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Horacio no esperó el silencio de Gustabo, pensaba que lo atacaría, pero más allá de eso, el chico simplemente se quedó mirando al techo en su cama. El menor de ambos se tumbó a su lado, viendo lo absorto que estaba en su mundo. - ¿Gus? ¿Estás bien? - Le susurró intentando sacarlo del trance.

- Horacio, soy padre. - Le dijo con una tranquilidad un tanto extraña en él, el menor asintió, esperando a que este continuara hablando. - No puedo creerlo. - Susurró y miró al chico gordito de la cresta.  - O sea, pudo haberme ido a visitar, enviarme una carta... ¿Tú lo sabías?

El chico moreno se empezaba a extrañar de la conducta tan pacifica de su amigo. - ¿Y qué hubieras hecho? - Trató de sacarle información, pues sabía que Gustabo nunca hubiera querido un niño, gritaban mucho y olían mal. Gus era el niño grande. Sin embargo, este le había estado detallando diferentes personalidades que iban con él. - Oye, Fred. - Este lo miró como si nada. - ¿Cómo se siente Gus en este momento? Tú eres el protector, ¿verdad? 

- Gus está mal. - Confesó. - Por eso he salido yo, no dejaré que nadie le haga daño. Él sufrió mucho por culpa de Pogo y de momento, él está controlado. - Horacio asintió y se abrazó a él, lentamente. Fred era como el padre que ni Gustabo ni él pudieron tener. Este le dio unas ligeras palmaditas en la espalda. - ¿Y tú? ¿A qué viene eso de estar con un viejo? - Horacio se alzó de hombros, sin querer responder, sintió un apretón en su espalda para que hablara.

Suspiró lentamente, tratando de no llorar. - Creí que él era diferente. - Notó como Fred movía su cabeza, poniendo en duda su testimonio. - Es que... él me trató como nadie, es decir, siempre estaba conmigo, me daba flores... Me trató bien...

- Parece que más que enamorado de él, estuvieras enamorado de sus gestos hacía a ti porque ninguna pareja te había tratado así. 

- Bueno, es que esa fue su forma de enamorarme. - Alzó los hombros y lo miró. - ¿Es incorrecto?

- No, Horacio, no es incorrecto. - Respondió al ver la duda en su mirada. - Es una forma bonita de enamorarte de alguien, por como te trata, no por como se ve. - Este aún seguía con duda. - Horacio, es hermoso y estás bien jodido, porque nadie te tratará de nuevo como él y simplemente lo anhelaras. Aprenderás a convivir con ello. O a amar alguien más.

- La cosa es que... yo no quiero a nadie más. - Le confesó. - Él siempre me dijo que era muy joven, que debía estar con chicos de mi edad, pero... yo realmente, me enamoré de él. De cómo es, aunque sea un viejo amargado, sé que tiene un lugar tierno. 

- Ay, Horacio, pequeño. Jack siempre será así, y lo sabes ahora, él huirá cada vez que se vea agobiado. Es como trata los problemas, ¿no? Mira como nos abandonó cuando Gustabo era pequeño. Tal vez lo que él debería hacer es ser recluido en el psiquiátrico como nos pasó a nosotros. - El menor rio bajito y se acurrucó más contra él, sabiendo que estaba siendo egoísta dejándose llevar por el alter de su amigo, pero en aquel momento él no quería ser insultado por otras personalidades, prefería tener a Fred, el protector y siempre seguidor de la ley. Se quedaron ambos en silencio, Fred seguía escuchando la voz de Gustabo insultando a Volkov y cuando escuchó el susurro de quien reconoció como Pogo, se separó lentamente del muchacho. - Voy a tomarme las pastillas, seguramente vuelva Gus. No llores, él puede llegar a ser dañino cuando está enfadado, pero siempre estaremos juntos. - Le sonrió un poco y el menor asintió, suspirando esperando a quien fuera que volviera simplemente no cruzara la raya para llamarlo nombres que no quería escuchar.

Volkov por su parte estaba en casa, destapando una botella de vodka. Iba a beber solo, Vania estaba en su cuarto, seguramente fumando, pues podía oler en su ropa el exceso de tabaco. Tal vez debería hablar con su hijo menor de edad acerca de las adicciones y hacerlo dejar de fumar, pero sentía que no estaba en la postura correcta, menos aún cuando él bebía para despejar su mente y fumaba desde corta edad. 

Tal vez sí había encerrado demasiado a su hijo. Vania no era un policía, ni un militar, era su hijo y lo tenía encarcelado como a un pájaro, temiendo que si volaba, no volvería a verlo.

Debía aprender que su hijo seguiría siendo él, por mucho que se hubiera metido en una mafia, dio un largo trago al vodka, siendo esto su culpa. Y que no debería haberle ocultado quien era su padre, otro sorbo, aunque este hubiera atentado contra la vida de ambos. Y... tal vez... solo tal vez, debería hablar con, sorbo largo, Gustabo.

Sus palabras le habían dejado pensando, era cierto, Pogo no era Gustabo y él lo había menospreciado por un trastorno mental que este sufría. No distaba mucho de sus ex compañeros militares cuando se rieron de él por querer ser hombre, menosprecienadolo. Acarició la botella un poco y se recostó en el sofá del salón. Miraba al techo como si esperara una respuesta. Se sentía como un capullo. 
Ahora sentía que ocultarle eso a Vania había sido una estupidez. Una estupidez que podría hacer que su hijo fuera a la cárcel, con solo 15 años. Se estaba dejando el dinero en removerle muchos cargos y haciéndole ver inocente.
Se quedó con la botella en sus labios y miró hacía la puerta del dormitorio de su hijo. Este le había dejado claro que quería seguir conociendo a su padre biológico, aunque fuese delante de él. Vania era un ángel, comprendió de inmediato que era el trastorno de personalidad múltiple, aceptando que este lo tenía y que no por ello dejaría de querer conocerlo. Pero a Viktor le daba miedo, era un miedo abrumador el pensar que Pogo podría salir a la luz en uno de esos momentos juntos y es por ello que Vania ofreció que él estuviera presente.

Le parecía ridículo estás considerándolo seriamente. Pero, sentía que ya le había hecho mucho daño a su hijo y que por una vez le podía conceder eso. Conociendo a Gustabo, suspiró, él también desearía saber más de Vania. Ellos habían tenido una historia oculta, donde el menor confesó varios secretos, como el hecho de si tenía un hijo no quería ser como su padre y dejarlo atrás.

Pero... Volkov hizo que fuera como su padre.

Otra culpa más. Otro sorbo largo a la botella que no llegó. Estaba vacía. Tuvo que ir por más.

No supo en qué momento de la noche fue buena idea enviarle mensajes a Gustabo, seguía teniendo uno de sus teléfonos, supuso que él nunca los leería.
Viktor se tapó la cara con sus manos, ahogando un chillido. Ese hombre rubio siempre lo hacía sentirse como un adolescente, como si hubiera errado y todo lo que calculó por años fuera incorrecto.

Sin embargo, este sí respondió. Sorprendiéndolo. "No creo que sea correcto que me diga enviando mensajes a este número, comisario. " Era un mensaje tan simple que Volkov pensó que este estaba tratando con frialdad, por obvias razones.

Viktor, a pesar de la respuesta del menor, no se detuvo ahí. Tratando de tener una conversación con ese hombre, tratando de ver si era real que ese no era quien le disparó.
No se mentiría. Él había querido formar una familia. Tras la muerte de Ivanov, y la forma en la que rompieron, creyó no conseguir eso.
Pero ese rubio parecía tener esperanzas para todos. Y eso le incluía a él, al menos, a sus quedadas a escondidas.
Quedaron que algún día sería todo oficial, se rió ante ese pensamiento

Cuando este le disparó todos esos sueños se fueron por el retrete, queriendo seguir el solo. 
Y para su mala suerte, Conway lo pilló. Queriendo estar ahí para el niño como el padre que nunca tendría, puesto que Gustabo seguramente jamás saldría del psiquiátrico. 

Pero lo hizo. Y ahora estaban ahí, manteniendo una conversación. Lenta, por parte del menor que parecía no querer responder y sin embargo, lo hacía.

Era como la primera vez que hablaron tras una fuerte pelea. Donde García quería enviarlo a la mierda y sin embargo, no lo hacía. Lo decía, pero nunca se iba.

¿Tenías que ser tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora