Extracto

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Lunes 25, Diciembre 2023.

Abrí la ventana y salí afuera, lo primero que me abrumo fue el aire puro y frío tan característico y familiar. No fue difícil encontrarla, básicamente la sentía suplicandome que la mire. La luna resplandeciente ante mis ojos, su luz brillante como el oro no me permite mirar hacia otro lado.
  Volví al bosque lejos de la ciudad, donde no hay grandes edificios y un lugar para poderme ocultar. Es como si Dios pudiera verlo todo, incluso soy demasiado consciente de donde estoy parada.
  Las estrellas, mis preciadas musas se esparcen en el cielo alto y azul, ante mi fugaz mirada parecen estar acompañadas de a tres, parpadean un secreto que no soy capaz de entender. Algo atravesó mi mente, como sí alguien me lo susurrara al odio, las estrellas y su cálido color recorren con su luz millones de años para que yo las vea bailar tan fantásticamente a mi merced, aunque su existencia haya abandonado nuestra compañía su luz, su espléndida luz, se mantiene flamante y viva. Tal como una memoria inocente, una amada persona, un sueño añorado, se mantiene fija como un recuerdo que no puede ser olvidado.
  Morimos día a día, el mundo gira aunque no nos levantemos todas las madrugada y aún así ellas se mantienen altas. Me hace pensar que tan pequeños somos en un Universo tan basto y maternal, cómo me he preocupado por diminutas anomalías cuando hay cosas tan grandes y magnificas que me rodean.

   Es raro que luego de todos estos años intento huir, cuando volví a mi antiguo hogar repentinamente sentí la necesidad de quedarme. Hay algo en el aire que viene desde el este donde el océano se pronuncia fresco y colmado de energía vital, estos primeros días del año en el mes de enero no he hecho otra cosa que pasar la mayoría del día en mi vieja cama durmiendo durante las tardes pero aún así, los pájaros me despiertan a la madrugada y los grillos me dan las buenas noches. El café tiene un gusto distinto, veo a mis amigos diario y no tengo obligaciones. Estoy segura y a salvo.

  No quiero pensar en mañana cuando me tenga que ir porque me estoy aferrando firmemente a mis muñecos y cobijas. Este es el único lugar en donde no tengo que ser una adulta y mi ser se congela en el tiempo.
  Al volver a la ciudad, mi verdadero hogar no está especie de placebo, tendré que enfrentar lo más crudo de la realidad, no solo hablo de tener un trabajo y estudiar pero reconocer que ya no soy quien solía ser y tener que despedir la niña que dejo detrás, tan dulce e incomprensible.
  No puedo pedir más que poder ser alguien algún día y que todo lo que hice brille en mi rostro como un sol de diciembre.

Es lo mejor, no puedo pretender ocultarme bajo la sombra de los árboles, viviendo una vida de olvido y ceguera. Qué es ser adulto más que chocarse constantemente con la realidad y tener que poner el rostro ante el siguiente golpe.

  Hasta ahora parece ser que he limpiado toda la casa, no hay polvo en las esquinas de mi mente. Todo está en su lugar y abrí las ventanas para dejar correr el aire, prendí un incienso y puse mis mejores discos para ambientar la sala. Los autos y personas caminando pasan por el frente de mi hogar, no hay sorpresas en un mundo deducible y tangible. Disfrute mis días con paciencia y asombro ante los detalles que antes no había notado. Todo parece ser más... vulnerable y brilloso. Este verano ha sido frío y un tanto oscuro por las nubes y tormentas pero sentí el calor irradiar de los pastizales y la brisa entre los hogares. Hay caballos y perros en el camino, acaricie gatos que tropezaban en mi camino a casa, en medio de la noche casi rozando la mañana luego de largas charlas con mis amigos.

Cigarrillos en el suelo y adioses prematuros, parece que el tiempo tomó posesión de las cenizas, pero aún respiro los recuerdos.
  De manera casi inmediata el dolor se desvaneció, el vacío se lleno de aceptación y empecé a empacar mis pocas pertenencias pensando sutilmente en mi futuro.

Meet Me At The ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora