Meses después...
No supe más de Aidan y me sentí aliviado por ello, desde esa noche jamás se volvió a atravesar en mi camino. Digamos que mi vida transcurrió en calma y poco a poco llegó a mí la monotonía. Ese día había ido a ver a mi madre saldría con ella al parque como lo tenía acostumbrado.
— No la puede sacar, es peligroso, la salud de su madre es muy delicada. — me dijo la enfermera y mordí mi labio inferior.
— Ella le gusta esas salidas, siempre le han gustado. — defendí mi punto. — sé que le gustan.
Belliz Turner, era una mujer menuda, pequeña y de cabello rojizo c, ojos verdes, igual a mí, bastantes vivaces en su época dorada. Pero que hoy veía con tristeza que estaba fijos en sus manos. Había perdido la movilidad en la parte inferior de su cuerpo, por ello tenía que estar en silla de ruedas.
— Bien, tu gana Gina, pero, sin llevarla a lugares fríos — resoplé y puse los ojos en blanco.
— No haré nada que a ella no le gustara, está prácticamente presa aquí.
— Bien cuidada por lo que usted se ha dado cuenta. No te hagas ilusiones ella no va a volver, ni siquiera sabe que estás aquí. — yo lo dudaba
Sabía que me escuchaba, lo notaba porque sus ojos me buscaban, una vez yo entraba y saludaba a Ángeles. Así que había tomado por costumbre y mientras estaba con ella, hacerle un resumen de mi semana. Había evitado decirles lo de Aidan, simplemente le dije que no funcionó.
— No la deje tan tarde por fuera. — me dijo la enfermera, al vernos salir.
— No se preocupe antes de cuatro estamos acá, la llevaré al parque y luego a la repostería. — la enfermera lucía preocupada y le sonreí.
Era mi madre ¿Qué malo podría hacerle?
— Ella no confía en mí mamá, — dije inclinando mi cuerpo hacía delante y hablándole al oído. — como tú, cuando te decía que iba a una pijamada y tenías razón... Me iba de rumba con credenciales falsas.
Una vez en la calle le cubrí bien con una manta pequeña y la observé unos instantes. Cuando desearía que pudieras verme nuevamente, escuchar tu voz. Acaricié sus mejillas y no pude evitar llorar, estaba de rodillas ante ella y puse mi cabeza en sus manos.
— Te amo mami. — dije besando sus manos una y otra vez. — desearía tenerte de vuelta, nadie más que tu merece disfrutar de mis triunfos.
Pero no hubo respuestas ya no las habría, ni siquiera había muestra que me escuchara esta vez. Había pasado un mes sin verla y la enfermedad había avanzado, quizás ella estaba mejor en ese mundo. Sin saber nada de nadie, sin preocuparse y sin dolor.
La caminata a mí me hizo bien y a mi madre le servía el aire puro. Era extraño, pero me sentía que en estaba viviendo los últimos días con mamá. Deseché de nuevo los malos pensamientos, seguí con el paseo de siempre.
Llegamos al parque al que acostumbraba llevar cuando era niña, cuando papá se fue y yo empecé a hacer preguntas sobre él. Los domingos mamá no abría y los íbamos de camping. Siempre contaba los días ilusionada, para que llegara ese día. Amaba las salidas con mamá, eran alegres y divertidos.
— Bien, este será nuestro escondite secreto, Belliz y Gina Turner contra el mundo cruel — dijo recordando la frase de siempre.
Saqué del bolso el mantel y lo tiré al césped, debajo de un frondoso árbol. Ella estaba bastante delgada y eso me permitió levantarla y dejarla en el suelo. La senté lo más cómoda posible, la cubrí con la pequeña manta y la vi mirar a todos lados. Su vista iba aquí y allá, sus ojos verdes ya opacos por el peso de la edad y la enfermedad miraron a todos lados.
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Érase Una Vez En Londres (Hijos Del Mal #2)
RomanceHijos del mal Libro 2 El hombre nace, crece, se reproduce y muere. En todos estos estados Gina ha sonreído, para ella todo es más fácil si sonríes. Cuando en una lectura de manos una gitana le dice, que su príncipe azul vendrá de la mano de su mejo...