Chandra y Jason.
Eran mejores amigos desde que estaban en pañales y eran completamente inseparables. Pero luego él se fue a Europa a correr , y ella a Los Ángeles por su carrera musical.
Siete años después están triunfando en lo que siempre quisier...
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—¿Por qué tengo la sensación de que vas a hacer todo lo posible para asustarme? –Chandra se estaba subiendo al coche que los llevaría a ella y a Daniel por la pista.
La sonrisa descarada en el rostro de Daniel cuando subió al auto fue suficiente para responder a su pregunta.
—¿Qué opinas? –él dijo.
Chandra puso los ojos en blanco mientras él arrancaba el coche. —Creo que vas a ser mi muerte absoluta.
Daniel se rió. —¿Estás lista? –preguntó, saliendo del pitlane.
—Como siempre lo estaré –ella respondió.
Mientras Daniel salía de boxes, la velocidad del coche se aceleró y el corazón de Chandra empezó a acelerarse.
—¡Aquí vamos! –exclamó Daniel.
—¡Oh, Dios mío, Dios mío, Dan, vas demasiado rápido! –prácticamente gritó Chandra.
Daniel solo se rió. —¡Ni siquiera voy tan rápido! –él respondió.
Chandra maldijo en voz alta. —¡Oh, por el amor de Dios, literalmente conduces un cohete sobre ruedas para ganarte la vida! ¡Por supuesto que no es tan rápido para ti!
Daniel aceleró hasta la siguiente curva, haciendo que Chandra chillara en una mezcla de miedo y deleite. Daniel se rió de su reacción.
—¿Sigues viva allí? –preguntó mirándola mientras aceleraba por la pista.
Chandra lo miró con incredulidad. —¡DANIEL BOOKER MANTÉN TUS MALDITOS OJOS EN LA PISTA! –ella gritó haciéndolo reír en respuesta.
Para cuando terminaron la vuelta, los niveles de adrenalina de Chandra estaban por las nubes. El coche redujo la velocidad hasta detenerse y Daniel miró a la chica a su lado.
Unos mechones se habían escapado de su cola de caballo marrón, y una gran sonrisa estaba en su rostro.
—Eso fue divertido –dijo, mirando a Daniel que sonreía de oreja a oreja.
—Mira, te dije que estarías bien –dijo, haciendo que Chandra rodara los ojos juguetonamente mientras salían del auto.
Mientras tanto, en el paddock de McLaren, Jason estaba en su habitación después de una reunión, hablando por teléfono y enfrascado en una conversación con su hermana.
En ese momento, Katherine, su mánager irrumpió por la puerta sin aliento, y el teléfono en la mano. —¡Jason! –ella dijo. —Es posible que desees ver esto.
El inglés la miró y asintió con la cabeza para darle un segundo. —Sí, Emily, tengo que irme ahora, pero dile a mamá que dije hola –terminó la llamada y se acercó a ella.
