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Había pasado una semana desde ese día. Vania había hablado, algo, pero lo suficiente para que acordarán que este se fuera a casa con una pulserita en el pie.
Estaba cansado de estar en casa, pero había sido parte del trato y solo porque su padre era el comisario de la ciudad lo habían dejado marchar con un localizador.
No tenía móvil, ni ordenador, ni ningún tipo de aparato electrónico con el cual comunicarse. Siempre había un agente del FBI cerca de su casa.
Le extrañaba porque ese no había sido el trato, solo la pulsera, pero imaginaba a que se temía que pudiera escapar e ir a reunirse con the lost. Sin embargo, no le apetecía. No quería ver a Beca.
Revisando en su mente se dio cuenta de que está lo había utilizado más que otra cosa. Él seguía sin saber quién era su padre, ella sabía casi todo lo que la policía sabía de la mafia de su padre. Se sentía un estúpido.
Ese día su padre tuvo que ir a la comisaría, trabajo. Por lo que él estaba aburrido en la sala de estar cuando alguien llamó a la puerta. Tras asomarse y ver la chaqueta del FBI abrió lentamente, cansado.
- ¿Jugamos unos videojuegos juntos? - El menor creyó no haber escuchado bien. - ¿Qué? Es aburrido mirarte desde lejos y tu padre no está. Así yo hago mi trabajo y tú tienes compañía de alguien más que no sea un viejo. - Lo vio hacer una mueca en señal de aceptación y este al entrar se quitó la máscara. Al ver esos ojos azules encontró una similitud con los suyos propios, dejándola pasar vio que eran del mismo tamaño. Era un hombre bajito, o al menos más bajo de los que hombres con los que solía tratar.
Ambos se sentaron en el sofá encendiendo la consola y cogiendo cada uno un mando. Hacía mucho que no jugaba con un adulto, su padre siempre estaba ocupado, y más ocupado parecía al referirse a él como mujer. Ni si quiera se disculpó.
Notaba el dolor que su padre portaba tras eso y ser el culpable de él le hacía sentir terrible.

No fue para su sorpresa que el mayor le ofreció un cigarro, él dudoso aceptó. - No entiendo que haces aquí.

Gustabo lo miró, apartando la vista de la pantalla, pues llevaban jugando al rededor de 2 horas en silencio. - Estamos jugando, ¿qué más? - Vania lo miró a los ojos, ese chico era un enigma. - Ya te lo he dicho, me aburre estar observando en un coche, H... el otro agente está enfadado por algo que sucedió y me ha tocado cargar el muerto.

- ¿Qué ha pasado con Horacio? - Preguntó dando una calada a su cigarro aún observándolo. 

- ¿Lo conoces? Bueno, es obvio que sí, según me dijo tu guardería era la sede. Y problemas en el paraíso, parece ser que es época de rupturas. Pero bueno, hay miles de peces en el mar como para que se quede llorando por un viejo, ¿no? - Vania se alzó de hombros, restándole importancia. 

- Hay veces que quieres a alguien y no consideras a los demás peces y otras que ves a todos los peces y olvidas al único que tienes, supongo. Yo que sé, solo tengo 15 años.

- 15 años y con un pie en la federal. - Apagó el cigarro y lo miró. - ¿Intentas cumplir algún reto? Digo, puedo ayudarte en ello. - Movió las cejas tentador. - Todo sea por hacer rabiar a tu padre. - Vania miró hacía otro lado tras la mención del adulto.

- Solo quiero saber quien es mi padre. Él lo lleva ocultando desde que nací, supongo que tú podrás sacarme esa información como...

- Eh, eh, espera, ¿qué me das a cambio de esa info? Nada es gratis en esta vida, jovenzuelo. - Ambos se quedaron mirando un rato, Vania no tenía nada que ofrecer que creyera que el otro pudiera estar interesado y Gustabo por su parte; le daba igual todo. Él había vuelto tras años, se había disculpado con el mayor e incluso había tenido un acercamiento con él, no comprendía muy bien el porqué aún, pero, le había agradado, sobre todo, recordar su cara roja. Gustabo sabía que Volkov no le había perdonado, mas no le importaba. También sabía que sí lo descubría en su salón, cerca de ese mocoso lo echaría a patadas en un buen día y si llegaba de mal humor lo mataría de un balazo, pero, ni le importaba ni le importaría.
Miró la hora al ver que menor no decía nada. - No tengo todo el día, me espera un coche en la salida para seguir vigilandote desde fuera mientras tu padre está en casa. - Le dijo y silbó un poco impacientado al menor.
- Ugh, vete a la mierda. - Le dijo enfandadose, pues el mayor ni ocultaba que lo seguiría observando.
- Segundo ruso que me envía a la mierda en esta casa. - Encendió otro cigarro, se sentía ansioso conforme veía los minutos pasar. Aún faltaban varias horas para que Viktor volviera, pero aún así, el ser descubierto le empezaba a ansiar, no era miedo, era ansias por ver la reacción del ruso mayor al verlo juntos al niño. Su padre había sido bastante claro que no se acercara a ese chiquillo, pero, ¿por qué?
Poco le importaba. Ahora mismo Jack seguiría de bar en bar y Horacio buscándolo.
No entendía muy bien la relación de esos dos. Su padre quería a Horacio pero lo mandaba con otros chicos, y según le confesó, no era nada nuevo. Tal parecía que Conway solo mantenía un vínculo realmente cercano hacia los Volkov, cuidando de ambos aún que tuviera que discutir con su pareja actual. Le daba algo de rabia, sin saber porqué, pero no le gustaba esa cercanía. Se suponía que debía haber sido él quien estuviera haciendo lo que Jack hacia en esos días.
Sin embargo, su dolor de cabeza los había separado; Pogo.
No sabía cuándo había conseguido el control de su cuerpo en el pasado, qué día exactamente. Le dejaba ver el principio, cuando empezaba a tratar mal al ruso, sobretodo cuando Horacio estaba cerca. 
Empezó a sentirse agobiado recordando esos momentos. Se acercaba la hora de su pastilla, lo sabía porque se empezaba a presionar con los recuerdos del pasado. - Bueno, mocoso. Yo me voy a marchar, tú no tienes nada interesante que ofrecerme.
- Espera, espera. Puedo... Dejarte pasar cada vez que te toque y jugar videojuegos. - Gustabo se rió de una forma escandalosa.
- Anda, piensa algo mejor. - Retiró la ceniza de su cigarro.
- Una cita. - Este lo miró extrañado.
- No me van los niños y mucho menos, mimados.
- No, idiota, con mi padre. - Gustabo rió de nuevo, por varios minutos, haciendo que Vania se sintiera incómodo y comenzará a pensar que estaba loco.
- Vaya, esa broma estuvo fetén. Viktor jamás aceptaría una cita con alguien que casi lo mata, a no ser que fuese Conway. - Vania se extrañó. - Ah, ¿no sabes la historia de su cicatriz?
- No. Sólo sé que estuvo en coma varias semanas y mi vida pendía de un hilo fino donde no se sabía si sobreviviría por la perdida de sangre. - García se sintió un poco culpable, pero Vania se alzó de hombros sin importarle mucho. - No me hubiera importado morir. Al menos, conozco a quien casi asesinó a mi padre y a mi. ¿Por qué?
- Porque lo odio. - Se levantó del sillón apagando el cigarro ya consumido. Sin mirar a Vania recogió su chaqueta del respaldo del sofá, la cual se había retirado.  El menor lo miró extrañado, sin comprender lo que pasaba por la mente del otro. Sí, ese hombre estaba loco. Reafirmó viendo cómo este le había dejado el paquete de tabaco encima de la mesa. Sí tanto odiaba a su padre, ¿por qué había dejado eso ahí? Seguramente hubiera sido un error, pero, él lo tenía bien guardado en su bolsillo. Se alzó de hombros cogiendo otro cigarro.
Por su parte Conway estaba de nuevo en su despacho, pero esta vez, recogiendo sus cosas. Horacio lo miraba desde la puerta.
- ¿En serio no vamos a hablar, Jack? ¿Nada de nada? ¿Sólo te vas? - Le preguntaba con los brazos cruzados apoyado en el marco del despacho de este. - No te entiendo. Nunca lo haré. Pensaba que querías estar contigo pero solicitas un traslado.
- Consiguete a alguien de tu edad. - Le dijo con frialdad. Se quitó uno de sus anillos y se lo lanzó, lo llevaban en modo de promesa.
- Jack... No me hagas esto... No me gusta estar solo, no de nuevo... - Se acercó a él tras haber cogido al vuelo el anillo. - Déjame al menos ir contigo, pediré el traslado.
- Horacio. - Se giró finalmente a mirarlo. - No quiero seguir contigo. Fue un juego.
- Y una mierda, Jack. Si hubiera sido un juego no habrías preguntado por vivir juntos, sería follar y ya, como al principio. - Se le notaba cansado. - Solo eres un cobarde que está huyendo. - Le susurró aún mirándole a los ojos. Horacio suspiró, terminó acercándose más a él y abrazándolo. - Cancela el traslado. - Le suplicó. - Quédate conmigo, no me importa que ese niño sea tu hijo, por favor, quédate conmigo. - Conway negó con la cabeza separando a Horacio lentamente de su cuerpo. Lo miró unos momentos a los ojos. Colocando una de sus manos en las mejillas y apoyando la frente contra la contraria suspiró.
- No me voy a quedar, Horacio. Tú deberías estar con alguien de tu edad. No con un viejo que no podrá darte lo que quieres. - Suspiró de nuevo, agobiado por el tema del menor de los Volkov, con una opresión en el pecho, y en un susurro dijo. - Vania no es mi hijo. Es un tema delicado, pero ese niño no es mío.
- Estás con Volkov, ¿cierto? - Horacio cerró los ojos al sentir como se humedecían. Jack lo apretó más contra él.
- No. Te prometí fidelidad, y por más cabrón que sea, no he roto esa promesa. Ni planteo romperla, pero, por dios, busca a alguien de tu edad.
- Jack... Te quiero a ti. Te vas, me vas a abandonar, como todos... Sólo por no poder ser honesto conmigo, ¿por qué me haces esto?
- Estarás bien, ahora tienes a Gustabo contigo. - Se puso de puntillas para besar su frente apoyando sus manos en los hombros de este. - Lo siendo, Horacio. No soy lo suficiente para ti. Busca algo mejor.
Terminó cogiendo sus cosas y marchándose de allí, dejando a un joven con el corazón partido llorando desconsoladamente abrazando a la chaqueta que una vez fue del mayor.

¿Tenías que ser tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora