Esquinas de Buenos Aires.

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Esta lloviendo en la cuidad, y estoy leyendo Oscar wilde en el balcón.
El aire fresco acaricia mis pulmones, un tinte frio abraza mi espalda.
Puedo presenciar el aroma del verano, y el remordimiento de el fin de otro año.

Es de noche y las nubes cubren la luna,
Mis tardes son tranquilas pero hay algo en mi que me impacienta.
Quizás es la distancia, o tal vez el cambio.
Sí es de objetos y personas de lo cuales estamos hablando, puedo afirmar que nada ha cambiado. Pero se inhala una energía atípica, las luces cobran una vida distinta.

He tomado la responsabilidad de liderar mi camino, tomar mis propias decisiones y por lo tanto, hacerme cargo de las consecuencias.
Los platos rotos han abierto heridas, han creados nuevas preocupaciones. Pero sinceramente estoy agradecida que las anteriores hayan podido cerrarse finalmente.

Nada ha sido fácil y ahora me encuentro dudando de mis facultades.
Mis ideas fascinantes son un desastre al ser pintadas en el canvas de la vida real.
Quien diría que dependo de tanta gente para consagrarme feliz.
Quien diría que en este preciso momento, en la cumbre del fin, en este pequeño hogar, encontraría tan afligida y lúgubre la basta soledad.
La soledad, una mera palabra y un sentimiento tan punzante, desgarrador y ciertamente acobijante.

Este año he danzando una lenta y apoderante incertidumbre.
Sabía que lograría tomar las rindas con mis manos y cumpliría mis objetivos, pero el proceso fue tan áspero y complicado.

He viajado por todas las calles de Buenos Aires tratando de encontrar fragmentos de mi ser que armen el rompecabezas de mi destino, responder las preguntas de mi presente. Pero constantemente solo me he visto sentada en esquinas desoladas, aquellas olvidadas por el tiempo en donde las puertas de los edificios están tapadas por la desgracia y sus fachadas gloriosas pierden color y gracia. Allí me encuentro preguntándome si la salvación llegará, y si al final del día seré yo acaso esa estructura que enfrente de mi se para rota pero estable, desquebrajandose en pedazos.
Inmortal para la historia, todos saben que estuve aquí, y que alguna vez brille para ellos y para mí. Pero todos evacuaron las salas, se olvidaron de lo que dejaron en mi, para lo a otros son solo meros muebles y candelabros para mi eran pequeñas piezas que deban forma a nuestra dulce fantasía, permitían nuestra humilde felicidad. Solo lo enmendaron cerrando todas las entradas que ellos podían tener en mi, y desalojaron las calles sin despedirse.

Desmoronarme es el temor que aterroriza mi alma.
Pero sólo yo se que de mis escombros se funde mi nueva casa, compre uno libros y lo llame hogar.
Ahora tengo un gato y sigo escuchando jazz.
Miro el amanecer a traves de otras ventanas, estoy leyendo nuevas novelas con otras perspectivas. Tengo nuevas formas de ver la vida.
Solo yo se que ahora soy más feliz y que en las noches duermo plácidamente como nunca antes lo había hecho.
Adoro aquella esquina solitaria de Buenos Aires porque me reveló los secretos de mi ser y existencia. Me ha mostrado quien realmente soy incondicionalmente de donde este o quien me acompañe.
Ahora se que soy importante y quiero cumplir mis expectativas.
La cotidianidad y la mera existencia cobro un aura excepcionalmente agraciado.
Y es una bendición sanar aquellas partes de mi, y despertar teniendo el conocimiento y el sentimiento corriendo en mis venas de que logre encontrar la paz y claridad que tanto había buscado en esta magnífica vida.

Meet Me At The ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora