Omnisciente Afrodita.

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Íbamos caminado en una noche de tormenta con los minutos contados.
   Veníamos corriendo de nuestros problemas, pero no teníamos idea de que en realidad, huiamos de nosotras mismas.
   Teníamos expectativas, planes de vida que se derribaron como castillos de arena.
Teníamos la horrible sensación de que los dioses estaban en nuestra contra, que nos estaba llegando el recibo de nuestros pecados.
   Pero solo eran los demonios detrás de nuestros ojos que sacaban lo peor de nosotras.
   Entramos en un laberintos de opciones, nos separabamos en cada esquina, y moríamos lentamente en la distancia del orgullo.
  Ella era Afrodita. Yo una simple mortal.
La veía como la luz eterna en un túnel oscuro de las desgracias.
   El amor que vislumbraba se pagaba con un determinado precio; pequeños pedazos de tu alma.
   Yo la amaba. Realmente lo hacia.
Di mi cuerpo y alma por ella y eso me estaba consumiendo lentamente, cómo la leña de una fogata en una noche invernal.
   La doctrina de su cariño era adictiva, sin dudas no podría vivir sin ella.
   Pero me destrozaba noche tras noche, y esta no era la excepción, por eso corríamos.
   Las estrellas eran nuestro únicos testigos y la luna era el juez, y estábamos a la espera de nuestro juicio.

  Que lamentable seria despegarme de ella, darle un último abrazo y tener que vivir sin su presencia.
  Pero, ¿que capricho cegador tiene el  suficiente valor como para darle el permiso de destruir silenciosamente mi vida?
  Una simple mortal tratando de cumplir las expectativas de una diosa del Olimpo, un diamante en bruto, migajas de la última cena.
  Y la aborrezco por lo que me hizo, pero la extraño como la niña que dejo en aquel intento de hogar.
  Crecí sola pero la veneraba todas las noches. Sentía su omnisciente presencia y justificaba sus destrozos.
   Ella era lo mas cercano a mi madre, y la amaba por ello, pero el dolor de su incomprensión, el veneno de sus insultos y las dagas del silencio la convertían en mi principal enemigo.
   Nunca interpreto mis llantos y tampoco aplaudió mis primeros pasos.
Pero que ilícito y cegador es seguirle, su voz oprime mi pecho.
La amo incondicionalmente, después de todo es mi creadora.
  Pero el destino estaba predispuesto a separarnos, y era una de las mejores decisiones porque no fui yo quien la tomó, y no siento tanta culpa por dejarla brillar por su cuenta en el horizonte, y que se vaya con el sol y yo con la luna.
   Un nuevo siglo se abre ante nuestros rostros e ilumina cegadoramente nuestros ojos.
  A pasado un largo tiempo y creo que ha llegado el momento de crecer, de dejar ir, despojar lo material y recordar sentimientos a flor de piel.
   Le haré un monumento a su honor. Será un angel caído, blanco inocencia, arrebatado de gloria y fe, pero con sus alas intactas, porque de sus fallos y rodillas atadas al suelo, siempre puede volver a volar a la luz si es que así lo desea.
    La seguiré venerando desde el plano material y una vela siempre se mantendrá prendida si desea hacer acto de presencia en mi hogar.
   Pero hoy te dejo ir.

Meet Me At The ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora