. A medias porque esa situación hizo que descubriera al hijo de Conway pero... seguramente lo separarían de su padre. 

Ya no le servía de nada patalear, pero aún así, quería hacerlo. Él aún era un chico de 15 años y sería juzgado como mayor de edad. 

Seguía teniendo la chaqueta del FBI, y Vania no pensaba devolvérsela. Era algo que ocultaba a su padre, creyendo que la quemaría o cualquier cosa. Sin saber que por las noches se mensajeaba con el otro al cual le había robado dicha prenda. 

- Oye, papá... - Susurró durante la cena cogiendo algo de pan de una pila que tenían en el centro de los dos. -  ¿Tú...? - Se cortó mirándolo y volvió a bajar la vista. - ¿Me vendrías a visitar a la cárcel? - Terminó finalmente sin poder mirarlo, con el pan en las manos mientras lo despedazaba lentamente. Con miedo a la respuesta que se le iba a dar. 

- No. - Le dijo su padre seco. Su mirada subió durante unos segundos, sorprendido de una forma que hizo que su pecho se sintiera vacío. Su padre lo miraba con frialdad, Vania quería llorar. - No, porque tú no irás a la cárcel. - Siguió comiendo y Vania suspiró, en parte aliviado pero aún sintiéndose mal. - Haré todo lo posible para que eso no pase, Nia. - Le dijo cariñosamente y por primera vez le cogió la mano en años, al ver como el menor se echaba a llorar no dudó en levantarse y abrazarlo con fuerza. - No llores, mi pequeño... - Le susurraba con calma, tratando de tranquilizar al menor. 

- Pero soy culpable, papá... yo no quiero ir a la cárcel... - Seguía con su llanto amargo mientras trataba de esconderse más en el pecho de su padre. 

Se quedó toda la noche con él, acariciando su pelo mientras lo veía dormir en la cama. Se sentía algo espiado pero no podía decir nada, sabía que los agentes del FBI estarían por los alrededores temiendo que pudiera tratar de huir. 

Sin embargo, solo era Gustabo. Había cogido la costumbre de pasearse por allí para ver a esos dos, dejando a Horacio disfrutar de la compañía de varios hombres.

Desde que Jack había roto con él, Horacio estaba intentando saciar ese vacío más que nunca. Llegando a insinuarse a Gus, sin embargo, este no parecía tener gran interés. Volvía a estar obsesionado con ese ruso de dos metros. 

Él lo llama obsesión, no quería estar enamorado. Nunca lo había hecho y nunca lo haría. Él sería siempre libre. Sin embargo, allí estaba, velando por esos dos a sabiendas que la mafia de armas estaría merodeando el lugar también. Pues, gracias a Vania, él también había sacado suficiente información. 

Horacio por su parte, había decidido no quedarse más en casa. Cambiando su nombre y ocultando su trabajo decidió tener varios amantes. No se envolvía sentimentalmente con nadie y había pasado a dejarle el sur a Gustabo, pues él prefería el norte. El sur solo le recordaba a Jack. Entablando varias amistades nuevas.

Sabía que en el sur había más movimiento de drogas. Un nuevo badulaque fue abierto y demás. Pero se mantenía alejado, prefiriendi el norte y dejando el trabajo duro al chico que consideraba su hermano.
Poco a poco dejó de pensar en ese hombre. Al menos, mientras distintas manos recorrían su cuerpo. Más su corazón, seguía en con el otro.

¿Tenías que ser tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora