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Viktor estaba en comisaria, había tenido el doble de trabajo ese mes. Desde que cierto rubio había desaparecido del mapa, de nuevo, todo el peso caía en 3 personas, y eso le incluía.

Seguía enviándole mensajes, pero estos nunca tenían respuesta.

Suspiró, estaba cansado de tanto trabajo, sintiéndose mal por haber tratado a Gustabo de esa forma. Pero ahora parecía que este se había ido de verdad.

En todos los años que llevaba sin verlo, nunca se había sentido tan mal. Cierta parte de él quería volver a verlo, estaba cansado de ocultarse a si mismo dichos datos.

Al menos la relación con Vania iba bien, aunque de vez en cuando le asustaba diciendo que había un perro ladrando y dañaría a Don G. Empezaba a preocuparse por su hijo, pensando que había heredado algo de su padre. Sin embargo, buscando información se dio cuenta de que el trastorno de su ex, ¿amante? suponía que sí, no era hereditario. 

Eso en parte le aliviaba y por otra le hacía preocuparse más aún por lo que estaba sufriendo su hijo. 

Apoyó los brazos en el escritorio, escondiendo su cara bajo sus manos. Deseaba poder pasar más tiempo con su hijo, pero estaba hasta arriba de papeleo, trabajo y más trabajo. 

Miró su móvil, sin levantar la cabeza, este estaba a un lado del escritorio. Lo cogió y sin pensarlo dos veces llamó a Gustabo, como siempre, no hubo contestación pero decidió dejar un mensaje de voz. - Le echamos de menos, vuelva pronto. - Decidió que se había denigrado lo suficiente y colgó tras ese simple mensaje. 

Sin mirar las alertas decidió irse a casa, cansado de solo trabajar y queriendo ser aunque fuera una única vez un buen padre. Decidió pasarse por algunas tiendas, sobretodo de videojuegos, buscando algo que le pudiera gustar a su hijo por navidad, y, sin dudar, entró también en algunas tiendas de ropa, pensando en regalarlo a ese enano rubio. Si es que con suerte aparecía por navidad. 

Decidió comprar un videojuego y ocultarlo en su chaqueta, lo de Gustabo podía esperar, pues no sabía que le gustaría. 

Al llegar a su casa se encontró con la casa echa un desastre, preocupado fue a ver donde estaba su hijo, pues estaba todo desordenado. No lo encontraba por ningún lado.

Al abrir la puerta del baño de una patada lo encontró allí, acurrucado en el suelo con un pequeño charco de sangre y cristales en el suelo.

- Vania, ¿qué demonios a pasado? - Se acercó a él, comprobando su estado.

El menor solo lloraba mientras decía que no sabía que había pasado, solamente vio una sombra en el espejo y le dio miedo. Volkov lo llevó al médico, pidiéndole por favor a su hijo que contara todo con detalle. 

Pasaron allí horas, Vania había dado negativo en cualquier sustancia, no había alcohol, ni drogas, ni nada. Estaba limpio pero muy estresado. No dejaba que los médicos lo tocaran. Viktor tuvo que acercarse a él con cuidado y hablarle, solo en ese momento pareció que el menor se tranquilizara. Al ser menos su tutor legal debía estar ahí, solo le pidieron que se saliera cuando su hijo estaba con un psiquiatra, prometiéndole que estaría en la parte de fuera, si abría la puerta, lo vería. 

No estaba muy seguro de hacer eso, pero el doctor le pidió que lo hiciera. Este cogió el teléfono, tenía una llamada perdida de Garcia. Miró unos segundos la puerta y decidió que sería bueno que este se enterara de la situación de su primogénito. - Vania está en el hospital, solo saben que está estresado. - Dijo cuando escuchó que el rubio contestaba, sin dejarlo hablar. 

La llamada se cortó, pensando que este simplemente lo ignoraría. Decidió quedarse de pie ante la sala donde estaba su hijo, como le había prometido.

10 minutos después escuchó jaleo donde quedaba la puerta del hospital. Estaban intentando retener a alguien, creyó. Se cuestionó si ir o no a ver que pasaba, pues le había prometido algo a su hijo, sin embargo, no hizo falta que se moviera, un rubio entró corriendo enseñándole a todo el mundo su placa del FBI para que le dejaran pasar. 

Se paró frente a él. - ¿Qué le pasa al mocoso? - Fue lo único que dijo cuando estuvo en frente de este, ignorando cualquier otro tema. - ¿Se ha metido alguna droga? ¿Por qué está en el ala de psiquiatría? 

Viktor solo lo miró y, muy a su pesar, le comentó lo que había ocurrido, pensando que este tenía el derecho de saber lo que ocurría con Vania. - De momento solo sé que está estresado, asustado y no ha tomado ninguna clase de sustancia. - Vio como Gustabo se sentaba frente a él, cruzándose de brazos y como casi nunca pasaba, se quedó callado, esperando a que el doctor terminara. 

Parecieron ser largas horas de espera, Viktor se negaba a sentarse, quedándose junto a la puerta y Gustabo simplemente en silencio, parecía un poco ido. Volkov pensó que tal vez se debía a la preocupación de como podría estar su hijo. - Él estará bien. - Escuchó al rubio decía. - Es un hijo de perra, inteligente, seguro que es algo pasajero.  Estresado por sus estudios... Lo que sea. - Viktor entonces supo que este a pesar de conocer al menor, sí se estaba preocupando por él, pero parecía demasiado tranquilo para ser Gustabo.

- ¿Quién eres? - No dudó en preguntar. - Estás muy callado para ser Gustabo y muy preocupado. - Le comentó mirándolo. 

- Viktor, solo he tomado mis pastillas antes de venir. - Hizo contacto visual con el más alto. - Estoy cansado, solo eso. - Este no pareció creerle, sin embargo, no dijo nada. Mientras no fuera Pogo, todo estaba bien. Él no tenía conocimiento de todas las personalidades de Gustabo, no del todo, o eso creía. Este nunca se tomó la molestia de explicarse o cualquier cosa, simplemente cambiaba su personalidad, obviamente, siendo una persona diferente. 

Una hora más tarde fue que salió Vania, lo habían tranquilizado con algunas pastillas, tras haber hablado con Volkov para esto, necesitaban su permiso. El diagnóstico fue claro. Viktor leyó los papeles mientras Vania se apoyaba en el cuerpo de Gustabo, pues estaba mareado.

Vania tenía depresión psicótica con altos niveles de ansiedad. ¿Cómo no pudo haberse dado cuenta antes de las heridas que su hijo ocultaba? El menor de los Volkov se autolesionaba. 

Decidió llevar a esos dos a casa, Vania se quedó dormido en el sofá, según le habían dicho, parecía que este llevaba días sin dormir y eso solo aumentaba su estado. 

Gustabo se quedó mirando al menor desde el marco de la puerta mientras Viktor le acariciaba el pelo al menor dormido. - Necesito ayuda. - Confesó con dolor en su voz. - No puedo cuidarlo yo solo, ni siquiera sabía que estaba ocurriendo.  El trabajo me tiene consumido y lo he dejado solo. - Se culpaba de todos los males del menor.  Sus lágrimas caían con dolor, notando una mano sobre su hombro. El rubio se había movido para mostrar algo de apoyo, aunque no se le daba nada bien. 

- No tienes que hacerlo solo, Viktor. Yo estoy aquí, te ayudaré. - Le escuchó decir, sonaba calmado mientras apretaba su hombro con suavidad. - Le vendrá bien entender algo de, ya sabes... - Movió su dedo al lado de su cabeza en círculos refiriéndose a su inestabilidad mental. Volkov solo lo miró, asintiendo con la cabeza. - Y tú deberías descansar también, pareces un mapache con esas ojeras. 

Todos los cuchillos y objetos punzantes tuvieron que ser escondidos, por precaución. 


Horacio por su parte ahora estaba infiltrado en una mafia, parecía que un chico tuviera su ojo en él. Su nombre era Carlo, Carlo pensaba que hablaba con Axel, ese era el nombre de Horacio. Le regalaba rosas y cuchillos, como forma de cortejo. Era algo raro, pero no le disgustaba, suponiendo que nadie le había regalado nada desde Conway. 

Una lastima que este fuera un mafioso y ludópata que tendría que matar el mismo. 

Pero no negaría que despertar en su cama tras una larga borrachera era lo mejor, sobretodo cuando ese toque italiano romántico llegaba a este y le despertaba con el desayuno en la cama mientras aún estaban los pétalos de rosas de la noche anterior sobre la cama y suelo. 

No debía coger sentimientos por este, pero era casi imposible mientras este besaba sus hombros hablándole en italiano, remarcando lo hermoso que era. 

Y el sexo era lo mejor, esa parte sádica mostrada en su plena forma.

No podía permitirse eso, él tendría que apuntarle con un fusil en el paredón de la federal. 

¿Tenías que ser tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora