CAPÍTULO 13

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Hela

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Hela.

Camino entre las mesas y observo a las bailarinas dando su demostración en la pista, esta noche tenemos a un importante invitado y amigo mío, Dante Yildiz, por lo cual yo daré un show más tarde.

El baile me gusta, y también el que me aluden a mí.

Siento los pasos de Alevsek detrás de mí, veo a Nótt a la lejanía con Alena sentadas en la zona VIP con un turco guapetón y me acerco a ellas.

—Pero si es nuestro socio. —Nótt saluda al ruso dándome una mirada de soslayo.

—No podría perderme una noche prometedora. —le da una sonrisa de lado.

—Pensé que te habías marchado—el moreno me observa—te extrañé en tu corta ausencia—su acento se hace notar.

—Claro—ruedo los ojos fastidiada y rio.

Alevsek se aclara la garganta recordándome su presencia.

Claro, como si no supieras que seguía ahí.

Honestamente creí que se iría por otro rumbo, además no puedo dejar en evidencia con todo mundo a mi invitado.

—Te presento a nuestro chico esta noche—Alena señala al turco—Yildiz.

Arqueo una ceja.

Alevsek solo le da un asentimiento de cabeza.

—Las chicas me han hablado mucho de ti—toma un sorbo de su trago—tus clubes son muy famosos, debo felicitarte por tan grandiosos lugares.

Tomo asiento al lado de Yildiz y el ruso se deja caer a mi lado demasiado cerca.

—Por supuesto que lo son—se mofa el castaño pasando un brazo por encima del sofá rozando mi hombro—lo mejor para divertirse y pasar noches de gozo total.

Y vaya que lo son, incluso cuentan con recamaras privadas para tener sexo con cuantas personas quieras y con lo que quieras, encuentras todo tipo de drogas y amantes para una noche.

O eso me contaron.

Ajá.

—King Alevsek—el turco toma su trago—debo admitir, me sorprende que mantuvieras el anonimato por mucho tiempo, enviando a tu gente y sin más aparecer, así como así.

Me rio cuando veo sus intenciones y la confianza que emplea.

—Alguien necesitaba darles la imagen completa a los clubes—lo mira directamente encogiéndose de hombros, — Y quien mejor que el mismo dueño, magnate y jefe de todo lo que le pertenece.

Extiende ambos brazos en el sofá y más atractivo no puede verse.

—Entiendo, créeme, es aturdidor estar en el ojo del huracán—me observa—¿No es cierto cariño?

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