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Vania no sentía para nada cómodo, ambos padres se pasaban vigilándolo. Quedaban dos días para Navidad en aquel momento y él no podía ni cerrar la puerta de su cuarto ya que estos se lo habían prohibido expresamente. 

Gustabo por su parte había dejado de darle tabaco, su ansiedad iba en aumento junto a las peleas que ahora tenía contra ambos de sus progenitores. 

Solo se centraba en sus estudios, ni siquiera le apetecía jugar videojuegos. 

Escuchaba como sus padres hablaban en la cocina, sin entender que decían, pero ambos parecían volver a llevarse bastante bien. 

Garcia ahora dormía en el sofá, o eso le hacían creer, porque sabía que en mitad de la noche este se escabullía al cuarto del ruso y algunas veces les había pillado durmiendo juntos, usualmente Gustabo abrazaba por la espalda a Volkov y este apretaba su mano contra su pecho.

Debía sentirse feliz porque sus padres estuvieran juntos, pero solo quería llorar, ahora dependía de una medicación. Y aunque el rubio le hubiera explicado que era algo natural se sentía como un bicho raro. 

- Tú y yo nos vamos. - Le dijo Gustabo sin dejar que respondiera, simplemente lo tomó de la muñeca. 

- Espera, espera. - Intentó detenerlo, viendo como Viktor solo lo miraba desde la puerta, sin mover un dedo. - Ni siquiera me he duchado, no puedo salir así.

Sin embargo sus excusas no fueron escuchadas. 

Estaban ambos en el coche, solos, el mayor de ellos no había ido y Vania empezaba a ponerse nervioso. No entendía nada de lo que estaba pasando, Viktor había apartado su mirada cuando estos salían. - ¿Me estás secuestrando?

- Sí. - Este respondió con simpleza. - Te estoy secuestrando con el consentimiento de tu padre. - Se giró a mirarlo con una cara seria. Mientras más hacías las afueras se iban, peor se sentía el menor. Terminaron parando frente a una especie de granja, lo miró con confusión. - Baja, te voy a matar, haré un nuevo niño con Viktor. - Este se apoyó contra la puerta, tratando de huir del rubio y dándose cuenta de que la puerta estaba cerrada, viendo como este se acercaba lentamente a él y, de repente, un golpe. 

Se giró por inercia, con miedo para ver a un perro grande contra su ventana moviendo la cola y sacando la lengua.  Gustabo terminó abriendo las puertas tras presionar un botón desde el panel de control del coche. - ¿Dónde estamos? - Le preguntó, aún con miedo aunque el perro estaba encima de él dándole unos lametazos. 

- Bueno, el terapeuta nos llamó, dijo que sería bueno que tuvieras un perro, te haría salir de casa, así que, te traje a que adoptaras uno. - Se alzó de hombros mirándolo mientras sonreía. - Pero me alegra ver que ya no te quieres morir, deberías haber visto tu cara cuando pensaste que te iba a matar.

- Ja, ja, muy gracioso. - Dijo mirándolo irritado por el comentario. - ¿Y por qué papá no vino? - Preguntó curioso.

- Me permitió este momento a solas con mi hijo, ya sabes, después de casi 16 años sin, ya sabes, contacto. Así que este sería un momento entre tú y yo. Ya podrás recriminarle luego. - Dijo abriendo la reja que separaba el terreno hacía la granja. - Vamos, culo hermoso, nos esperan dentro. -  Vania lo miró arrugando su cara por el extraño apodo.

- Eres mi padre, pervertido.  - Susurró entrando al sitio seguido por el perro que le daba cabezazos para que le hiciera caso, casi haciéndole caer. 

- No te lo tomes a personal, cara esponja, lo hago con la gente que quiero. - Este se giró a mirarlo extrañado.

- Eso no tiene ningún sentido. - Le respondió intentando descifrar su frase, este solo levantó sus hombros.

Allí conoció a una mujer mayor que se encargaba de dale albergue a todos esos animales, está les ofreció algo de té mientras hablaban, mentiría si dijera que no estaba ilusionado por tener un perro, era algo que su padre no quería. Sin embargo, aunque su padre quería un perro pequeño, él fue directo a un perro pastor alemán, que se veía bastante tranquilo. - Era un perro policía. - Les explicó. - Pero perdió el olfato, así que la policía me pidió que lo cuidara, lleva aquí 2 años, nadie quiere un perro grande, de normal solo vienen a por cachorros. 

Gustabo veía como Vania se había quedado mirando los ojos de ese perro. - No va ha hablar, si es lo que esperas. - Lo sacó de sus pensamientos. 

- Sí hablan, sus ojos están tristes y se siente solo. - Le dijo sin apartar la vista. Gustabo rodó los ojos. - Además, parece sufrir de estar aquí, no le gustan el resto de animales. - La mujer asintió, sorprendida de que este no se equivocara, ese perro prefería estar solo y raramente se acercaba a ningún animal o persona. Se sorprendía de que aunque el menor estuviera frente a él, no tratará de huir.

- Espera, no... - La mujer calló viendo como ese animal se dejaba tocar por el niño. - Increíble, él normalmente es muy agresivo... 

Gustabo volvió alzarse de hombros. - Supongo que quieres ese. - Vania asintió, sin separar la vista del animal mientras movía la mano. - Bueno, ¿y cómo se lleva con los gatos?

- No muy bien... ya he dicho que no tolera estar con otros animales. - La mujer repitió. 

Horacio por su parte estaba bebiendo vino con el italiano, este se encontraba hablando de los planes de la mafia, había confiado en él más de la cuenta, y se notaba que realmente le gustaba.

- Pero mio amore, tú no te preocupes por nada. - Le susurró en el oído mientras acariciaba con un dedo su mandíbula, sentado detrás de él mientras con la otra mano guiaba la copa a los labios del chico de cresta. - Tú solo quédate conmigo, te daré todo lo que deseas, angioletto. - Besó con delicadeza la masculina mandíbula, por donde había pasado sus dedos. - Traicioname, y te enviaré al infierno, topolino. - Alguien interrumpió en la habitación donde solo estaban esos dos, Carlo miró al intruso con cara de pocos amigos mientras seguía abrazando por la espalda al chico moreno. Un hombre de pelo rubio entró hablando en italiano, haciendo que Carlo se molestara con lo que este le decía, Horacio no era capaz de entender nada, solo sabía que habían problemas, y lo más seguro sería porque él había pasado información sobre un trato de drogas en una zona. Bebió su vino mientras veía como Carlo se dirigía al menor, solo en su ropa interior, gritando y peleándose con este. Ambos salieron apresurados, el menor solo se puso unos pantalones deportivos antes de salir. 

Horacio dio un largo trago a la copa de vino mientras se cubría con una sábana de seda, todo el mundo sabía que era la prostituta del jefe. Y que este solo lo veía así, eso hizo que no dudará en pasarle información al FBI, obviamente.  Aunque ese era su pensamiento, Carlo le regalaba todo lo más caro, incluso tras haber robado una joyería le regaló un anillo de diamante. Desde ese momento, cada vez que había algo, Axel recibía algo nuevo. Y Horacio utilizaba estas cosas como prueba para su caso.

Rellenó su copa con ese vino caro que el menor había llevado ese medio día para que ellos almorzarán juntos y cogió algo del queso que este había llevado como tentempié. Enciendo un cigarro mientras escuchaba el silencio de la sala y se motivaba pensando que había hecho lo correcto.

Vio como su teléfono sonaba con el nombre de JC en él. Decidió ignorarlo, como llevaba haciendo desde hacía un mes. Ya no iban a jugar con él. Él tenía el control, y lo iba a demostrar a todo el mundo.

¿Tenías que ser tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora